Lamí mi herida
hasta que sólo quedó el queloidde
abultado del zarpazo.
No lloré
No gemí
Ni un puchero.
Sólo grité y maldije
cuando vi la misma herida
en el brazo de mi hermano.
No olvidé
Mi cicatriz supuró de nuevo.
La venganza parece más digna
Cuando la perpetramos por la ofensa al otro.