Revista Cultura y Ocio
Por Mª José Fernández
(A las diosas Venus y sus tiránicos amantes) Lánguida y soñadora descansa la tarde en su lecho inerme,
de suaves de colinas de auroras.
Su piel resplandece ante mis ojos:
hermosa, doliente y cansada.
De vez en cuando, la efigie, abre sus ojos “azúreos”
que cerró el medio día.
Cabellos ensortijado cubren el rostro y ovillan su espalda.
La adolescente, después de tocar largas horas,
dedica su siesta a recordar las notas melodiosas
del “Clair de Lune” por Claude Debussy
y ¡ha quedado exhausta!
Su lecho soporta el peso del cuerpo
derrotado por las teclas de un negro piano de cola.
La música levita,
mientras anhela tocar una inalcanzable y sublime melodía.
Dormida resuelve notas en silencio: En su mundo de auroras
y de sueños, pretende elevar al viento los acordes;
por encima de las nubes; que sus manos resuelvan la melodía,
vuelen a mayor velocidad que el pensamiento,
al ritmo de la luz si fuera preciso...
Su madre, abnegada, la observa desde la cama,
como diosa del etéreo sacrificio:
“Está derrotada la niña, –suspira en silencio–.
Que nada empañe su visión:
parece una flor ovillada en un lecho.
Si supiera lo bonita que está, quizás se levantase
a mirarse, coqueta, al espejo:
Hija mía, ¡despierta...!”
Se arruga la tarde,
se entristece el ocaso al abrir sus ojos celestes
y contemplar que le espera...
el instrumento de castigo: ¡Ah, el piano!
“Mamá, voy a dormir, de nuevo: ¡estoy agotada!”.
Reposa la dulce belleza y cierra sus puertas la tarde.
La madrugada trae destellos de luz a la alcoba:
La joven se levanta descolorida, pinta el cuadro de “El beso” de klimt;
con el fin de precisar en su mente
qué hay de color en los acordes de Debussy, y lograr descansar de nuevo.
A la mañana siguiente, alguien la llama a su puerta:
“¡Despierta!, muchacha, soy... Claude Debussy”.
Es el oscuro y tiránico amante;
desea ser acariciado
por su Venus dormida en un “Clair de Lune”;
le espera impaciente, a que despierte, a la sombra.