Esta semana no tenía pensado subir nada al blog, porque ando corta de tiempo, pero hoy me pasó algo divertido, que aprovecho a contarlo, así, de pasadita.
Esta mañana, en una reunión de trabajo con otros analistas, no habíamos terminado de servirnos el café cuando de repente alguien se despachó con un: "Bueno, es que en potencia, cualquiera puede ser un asesino, che".
No voy a intentar situar la expresión, para suavizarla, ni la traigo para discutir ese tema en particular.
La descontextualizo a propósito, para poder decir que -para una amante y fana total de las novelas de misterio, de las más naif a las negrísimas, como yo, devota absoluta de Hércules Poirot y sus células grises- esa expresión fue una especie música para mis oídos.
Lo intempestivo de la afirmación nos hizo reír a todos: "qué lindo empezar un sábado así", "pará que todavía no mordí la medialuna", y expresiones similares nos distrajeron un rato antes de volver al laburo.
Yo sonreí, maléficamente además, porque me acordé en ese instante de mi libretita negra.
Desde siempre, una de las formas en las que cultivo y alimento mi pintoresco costado obsesivo, es ir subrayando -cuando voy leyendo- aquellas frases que me llaman la atención, que me interesan, que me gustan. De cualquier tipo. De una novela, una poesía, un texto de psicoanálisis, de arte, de educación, etc. El criterio de selección de esas frases es amplio: puede ser que me parezca interesante su contenido, me divierta, me interrogue, o tal vez me parezca que fue escrita en una forma tan exquisita, que no quiero dejarla perdida dentro del texto en general.
Y entonces las anoto.
Con el paso del tiempo fui acumulando papeles, cuadernos y anotadores varios.
Pero la que está vigente en la actualidad es la libretita negra.
Mi sonrisa de esta mañana se debió a que recordé con exactitud una página relativamente reciente de la libreta, en la que coinciden (¿azarosamente?) las citas de dos libros que estuve leyendo en los últimos meses.
Y que vienen a cuento de la expresión matutina y asesina de mi colega:
Empiezo por la más larga, la de E. Carrère en "El Adversario".
El adversario es un libro basado en una historia real, la historia de Jean Claude Romand, un tipo que decía ser médico y que asesinó en 1993 a su mujer, hijos y padres e intentó -fallidamente- suicidarse. Cuando se comenzó a investigar, se supo también que todo lo relacionado con su profesión era una mentira: durante 20 años había engañado a todos (familia, amigos, vecinos) sosteniendo una identidad de médico falsa. No había pasado de 2° año en la carrera de medicina.
Carrère se interesa por el caso, y le escribe a la cárcel. La cita pertenece a una de esas cartas:
"Me gustaría que comprendiese que no me dirijo a Ud. movido por una curiosidad malsana o por el gusto del sensacionalismo. Lo que Ud. ha hecho no es, a mi entender, la obra de un criminal ordinario, ni tampoco la de un loco, sino la de un hombre empujado hasta el fondo por fuerzas que le superan, y son esas fuerzas terribles las que yo desearía mostrar en acción".
Más allá de la truculenta historia, es interesante, a lo largo del libro, las idas y vueltas que Carrère va dando, debatiéndose moralmente contra sí mismo, y contra la culpa que por momentos le generaba haberse interesado en la historia del asesino, y no haberse puesto del lado de las víctimas, especialmente luego de cruzarse con los familiares en las instancias del juicio.
Un libro denso, porque uno todo el tiempo tiene presente que eso sucedió en la realidad, pero que atrapa por la enigmática personalidad de Romand, y por lo inverosímil de la historia.
Dice Carrère más adelante:
"Un mentiroso, por lo general, se esfuerza en ser verosímil: como lo que contaba no lo era, debía ser cierto".
Y para alivianar un poco el final del post, dejé adrede la otra frase. Fue puesta por Petros Márkaris en la boca del genial detective Kostas Jaritos, en la novela "Con el agua al cuello".
Conocí a Jaritos gracias al pediatra de la familia y amigo-recomendador-personal-de-libros, quien, conociendo mi inclinación hacia cuestiones homicidas varias, hace un tiempo me lo presentó con un entusiasta "hay más que altas chances de que te guste".
Y no se equivocó, claro.
Si bien las novelas policiales de Márkaris son claramente una ficción, las últimas transcurren en el escenario de una Grecia en crisis, tan pero tan parecida a Argentina/2001, que mientras uno lee, le parece que en cualquier momento aparecerá Duhalde diciendo su tristemente célebre frase de los dólares.
Igual, para mí lo más jugoso (además de los crímenes y la investigación, claro) es la relación entre el detective y su mujer, pintada con altas dosis de ironía y acidez.
Y ahora que lo pienso, esta frase de Jaritos podría haber servido para un buen contrapunto con mi colega de la mañana:
"Por fortuna, los que matan son muchos menos de los que desean la muerte de alguien. De lo contrario, estaríamos todos con una camisa de fuerza".
Pfff!
Menosmal.