Revista Comunicación
Más allá de nuestras evidentes diferencias, si hay algo que nos une a neerlandeses e hispanos por encima de cualquier otra cosa es nuestro mutuo amor por la telebasura. No en vano ellos son los célebres inventores del formato gran hermano y España por su lado es el país que ostenta el dudoso honor de haber celebrado el mayor número de ediciones del infame show (y como no nos parece suficiente, aún seguimos sacando más).
¿Parecidos y diferencias? Así a primera vista diría que nosotros tendemos más a las siliconas mientras que ellos, sin despreciar las primeras, muestran predilección por lo escatológico. Y hay que reconocer que son los que le echan más cojones al asunto; no en vano planean empaquetar a un hatajo de desgraciados y enviarlos de por vida al planeta Marte para montarse un reality con ellos.
Sin embargo el ver telebasura, algo del todo improductivo cuando estás en tu país, se vuelve de golpe recomendable cuando estás en el extranjero. Te ayuda a aprender el idioma y, aún mucho más, a impregnarte con la cultura del territorio en el que resides. Por ejemplo si yo viese la tele tendría sin duda muchas más cosas que contaros en este blog de las que tengo ahora mismo.
Por desgracia para quien me lea hace muchos años que no veo la tele. No la veía en España, así que mucho menos iba a hacerlo aquí en Holanda, donde ni siquiera la entiendo. Esta decisión no fue ni mucho menos voluntaria. Cuando las pantallas planas no eran más que un absurdo dispendio de millonarios y los ordenadores portátiles no habían ni soñado con colarse en casa del ciudadano medio, en mi piso de estudiantes sobrevivíamos a cuenta de una de estas televisioncitas de color negro y marca blanca que la gente compraba en el Alcampo por cuatro perras para poner en los dormitorios o la cocina. Durante un tiempo aguantó el tipo, pero como sabréis si alguna vez tuvisteis una, el tubo de imagen de estos aparatos de segunda fila es del todo incompatible con la humedad profunda que impregna la atmósfera gallega. Sobre todo si donde vives, en lugar de ponerte el abrigo para salir a la calle has de colocártelo nada más entrar por la puerta y tus conversaciones de salón vienen secundadas por una difusa pero constante bocanada de vaho, pues la calefacción brilla por su ausencia. El caso es que llegó un punto en que la televisión se veía en verano, pero en invierno la imagen empezaba cambiando a blanco y negro, continuaba fastidiando con breves interrupciones a modo de parpadeo y terminaba por desaparer del todo, dejándonos a mitad de capítulo de "Aquí no hay quien viva". Por un tiempo el problema se solucionó abrigando al televisor más de lo que nos abrigábamos nosotros; con un recorte de poliespán en la base y una mantita portuguesa por encima. Pero tras uno o dos años tirando de este sistema la tele no dio más de sí y se apagó para siempre. Y mira, nos acostumbramos. Tanto que cuando visitábamos a otra gente que sí tenía una televisión funcional y la mantenía encendida todo el tiempo, porque al parecer esto es lo que se hace con las televisiones, a la mínima de cambio la atención se nos desviaba al aparato y perdíamos el hilo de la conversación, hipnotizados cuan salvajes recién sacados de las junglas de Papúa-Nueva Guinea. A día de hoy cuando la gente viene a mi casa aún sigue extrañándose ante la ausencia de televisor, que desde entonces no quise ver ni en pintura.
Ya sabéis que mientras uno se encuentra forzosamente inactivo su cerebro empieza a bullir con buenos propósitos, como cuando uno está de exámenes e imagina todas las cosas divertidas que hará cuando por fin quede liberado, cosas que por cierto al final siempre quedan en eso, en meros planes que jamás se ejecutaron. Así que durante la breve convalecencia que siguió a mi accidente de bicicleta se me metió en la cabeza ponerme con el holandés de una vez por todas, para lo cual debería acompañar la cena de cada noche con un poquito de televisión autóctona. Como ya dije antes carezco de televisor, por lo que busqué en internet un modo de ver los programas locales online.
Nada más entrar a la página me encontré con lo que parecía ser la versión holandesa de granjero busca esposa. Allí estaban el zagal y su pretendida, celebrando su cita sentados en unas sillas de plástico colocadas en medio y medio de un establo de vacas mientras se metían entre pecho y espalda un buen plato de hustpot. En esto que una de las vacas tuvo a bien alzar su rabo y soltar una buena cagada allí mismo, a menos de medio metro de los comensales. Huelga decir que no nos ahorraron los pertinentes planos detalle de la susodicha mierda y sus profusas salpicaduras. Y mientras en aquel establo el incidente pareció ser el no va más de la hilaridad, haciendo a los presentes estallar en carcajadas, a mí, que también comía, a pesar de hallarme a una distancia prudencial tanto en el espacio como en el tiempo de la explícita escena, sí que me sobrevino alguna que otra arcada de rebote. Luego cambié de programa y me topé con otro programa de telerrealidad, éste un poco más serio, en el que un presentador inmenso hacía un seguimiento de la vida de un grupo de transexuales que puestos su lado parecían ser miembros de la familia Bolsón. Entre otras cosas nos contaba el proceso de cambio de sexo de una mujer a hombre, mostrándonos como en la parte trasera del muslo le hacían crecer una protuberancia cuya piel estirada usarían más tarde para construír una suerte de pene.
El caso es que mi propósito duro lo que duró esta experiencia más el día siguiente. Pero si queréis intentarlo por vuestra cuenta, el website del que hablo es éste. No emite tele en directo; es mucho mejor. La página almacena una cantidad ingente de episodios de prácticamente todos los programas que se emiten en canales holandesas incluyendo series, realities, documentales, talk shows, etc... con lo que tenéis material para dar y tomar y podéis ver en cualquier momento todos los episodios de los programas que os interesen. Además, y la cosa mejora, la mayoría de estos episodios incluyen la opción de agregar subtítulos (se activan en el botón de la T, como muestra la imagen). Los subtítulos están en holandés, lo cual no es tan idílico como si nos vinieran en español o inglés, pero aún así constituyen un recurso de aprendizaje muy útil para los que estéis estudiando el idioma.
¿Un programa recomendado? Het klokhuis. Es un show para niños en el que cada día se habla sobre un tema: el cerebro, la comida, Rembrandt... Si el nivel de dutch os alcanza es una opción interesante, pues además de repasar el idioma podéis practicar vocabulario focal e incluso aprender cosas nuevas. Desgraciadamente los dibujos animados no vienen con subtítulos (al menos yo no he encontrado ninguno), así que si vuestro nivel aún no es suficiente podéis empezar por esta otra web, que alberga algunos videos con subtítulos dobles, es decir que se muestran al mismo tiempo en holandés y español (u otro idioma si lo preferimos). ¡Y tienen capítulos de Barrio Sésamo!
Si no vives en Holanda o, como yo, no eres amigo de televisores, ésta es tu solución para ir haciendo el oído al idioma holandés. ¡Y ya sabes, a añadir en tu lista de buenos propósitos el ver un poquito más telebasura!