Revista Viajes
10. Despedida de Serel y desplazamiento hasta Sibiu.
Aunque en casa de la familia Ierulescu nos encontrábamos casi como en nuestra propia casa ni se trataba de eternizar nuestro alojamiento, ni de prescindir del conocimiento del resto de Rumanía.
Por tanto, aprovechando que Paula y Andrea debían prepararse para asistir por la tarde/noche a sendas bodas, liberamos a Daniela, su madre, de estar pendiente de nosotros, y nos desplazamos hasta Hateg, con el ánimo de hacer la última visita y tomar algunas fotografías para el recuerdo.
Como no queríamos volver muy pronto a casa de los Ierulescu, nos marchamos hasta Petrosani y allí, en la calle peatonal principal, conseguimos una buena comida a base de carnes, regada con cerveza checa; y después nos desplazamos al centro comercial Kaufland, donde conseguimos una buena tarta de chocolate, para celebrar por la noche nuestra despedida de Serel con el matrimonio Ierulescu.
Al regresar a nuestro alojamiento aun tuvimos la oportunidad de ver cómo Paula y Andrea habían vestido sus mejores galas para asistir a las bodas y no pudimos menos que fotografiarlas para la posterioridad.
A anochecer, quedamos las dos parejas, es decir, los anfitriones y nosotros mismos, para degustar una cena ligera y comer la tarta, pero no solamente la nuestra, sino también otra casera que había preparado Daniela.
Desde luego, el tsuica no faltó, como tampoco un buen champagne.
Y así llegó y pasó la última noche en Serel; y la siguiente mañana, desayunamos sin prisa con toda la familia, y hasta yo mismo hube de rehusar varias botellas de tsuica que el bueno Ion Ierulescu se empeñaba en que mellevaraa España, pero que la limitación deequipaje impedía transportar.
Al filo del mediodía, tras un montón de despedidas y abrazos, emociones por doquier, salimos en dirección a Sibiu, comentando los agradables días que noshabía brindado la estancia con la familia Ierulescu.
Ya en ruta, poco después del enlace hacia Deva, tomamos la autopista, que era de magnífico nivel europeo, en la que los rumanos gozaban apretando el acelerador, ante la ausencia de controles aparentes.
Pretendimos parar en una anunciada área de servicio, que no era tal, pues los servicios sanitarios eran una cabina al aire libre cerrada concandado; y la cafetería era una máquina de hacer café a la intemperie. ¡Para una autopista que encontramos en Rumanía, no tenía área de servicios!
El trayecto hasta Sibiu fue cómodo y rápido, yno sin cierta dificultad ( por las calles algo estrechas y con direcciones a veces contradictorias, hallamos nuestro alojamiento en la Piata Mare, el llamado “Rabbit Hole”, con la dificultad de no poder llegar hasta la plaza, porque estaba cerrada con bolardos, ya que era peatonal.
De Sibiu trataré en la próxima entrada.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
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