Revista Filosofía
De la tradición filosófica sobre la verdad podemos extraer tres tipos de verdades que se han decantado a lo largo de la historia. La primera es la verdad como correspondencia que tradicionalmente se atribuye su formulación a Aristóteles, y lo que enuncia básicamente es que lo que se dice ha de corresponder con algo fuera de lo dicho, es decir con la realidad de la que se está hablando. En segundo lugar, se suele hablar de la verdad como coherencia su enunciación se atribuye a Hegel pero inspirado en el sistema de Spinoza. En todo caso ambas, se relacionan con el principio de identidad y de contradicción, en la verdad como coherencia las identidades que se delimitan deben estar sustentadas por un discurso no contradictorio. La verdad como correspondencia supone cierta isomorfía entre lo dicho y lo señalado. Ahora bien, tanto una verdad como otra carecen de cierto realismo "util", por eso una tercera teoría sobre la verdad es la que se ha denominado verdad como pragmática atribuida su enunciación a William James. Mientras que la verdad como coherencia es muy útil para toda forma de sistematización ya que permite el estudio de las posibles contradicciones, en el caso de la verdad como correspondencia posibilita deducir las imágenes, modelos, o los mundos de tales sistematizaciones, la verdad pragmática deshace el círculo vicioso que a veces resulta de la relación entre correspondencia y coherencia. Responde a la pregunta, y ¿para qué sirve eso?. Sin embargo, creo que hay una relación más profunda entre verdad como pragmática y las otras dos que la de deshacer los posibles circulos viciosos entre ellas. Si en vez de situarnos en la perspectiva teórica de la relación entre coherencia y correspondencia, y sólo cuando no vemos salida a los problemas, qué solo entienden científicos especializados o lógicos, acudimos a encontrar una referencia pragmática para ver que aquello tiene algún sentido. Por el contrario podemos situarnos en la perspectiva de que todas las verdades parten de cierta utilidad, de que la verdad es una relación con las cosas con los hechos (eso significa pragma en griego), y solamente en la medida que se reconstruye discursivamente esta relación útil con los hechos, con las cosas, en tanto que operamos con ellos, podemos enunciar discursos coherentes y modelizar teorías. Pero de lo que se parte es de una una relacion con las cosas o hechos.La verdad como pragmática situada en primer plano permite ver la íntima relación de la verdad con el sentido. Lo que hacemos, lo que usamos o fabricamos remite a un sentido, si queremos útil, funcional, antes de realizar cualquier estudio de la verdad de las cosas o de los hechos, que reconstruya las formas de hacer y usar. Este sentido es anterior a cualquier búsqueda de la verdad, y mucho más funcional. Además solamente en la medida que la producción y los usos se han diversificado se ha visto la necesidad de diferenciar verdad de sentido. Pero la verdad tiene principalmente su campo en lo hecho, y por tanto cualquier reconstrucción, refiere al pasado, y a la irreductibilidad del sentido que siempre apunta a un por hacer.La simulación, por ejemplo, en la fabricación industrial puede verse como el mayor avance de la verdad sobre el sentido, ya que permite desarrollar discursos coherentes, modelos virtuales y garantizar la fabricación completa de lo simulado. La pragmática ha quedado completamente absorbida por la coherencia y la correspondencia.Sin embargo, no de todas nuestras acciones y producciones puede decirse lo mismo. La pragmática sigue siendo la verdad que ha de ponerse en primer lugar, y aunque en sociedades extensas sea conveniente su plasmación en discursos coherentes y en modelos reconocibles, sin embargo, el discurso que suele acompañar en la mayoría de lo que hacemos el común de los mortales, son discursos dotados de sentido, y no estrictamente verdaderos. La tradición de la verdad asociada al sentido no corresponde ya a autores que intentaron aclarar lo que hacemos y racionalizar mediante imágenes, o coherencias, o apelando a la utilidad, sino que la verdad en la medida que es usada por una comunidad apela a aquello que mantenga a esta; en forma de confianza en el futuro, expresado en el término emunah del hebreo antiguo; o ilusión de un pasado glorioso, así puede verse el término aletheia de los griegos; o veracidad en el decir que es lo que significa el término veritas en latín. En todo caso la verdad sustentada por distintas comunidades tienen relación con el tiempo, lo que parece faltarle a la verdad como la forma de las cosas. Si en el caso de la verdad como forma u objetividad la pragmática reclama primacía, en el caso de la verdad en relación con la comunidad, la verdad como veritas es la que reclama la primacía, en la medida que lo que contextualiza la acción se exige a un individuo perteneciente a su comunidad de hablantes veracidad, sinceridad. Lo que parece desaparecer, entonces, es la verdad implicando al conjunto de la comunidad sea por su pasado, sea por su futuro. No significa que el individuo que reclame verdad en sentido de sinceridad desdeñe cualquier proyecto en común, sino que reclama por el contrario cualquier proyecto común esté basado en discursos veraces y sinceros. Pero entonces, como garantizar esta veracidad tanto en el decir, como en lo referente a lo acaecido. No hay otra que invocar a todo el estudio hecho por individuos que reclamaron otra forma de ver la relación de lo que decimos con lo que hacemos y dio por resultado la tradición filosófica de la verdad, de la que hemos destacado la verdad como correspondencia, como coherencia y como pragmática. Dicho queda.