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Verdades embarazosas V: convencional vs alternativo

Publicado el 18 enero 2016 por Angela Monasor @AngelaMonasor

Cuando llega un nuevo miembro de la familia, vamos a visitarle al hospital. Aunque la mayor parte de los partos de mujeres sanas podrían darse sin intervención médica, no se puede predecir cuándo pueden aparecer complicaciones, y se considera que es más seguro que el parto ocurra en un entorno hospitalario.

Sin embargo, se ha observado que el parto en hospitales puede estar ligado a un aumento de intervenciones médicas -algunas innecesarias- , que pueden acabar provocando complicaciones. Es por esto que algunos grupos recomiendan que en el caso de mujeres sanas, el parto se realice en casa, con ayuda de una matrona experimentada, y con la posibilidad de trasladar a la madre al hospital en caso necesario.

El problema es que no hay evidencia necesaria para inclinar la balanza a uno u otro lado. Una vez más, nos vemos ante una cuestión que atañe a la salud de la mujer y del recién nacido, sobre la que aún no tenemos la información suficiente.

Pero quizá encontremos una solución intermedia. ¿Podemos hacer que el hospital se parezca más a nuestra casa? Los paritorios suelen tener el aspecto tradicional de una habitación de hospital: cama en el centro, equipo e instrumental médico a plena vista, nada de decoración, aspecto muy frío… Algunas instituciones están modificando sus salas de parto para que tengan un aspecto más acogedor.

Sala de parto donde se han añadido elementos para hacerla más acogedora

Sala de parto donde se han añadido elementos para hacerla más acogedora

¿Y sirve esto para algo? Pues parece que sí. En una revisión de diez ensayos clínicos con un total de casi 12.000 mujeres, se vio que en las instituciones con aspecto más cuidado había una disminución de la probabilidad de intervenciones médicas y un aumento de la probabilidad de parto vaginal espontáneo, así como de la satisfacción de la madre. Pero otra vez nos encontramos con una limitación. Varios de los ensayos analizados se habían diseñado de forma que no se puede discernir si los resultados son fruto de los cambios en la habitación, o de las políticas llevadas a cabo en el centro sanitario.

Y para acabar, seguro que hay quien se está preguntando por los partos en el agua. En este caso, se sabe que la inmersión en agua durante la dilatación del cuello uterino puede reducir el uso de anestesia epidural sin afectar negativamente el parto. Sin embargo, se necesitan más investigaciones para ver cómo la inmersión en agua puede afectar a la madre y al al bebé durante el parto expulsivo y el alumbramiento.

Aunque queden muchos interrogantes abiertos, una cosa está clara: tanto las futuras madres como los responsables de elaborar los programas de parto deben estar debidamente informados sobre los beneficios de promover un parto con el menor número de intervenciones posibles, dando a las mismas la importancia que se merecen.


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