Vestidos de cine hay tantos como películas, pero un puñado de prendas perduran en la memoria y fueron capaces de crear tendencias por sí solos.
Imagen: Movie-Fan/Foter/CC BY-NC-SA
Si hay un vestido de cine que destaque entre todos es el de Marilyn Monroe en La tentación vive arriba (1955). La imagen de la rubia más famosa de todos los tiempos intentando controlar el revoloteo de sus faldas blancas sobre el respiradero del metro no necesita presentación. Ese vestido es un icono cultural y lo creó William Travilla, el diseñador que vistió a la actriz en ocho de sus películas y con la que compartió una amistad. Tanto que, tras el temprano fallecimiento de la actriz, el modisto protegió muchos de sus trajes en su domicilio. Tras su muerte en 1990 han sido expuestos en alguna ocasión por la pareja del creador, Bill Sarris, siempre con fines benéficos.
Sin embargo, el vestido de La tentación vive arriba es propiedad de la actriz Debbie Reynolds y está expuesto en el Hollywood Movie Museum, junto con muchas otras piezas de la historia del cine que se han ido consiguiendo en subastas.
Otros trajes de Marilyn Monroe ocupan un puesto destacado en la memoria colectiva cinematográfica, como el de tafetán rosa con el que cantó Diamonds Are a Girl’s Best Friend en Los caballeros las prefieren rubias o el que lució en Niágara (ambas de 1953). Pero no sólo convirtió en mito los atuendos que llevó en las películas. Hay otro ejemplo más que ella elevó al Olimpo de la moda, cuando cantó el Happy Birthday más famoso de la historia al presidente Kennedy, enfundada en una pieza cosida directamente sobre ella para ajustarse con exactitud a su cuerpo y confeccionada con miles de cristales. En 1999 fue vendido en una subasta a dos coleccionistas por 1,26 millones de dólares, un precio que consideraron barato porque aseguraron que hubieran estado dispuestos a pagar hasta tres millones.
Imagen: The Foxling/Foter/CC BY-NC-SA
Precisamente el creador de ese vestido, Jean Louis, también fue el autor de otra de las imágenes leyenda de la historia del cine: la de Rita Hayworth en Gilda (1946) con un traje negro para el que se inspiró en el cuadro Madame X, de John Singer Sargent. La actriz puso la guinda al ya de por sí sugerente atuendo al quitarse uno de los guantes largos mientras cantaba, en un acto extremadamente provocativo para el Hollywood de 1946. Pocos sabían que estaba esperando un hijo en esos momentos y el vestido se creó para disimular las curvas propias del embarazo.
(Imágenes: Christina Saint Marche / Fred Baby/Foter / CC BY-NC-ND)
Pese a un exiguo físico de apenas 50 kilos en un Hollywood amante de mujeres de formas rotundas, Audrey Hepburn creó moda por sí misma y, frente a los modelazos excesivos propios de la gran pantalla de la época, fue capaz de convertir en imprescindible un sencillo estilismo que, a día de hoy, no falla en ningún armario femenino: pantalones pitillo, jersey y bailarinas. El look de Sabrina (1954) sería el primero que crearía para ella Hubert de Givenchy, al que le uniría para siempre una fuerte amistad.
“Dependo de Givenchy tanto como las americanas dependen de sus psiquiatras”, dijo la actriz en una ocasión. Y el modisto la vistió en Charada (1963), Encuentro en París (1964) y, por encima de todo, en Desayuno con diamantes (1961). El vestido largo de raso negro sin mangas, que Hepburn lució con un collar de perlas en cascada y adorno de diamantes en el pelo frente al escaparate de Tiffany, sigue siendo el más copiado de la historia del cine.
Para evitar sustos en caso de incidencias durante el rodaje, Givenchy hizo tres copias del diseño. Una de ellas, cedida por el diseñador a Dominique Lapierre, fue subastada por Christie’s en Londres, el 5 de septiembre de 2006, por una cifra final de 607. 720 euros, que se donó a la ONG Ciudad de la Alegría de India.
Pocos saben que otra de las copias está en España, en el Museo del Traje de Madrid, donada por el propio Givenchy (junto a otras cinco de sus creaciones). Pero ahora mismo la prenda fetiche puede contemplarse en otro Museo, el Thyssen, en la retrospectiva dedicada al modisto.
Imagen: Barbie Harris37/Foter/ CC BY
Unos años antes de Marilyn, Rita y Audrey, el mundo se había rendido a una película sin la que no se entendería la cultura cinematográfica contemporánea. Lo que el viento se llevó (1939) fue el filme más caro realizado hasta el momento. Y el vestuario era acorde con ese alarde. Walter Plunkett era el diseñador de trajes de época más famoso del Hollywood del momento y no decepcionó. Inspirándose en la novela de Margaret Mitchell, diseñó 2.000 vestidos para la película y todos los de Vivien Leigh eran espectaculares, desde el de terciopelo verde que la protagonista confecciona con cortinas para impresionar a Rhett Butler en la cárcel, al rojo fuego que luce en la fiesta de cumpleaños de Ashley.
Los vestidos de Escarlata O’Hara forman parte del Archivo David O. Selznick del centro de investigación Harry Ramson de la Universidad de Texas, en Austin. Los delicados trajes se han ido deteriorando con el tiempo, hasta el punto de que no pueden exhibirse. Con este motivo, en 1986 se realizaron réplicas exactas de cuatro de ellos, incluido el de terciopelo verde, para el que hicieron falta más de 14 metros de tela y 200 horas de trabajo. Como curiosidad, las cortinas que supuestamente utilizaba Escarlata para su confección se subastaron en 1970, y fueron compradas por los propietarios de Belvedere, una mansión museo de Illinois, donde siguen expuestas.
Imagen vía Youtube.
El cine más actual también ha dejado prendas para el recuerdo. En la memoria quedan las imágenes del cruce de piernas más famoso de la historia, con una misteriosa y sexy Sharon Stone en Instinto básico (1992), luciendo un minimalista vestido blanco sin mangas de Nino Cerruti.
Suyo también es el vestido rojo que convierte a Julia Roberts en Pretty woman (1990). Y si de tendencias se trata, la actriz fue la primera en lucir en esa película unas botas mosqueteras, tan de moda en este otoño-invierno.
Imagen:The Foxling/Foter/CC BY-NC.
Más recientemente, otro atuendo que hizo suspirar ante la pantalla del cine a mujeres y hombres (por motivos distintos, seguramente) fue el de Keira Knightley en Expiación (2007). Diseñado por Jacqueline Durran en seda verde esmeralda y con finísimos tirantes, fue elegido como el mejor vestido de la historia del cine en una encuesta conjunta de la revista In Style y SkyMovies, desbancando a todos los clásicos ya citados. La actriz lo lució con joyas de Chanel.
En esa votación también aparecieron otros vestuarios del celuloide, como los leggins ultraceñidos negros de Olivia Newton-John en Grease (en cuarto lugar tras Knightley, Monroe y Hepburn), el traje azul de Kate Winslet en Titanic; el de chaleco y corbata de Diane Keaton en Annie Hall, el corsé de Nicole Kidman en Moulin Rouge, el es- cueto de Liza Minelli en Cabaret y el espectacular de Cate Blanchett en Elizabeth: La edad de oro. Vivien Leigh/Escarlata O ́Hara cerraba la lista.
El cine deja muchas inspiraciones a la moda, desde Elizabeth Taylor de blanco inmaculado en La gata sobre el tejado de zinc a los pantalones de campana de Travolta en Fiebre del sábado noche o los futuristas looks de Mad Max. Sin olvidar una prenda que recibió el nombre directamente de una película: la rebeca.