Revista Atletismo

VI Marcha Cueva del Gato

Por Juan Andrés Camacho Fernández @CorredorErrante
VI Marcha Cueva del Gato
Tengo una relación muy especial con Benaoján; hasta 2014, año de mi debut en los 101 km de Ronda ni si quiera había oído hablar del pueblo, por el que pasábamos camino a Ronda en el tramo final.

Sin embargo, en el último año he pasado por él en la V Marcha Cueva del Gato, el Reto 360, el V Ultra Trail Sierras del Bandolero, los XIX 101 km de Ronda... y hoy de nuevo estaba llegando a Benaoján para una nueva edición de la Marcha Cueva del Gato, que me recibía con 7 graditos.

En esto de las carreras por montaña y los ultras, casi podría decirse que Benaoján es mi segunda ciudad, así que llegaba con mucha ilusión y mucha energía, pese a haber dormido apenas 3 horas la noche anterior, en sintonía con una semana que había pasado cargada de emociones (esta sería la tercera competición en 6 días...).

A las 7 en punto estaba en la plaza, donde Bartolo, concejal de deportes y gran ultrafondista, se encargaba de la entrega de dorsales.

En la bolsa del corredor, chacinas, unos manguitos y una camiseta nos daban la bienvenida, junto al dorsal.

Como hasta las 9 no sería la salida, aunque soy muy apretado y me gusta estar cuanto antes mejor preparado para la salida, me dirigí al bar donde desayunamos en el Reto 360, que mantenía aun el mollete con aceite y tomate y el cola-cao a 2 euros (en otras localidades el día de las pruebas un solo cola-cao puede costar los 2 euros perfectamente...).

Así, tras mi segundo desayuno (desayuné pasadas las 4 en Fuengirola, antes de salir) y pasar por el baño, ya estaba listo para echar a correr si era necesario.

Uno de los puntos que señalé a mejorar en la crónica del año pasado fue la entrega de dorsales, pero este año estaba siendo muy fluida y estaba claro que a las 9 estaríamos listos para salir.

Fui saludando a la gran multitud de compañeros que ya se amontonaban en la plaza, como Antonio Cayetano, Rafael Tamayo, la numerosa comitiva del Maratón Barbate...

El ambiente era totalmente festivo, y cuando poco después de preparar el corralito de salida Soraya, la alcaldesa, nos animaba a saltar a ritmo de los madrileños Tequila, el júbilo fue máximo.

A las 9 en punto, bocina en mano, Soraya y Bartolo dieron inicio a la prueba, y allá que nos lanzamos como cabras hacia el monte, donde nos esperaba un dron para grabar unos planos a los que tengo ganas de echarles el ojo.

Salí fuerte, menos que el año pasado, ya que la parte menos corrible junto a la subida final a la Cueva del Gato son los primeros km, y ahora venía preparado, pero aun así cogí buen ritmo.

El año pasado no corrí con huaraches porque venía de hacer las 24 Horas Solidarias La Breña Xtreme la semana anterior, donde sí calcé huaraches, y tenía los pies aun muy sensibles; pero este año, armado con las Terra, avanzaba a buen ritmo ante la atónita mirada de varios corredores.

Puse buen ritmo tras un corredor que llevaba el móvil con un programa de seguimiento GPS que nos iba cantando los parciales, equipado con el maillot del Hole de este año, pero como iba realmente cómodo acabé por pasarle.

Seguimos ascendiendo, por la calzada romana, ya pisada y con bastante barro, por lo que eché el freno para no resbalarme (pese a que los hauraches suelen agarrar bastante bien), y no tardaron en juntarse corredores por detrás, de entre los que escuchaba una voz conocida...

El año pasado paré a orinar nada más salir del pueblo y pisar monte, y lo pasé regular con los tapones en el ascenso; este año el que podía hacer tapón era yo, así que avisaba por si desde detrás venían con prisa, pero de momento no era el caso.

Como intuía, la voz era de Álex, que sufrió para acabar el Hagua dado a que corrió con puntos frescos, pero hoy lo notaba más fuerte.

Aunque no tenía prisa, les cedí el paso a él y varios corredores más en cuanto comenzó la bajada, ya que no era mi intención lanzarme a tumba abierta con el suelo húmedo y tantas piedras.

Llegué al primer avituallamiento, donde me sellaron, en 50 minutos, 10 más rápido que el año anterior, y con las piernas todo lo frescas que podían estar acumulando el kilometraje y desnivel que llevaban ya encima en lo que iba de semana...

Avanzábamos ahora por carriles anchos que invitaban a correr, blanditos por la lluvia caída los días previos a la prueba; era una delicia correr con huaraches por esos parajes y sobre ese firme...

Poco a poco comencé a recuperar posiciones, y me pegué al corredor con el Maillot del Hole, que me comentó que pese a todo lo que habían balizado, algunas se habían perdido ya en los primeros km (estaba muy bien señalizado, me despisté un par de metros por fuera del camino en un par de ocasiones por no levantar la cabeza del suelo).

Llevábamos un ritmo muy similar, así que nos pusimos a avanzar codo con codo hasta el segundo avituallamiento, donde empleé apenas unos segundos en beberme un vaso de isotónica y continuar el ascenso, tras un corredor de azul que llevaba bastante cerca.

Antes de alcanzarle yo me alcanzó de nuevo el corredor del Hole, y dejamos la sierra atrás mientras un par de corredores jovencitos nos adelantaban.

Ya se veía Cortes de la Frontera, y tras presentarnos (llevábamos más de una hora corriendo juntos), Vallejo me enseñó el sendero por donde bajaríamos el año que viene, en lugar de las zetas que ahora descendíamos a gran velocidad, recuperando varias posiciones.

Iba bastante descansado y muy cómodo con el ritmo que Vallejo marcaba, así que me parecía que estaríamos en mediación de carrera, pero según un voluntario de Protección Civil, aun no llegaban a la treintena los corredores que se encontraban por delante.

Vallejo comenzó a distanciarse en la bajada, cuando se volvió algo más técnica, y desde atrás, una voz me "regañó" por llevar el "calzado técnico" en otro maratón de montaña (bueno, este de 43,7 km, algo más que un maratón).

Era Rafael, del Jarapalos, que bajaba a gran velocidad y no tardó en dejar atrás a Vallejo.

Lo alcancé al llegar al instituto de Cortes, y llegamos juntos al avituallamiento, donde los voluntarios nos echaron una foto.

No tenía hambre, pero decidí comerme una barrita e hidratarme bien; venía, como en el Hagua, preparado para correr en autosuficiencia si hacía falta, pero de momento, salvo un par de buches al Powerade, no había tocado nada.

Rafa fue el primero en dejar el avituallamiento, después le seguí yo y por último Vallejo, que me alcanzó en la bajada hacia la Estación de Cortes, un tramo que, a la inversa, se me hizo eterno este año en el Ultra Trail Sierras del Bandolero.

Cogimos brevemente asfalto y volvimos a la carretera, por las pistas paralelas a las vías del tren.

En el avituallamiento alcanzamos a Rafa, y aunque en primera instancia lo dejamos atrás, pusimos buen ritmo los pies charlando sobre Bandoleros (que Rafa ganó con su equipo este año), la Cueva del Gato (cuyo recorrido organiza Vallejo, y nos comentaba los cambios de futuras ediciones) y diversas pruebas de la Liga Rondeña de Ultrafondo.

Tengo pendiente una carta abierta a la Liga Rondeña de Ultrafondo ahora que ha acabado, ya que hay varias disonancias que chocan mucho y que, de mantenerse, hacen que peligre y mucho la calidad de una liga que ha sido todo un referente en el panorama del ultrafondo.

Recordaba esos carriles del año pasado como una zona de sube y baja dura, un poco pesada psicológicamente por la que, pese a ser corrible, sufrí muchísimo en la edición anterior, y no se si este año iba más lento, pero se me pasó en un suspiro.

En el avituallamiento intermedio perdí a Rafa y Vallejo, que no podían ir muy atrás, y no tardé en comenzar a pasar a corredores de la prueba corta.

Pasamos al otro lado del Guadiaro, dejando atrás la Estación de Jimera de Líbar, y entramos en una de las zonas que más me gustó el año pasado y donde más posiciones remonté.

Este año no venía nadie por detrás y no veía a nadie por delante, pero puse un buen ritmo (entre 5 y 6 minutos el km, según las subidas que hubiese) y no tardé en visualizar a corredores a lo lejos.

El primero me costó varios km, un hombre de azul, pero acabé alcanzándole, después había un muchacho más joven, y ya poco antes del avituallamiento, otro corredor cuya equipación no recuerdo.

Pese a hacer un día de escándalo (me quité los manguitos antes de llegar al km 2, y ahora porque íbamos a resguardo del sol, porque si no haría calor...), había muchos menos senderistas por la zona, así que no había problemas para avanzar a buena velocidad.

Ya teníamos la carrera en el bolsillo, con Benaoján asomándose en la distancia, pero entonces... ¡horror!

Me dio un retortijón de extrema urgencia y no tuve más remedio que salirme del camino y evacuar como pudiese... ¡menos mal que voy siempre cargado con papel de combate!

Tardé casi más en limpiarme que en obrar (creo que fueron las barritas de higo del avituallamiento previo a la Estación de Jimera... abusar nunca es bueno...), y me dio mucho coraje, no porque me adelantase el muchacho al que había dejado atrás hacía nada, sino porque estuve casi 3 minutos fuera de carrera, ya en el tramo final y yendo realmente cómodo.

Me propuse alcanzar al corredor como fuese, y justo cuando salía de la zanja donde había estado evacuando, me resbalé y me pegué un buen golpe en el empeine derecho, donde me clavé un par de piedrecitas.

Tardé varios metros en poder establecer una zancada estable y sin cojear (me dolía bastante el pie), pero ya por amor propio y aunque doliese, tenía que colocarme en la posición que "merecía".

Alcancé al muchacho antes de llegar al tercer punto de sellado, donde tan solo tomé un vaso de agua, y acometí el ascenso por la derecha a gran velocidad, esquivando senderistas y recordando la noche en la que Paco, Pascal, Pablo, Bartolo y un servidor nos dirigíamos hacia Benaoján desde Ronda, al amparo del manto de la noche... ¡que recuerdos!

Hubo algunas zonas estrechas en las que había un poco de tapón, pero a poco que preguntases te hacían hueco; iban a un ritmo tan fuerte que llegaron a preguntarme si era el primero.. ¡ojalá!

Estaba contento porque y pese a todo, tenía todas las de batir mi marca de la prueba, llegando más descansado que el año pasado pero lejos de estar descansado de verdad, y este año, con huaraches, que muchos me dicen que "seguro que con ellos voy más lento".

En uno de los adelantamientos a un grupo de unos 3 corredores, por no esperar a que me hiciesen paso, les avisé de que les adelantaba por la derecha, pisé entre los matorrales fuera del camino y al volver a apoyar el pie izquierdo noté una punzada horrible en plena planta del pie.

Me aparté para que pasasen mientras repasaba con la mano la zona entre el empeine y el huarache y no notaba nada raro, pero al apretar de nuevo... otra punzada.

Desabroché el huarache y vi que había una púa casi tan grande como mi dedo meñique (al comienzo) sobresaliendo, que partí, ya que no podía sacar, pero al calzarme de nuevo seguía notándome raro...

Me dio por desabrocharme el huarache de nuevo y darle la vuelta y había una zarza como un dedo de gorda totalmente clavada en el huarache (tuve que hacer fuerza para separarla).

Era la primera vez que algo así conseguía atravesar la suela y el footbed y pincharme el pie desde el suelo, ¡estaba atónito!

Ya sin pinchos, tras algo más de un minuto en un lado del sendero, pero con la planta del pie ardiendo por los pinchazos, me pegué una carrera, adelanté al grupito, y, dejando a la izquierda el avituallamiento, me lancé al galope por las zetas de cemento.

Fui adelantando a varios compañeros del Maratón Barbate en la bajada, al llegar al camino viejo de Ronda me permití caminar un poco para recuperar el aliento, y nada más completar la subidita a la carretera me lancé progresivamente a la carrera.

Recordaba la llegada, ya nocturna, a Benaoján, hacía casi un año, durante el Reto, y lo bien que lo pasamos en el pueblo esa noche, en la que nos recibieron como héroes y nos dieron un trato increíble.

Por suerte, en muchos pueblos nos dieron un trato muchísimo mejor del que pedíamos (suelo techado para dormir si era fin de ruta, agua y fruta), ya que lo importante era el apoyo económico a la Fundación Cudeca, pero en Benaoján se volcaron muchísimo.

Así, con la mente divagando en los recuerdos, afronté la última subida, muy animado, físicamente muy entero, y animando a todos los corredores que iba pasando.

Crucé la meta, mejorando por varios minutos el tiempo del año pasado, pese a las incidencias acaecidas en los últimos kilómetros de carrera, y recibí mi medalla y mis tickets de comida (otra sugerencia que hice en mi crónica del año pasado, ya que es más cómodo para el corredor).

Saludé a otros corredores en la barra mientras me atendían (2 bebidas y mucha variedad a elegir en las comidas para cada corredor), en la que atendía una muchacha que me sonaba mucho... Olga, otra de las concejalas, totalmente involucrada en la prueba, como todo el pueblo.

Me senté en los escalones a comer justo cuando entraba Vallejo, que mejoraba su registro en casi 20 minutos y llegaba muy contento, y saludando a unos y otros fui terminando mi almuerzo.

Muchos ya lo sabréis, pero hubo una fuerza vital detrás del Reto que nos revolucionó a todos en su día, a los corredores, al equipo de apoyo y a todos los pueblos por los que pasamos, llevando el nombre de Cudeca a todos los rincones: mi padre.

Hacía cosa de un mes daba por hecho que correríamos la prueba juntos, pero su salud actual le impide hacer ningún tipo de deporte hasta que mejore, y desde Benaoján lo sabían y me mandaron la camiseta y manguitos de la prueba como recuerdo, junto a muchísimo ánimo y afecto para él.

VI Marcha Cueva del Gato

Olga, servidor y Bartolo, con el detalle para mi padre

Sé que es muy difícil ser imparcial habiendo vivido tanto por esas tierras y significando la prueba tanto para mí, pero lo intentaré en el análisis que siempre hago de lo mejor y lo peor de cada prueba, en un evento que se intenta superar cada año.

Como me comentó Vallejo, en unos días se reunirían todas las personas involucradas en la prueba para hacer autocrítica, analizar los puntos fuertes y débiles y presentar las propuestas de recorrido de cada a la futura edición; cuando hay ganas de hacer las cosas bien, salen bien.


Lo mejor
-Para no repetir lo del año pasado (el recorrido, muy variado, los avituallamientos, bien colocados, y la bolsa del corredor, muy completa), señalaré otros aspectos de la prueba; el primero, la inclusión de los manguitos conmemorativos, una prenda diferente y que se usa mucho.

-En segundo lugar, mención especial para los voluntarios, que con tan buen trato y ánimo nos atendieron por toda la prueba, algunos en zonas de acceso algo complicado; es muy bonito ver a gente, sobre todo a los más jóvenes, involucrada con estos proyectos.-La llegada a meta, con los cronometradores de Dorsalchip a pie de arco, que nada más llegar mencionaban tu dorsal y comentaban algo, personalizando la experiencia de llegada a meta.

 A mejorar

-Tanto en el tramo inicial (hasta el avituallamiento del km 6 aproximadamente) como en el tramo final (ascenso a Cueva del Gato) hubo un poco de tapón, y yo me encontraba en una posición bastante adelantada; separando ambas salidas por 15-30 minutos podría evitarse, al menos, el primero, no sé cómo afectaría a la logística de la prueba, pero podría ser algo a considerar si la prueba sigue creciendo.

-Del mismo modo, y para hacer más cómoda la salida desde el cajón para la próxima edición, que seguro que atrae a más público, esa división en 2 de la salida ayudaría mucho.

-Y por último, aunque siempre habrá gente dividida en este aspecto, podría ser interesante adelantar la entrega de premios, como finalmente se hizo este año, ya que al dejar la organización 12 horas de margen para realizar la prueba (permitiendo a todo tipo de público completarla sin presión), y terminando los corredores más "pro" la prueba por debajo de las 5 horas, es normal que aquel que echa menos de 4 se impaciente cuando tiene otras obligaciones que atender en casa.

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