Más allá de la información que se pueda encontrar en internet acerca de esta obra, y que da cuenta de su historia, de las dificultades para su materialización, y de múltiples anécdotas relacionadas con ello, visitar la casa cuyo diseño el cirujano e inventor de instrumental quirúrgico Pedro Domingo Curutchet encargó a Charles Edouard Jeanerett, Le Corbusier, es una experiencia única en cuanto a la percepción del diseño hecho para la medida humana. Cada espacio, cada distancia, cada altura, calzan a la medida del cuerpo humano como un zapato de marca, al pié.
Es una cátedra viva de ergonometría, con sus pasamanos a la distancia y a la altura justa, con sus muebles y asientos diseñados para espacios específicos, y adecuados a la medida del usuario en forma perfecta, con sus habitaciones de medidas precisas, con sus baños compartimentados, pero unitarios, privados, pero luminosos.
Es también una cátedra viva de funcionalidad, de composición plástica, de detalles constructivos. Una cátedra del buen hacer arquitectónico, que todos pueden disfrutar, pero sólo puede llegar a cristalizar quien ama la arquitectura por sobre toda otra consideración, y que tiene conciencia de que sus obras lleva su firma, pero son otros quienes las viven, las disfrutan o las sufren.