Editorial Arkadia Publishers
Book. 125 páginas. Primera edición de 2013.
Casi nunca consigo cumplir mis planes de
lectura. Quiero leer desde hace años, por ejemplo, a David Foster Wallace y sacar sus libros de la biblioteca se acaba
convirtiendo en una tarea más complicada que para el agrimensor K acercarse al
castillo. Al ir a casa de mis padres los domingos paso por los puestos de
libros de segunda mano de la Cuesta de Moyano, me paro y siempre creo encontrar
alguna ganga: una primera edición de un libro hispanoamericano publicado en los
80, una novedad que se vende a mitad de precio porque le llegó a algún
periodista cultural y éste lo vendió al puesto de la Cuesta de Moyano por 2
euros... O quiero descubrir si realmente es tan buena esa novedad de la que
tanto se habla en internet... O últimamente un autor o un editor me escribe al
correo electrónico y me propone enviarme su libro. Al principio decía casi
siempre que sí. En realidad, creo que soy una persona a la que le cuesta decir
que no, y siempre es halagador que un editor o un autor quiera enviarte su
libro para que lo comente en el blog. Sin embargo, he tenido que aprender a ser
asertivo y decir no; porque si no lo hiciera acabaría leyendo libros que en
principio no tenía pensado leer y me alejaría cada vez más de mis planes de
lectura. Elegir mis lecturas siempre fue uno de los mayores placeres de leer y
lo cierto es que el número de personas que me escriben para ofrecerme sus
libros va en aumento y yo no puedo atender a todos.
Sin embargo no fui capaz de
resistirme al correo que me envió en octubre Ian Bourgeot, que firmaba su email como “editor y fundador de
Arkadia Publishers Helsinki”. Entré en su web con incredulidad: Ian Bourgeot es
un editor de origen hispanoamericano e inglés, residente en Finlandia, donde
regenta una librería que es a su vez centro cultural, y que ha editado un libro
de relatos de un joven escritor argentino afincado (hasta hace poco) en
Helsinki. Y lo ha editado en su idioma original, en Helsinki; cuando los libros de relatos de un autor español (o
que escribe en español) es prácticamente imposible verlos publicados por una
editorial española que no sea de autopublicación. El escritor al que Ian
Bourgeot me proponía leer era a Julio
Roberto Srur (Buenos Aires, 1980), que había ganado el “premio Nuevo Sudaca
Border 2010/2011”, y del que editaba su libro de relatos Viaje de la ilusión primaria
(2013).
Acepté la recepción del libro por
curiosidad, y éste me llegó al buzón hace unas semanas, en un sobre cuajado de
coloridos sellos argentinos.
Me temí lo peor al empezar a leer
el primer cuento, titulado La indemnización (el cuento que hizo
a Srur ganador del premio Nuevo Sudaca Border 2010/11) y encontrarme en su
segunda frase con una construcción lingüística que me resultaba malsonante: “El
hecho de haber fracasado en mi primer matrimonio y con las sucesivas relaciones con
mujeres no es, para mí señal de una honda frustración, aunque, por cierto, hubiera
preferido otros desenlaces”. Las negritas son mías, y con ellas resalto esa cacofónica
repetición de la preposición “con”. Por fortuna fue una falsa alarma, porque de
hecho el uso del lenguaje de Srur (salvo en esa primera impresión inicial) en
este libro es prolijo en brillos constructivos, en frases ampulosas escritas
con gracia e ironía.
La indemnización nos acerca a la desesperación de un hombre que
sucumbe a la pérdida de su patrimonio durante la crisis argentina del 2000,
pero que con un optimismo patético intenta afrontar su situación. Este cuento,
así como los tres restantes que componen la primera parte del libro, sin ser
fantásticos sí presentan elementos de extrañeza frente a la realidad narrada,
pero es una extrañeza que acerca más a los personajes a la locura o al símbolo
que a la narración fantástica. En este sentido, creo que Srur es un gran
conocedor de la historia del relato argentino, a cuya tradición pertenece. Yo
diría que en los cuentos de esta primera parte podría encontrarse la influencia
de un escritor tan sutil y original como Isidoro
Blastein; y quizás algo de la ironía (aunque en este caso menos hiriente)
de Roberto Arlt.
El goleador adelantado,
gracias al popular tema del fútbol, le sirve a Srur para escribir un relato de
trasfondo social.
En Perdón a los escarabajos
retrata la violencia inconsciente propia de los niños, y en él Srur escribe una
emotiva historia sobre la culpa y el pasado.
Las obsesiones de Laura,
con sus casi 40 páginas de letra apretada (este libro de 125 páginas podría
haber llegado a tener 200 en otro formato), es prácticamente una novela corta y
para mí ha sido el mejor texto del conjunto. Un cuento simbólico sobre la
mitificación del artista, que juega con la idea del Otro, y que acaba
resultando una lectura muy agradable. Roberto
Bolaño o César Aira podrían ser
los padres literarios de este relato. En la primera página de esta narración el
homenaje a Bolaño parece claro al hablarnos de un escritor que es “pobre como
una rata”, expresión que se repite como una broma en más de una de las novelas
y cuentos de Bolaño, cuando éste quería caracterizar a sus personajes
escritores.
La segunda parte del libro está
formada también por cuatro cuentos: El fusilamiento del fantasma, Imitación
de la ironía, El segundo de un canalla y Tesis.
Estas narraciones son de mucha menor extensión que las anteriores y de menor
calado literario.
El fusilamiento del fantasma parece la recreación juvenil de un
tema de Borges.
Imitación de la ironía,
ambientado en Helsinki, es una narración simpática, pero de anécdota demasiado
mínima.
Algo parecido a lo anterior ocurre
con El
segundo de un canalla o Tesis, narraciones que me parecen
mucho más inocentes que las planteadas en el primer bloque de relatos, y que me
hacen afirmar (sin saberlo de primera mano) que estos cuatro cuentos están
escritos antes que los primeros, y que la voz de Srur es aquí mucho más
titubeante. En este bloque del libro nos encontramos con un joven escritor en
busca de su estilo propio.
No me han gustado los cinco
cuentos que componen la tercera parte del libro. Aunque más que de cuentos
quizás debería hablar de composiciones poético-surrealistas. Se trata de relatos
aún más juveniles que los anteriores. Recuerdo como propia esa etapa que ha
debido de pasar casi cualquier escritor de cuentos: me siento a escribir sin
tener una idea previa de lo que voy a contar, simplemente me apetece sentarme a
escribir y la magia de la escritura
ya me guiará por el camino que considere conveniente. Yo experimenté una fase
así hacia los veinte años, tras leer El almuerzo desnudo de William Burroughs. Bajo los embrujos de
lo que parece prosa automática, Srur comienza la última narración de su libro,
titulada Recuerdos de ser que gravitó, de la siguiente forma: “Nubes de
polvo en una espiral que abarca estrellas, sobre una noche que parece tan
infinita como profunda. Gravito en la niebla y me veo tocando subestructuras de
luces. La interacción es nacimiento y el nacimiento se convierte en estrella,
luz, niebla, universo. Lo que llaman irregular, lo que llaman coherente, este
paisaje en esta etapa, no se aplica a las leyes de lo que emergió y de lo que
emerge permanentemente desde lo insondable” (pág. 123) y así sigue durante
otras dos páginas.
De Viaje de la ilusión primaria
me quedo con las cuatro primeras narraciones, que han supuesto una grata
lectura y que me han mostrado a un joven escritor, conocedor de la tradición de
su país, con talento y capacidad para interesar al lector. Y destaco sobre todo
Las obsesiones de Laura, una novela
corta que he leído con verdadero placer y que me hace pensar que Julio Roberto
Srur tiene probadas dotes para la novela.