Denis Côté, electrón libre de la cinematografía internacional, sorprende con cada una de sus películas, no se impone ningún límite en sus historias ni repite fórmulas que hayan funcionado ante el público. Asistir a una de sus proyecciones es una aventura cada vez diferente, llena de sorpresas, efectos inquietantes y golpes de teatro inesperados. Esta firma de originalidad fascina a unos y desasosiega a otros, pero no deja a nadie indiferente.Autor de OCNI (Objetos Cinematográficos No Identificados) con títulos tan sublimes como Ella quiere el caos (2008), o tan imprevisibles como Bestiaire (2012), un docu-mentira sobre los animales del Zoológico de Montreal, tras el sublime Curling (2010), todos nos preguntábamos por dónde iba a salir este talentoso. No olvidemos que acaba de recibir en el festival de Berlín 2013, el premio Alfred Bauer, destinado a los que se aventuran en nuevos terrenos visuales y narrativos del séptimo arte.El Festival de Sitges, que se aventura tanto y tan lejos como el director y al que debemos agradecer en cada edición tantos descubrimientos, no ha podido resistirse al encanto de la historia de esta extraordinaria pareja, Vic y Flo (interpretadas por las brillantes (Romane Bohringer y Pierrette Robitaille), en ese bosque canadiense tan imprevisible como peligroso.Victoria regresa a la cabaña de su familia tras una larga condena en prisión. No tiene muchas opciones para empezar una nueva vida. Con sus 60 años las posibilidades se reducen a gran velocidad, si vives en un pueblo perdido en el fondo del país, y además, acabas de salir del trullo. Pero Vic guarda una carta ganadora en su mano. Está enamorada, como nunca lo ha estado en su existencia, de la joven, Flo, su compañera de celda, que en breve llegará a su reencuentro.Poco le importan a la protagonista los desprecios de sus vecinos, la misteriosa aparición de una visita, inesperada y crucial en la historia, o las intromisiones del agente de prisión que vigila su libertad y con una intensa tendencia a entrometerse en su vida personal.Elementos que ya, por sí mismos, dan una tonalidad e interés a la película. Sin embargo, el cineasta no se conforma y va más allá. Según avanza la historia, un halo de misterio va instalándose en la película, hasta un final inesperado y brutal. Como en la vida, según su director, todo puede ocurrir en cualquier momento. Lo que nunca varía es que Denis Côté nunca se repite y siempre consigue sorprender al espectador. Con él ocurre que, si sus protagonistas, como indica el título, han visto un oso, al espectador le enseña todo el zoo.