Revista Espiritualidad
Las personas traumatizadas pueden adquirir permanentemente una identidad de víctimas, lo que les hace vivir desde un dolor que les lleva incesantemente a buscar la justicia reparativa buscando culpables. Entonces querrán hacer justicia con la idea de que esta actitud arreglará sus males, agrediendo muchas veces a otros por sus ideas "justas" y sintiéndose legitimadas por su dolor. Así generarán nuevas víctimas y serán agentes transmisores del mal que las ha dañado.Ojalá, la consciencia de la propia herida traumática hiciera a cada uno responsable de sí mismo y de no seguir perpetuando el mismo mal que generará más víctimas. Cuando una víctima se convierte en justiciera, cegada por su dolor puede causar mucho mal a otros.Es paradójico que la persona afectada por el virus del mal es la que más posibilidades tiene de transmitirlo. Lo que no quiere decir que no haya otros factores que provocan mal en el mundo. Obviamente hay personas que actúan como depredadores, o que solo conciben un mundo en el que solo es posible elegir el bando de los depredadores o de las víctimas, y optan por el primero para no sentirse más débiles. Estas formas de vida son instintivas y nos reducen a la dinámica de los animales más salvajes y ponen también de manifiesto las actitudes narcisistas y psicopáticas de muchos.Pero, dada nuestra dimensión humana, al menos latente en todos nosotros, es posible apelar a la fortaleza del bien en nuestro interior, para cultivarlo y estimularnos a adquirir actitudes más responsables en pos del bien de todos. Es fácil quedarse anclados en el victimismo y aporta al menos la rentabilidad de la autoimportancia, pero finalmente es algo que aniquila la propia identidad, destruyendo o eclipsando nuestro propio valor, puesto que dejamos de cultivarlo cuando nos identificamos con algo falso y cuando buscamos fuera de nosotros la causa de todos los males.
Quizás, el darnos cuenta de nuestra dimensión herida, puede hacernos más conscientes de la herida de los demás y actuar con actitudes más compasivas y comprensivas, lo que no quiere decir que no se pongan límites a las conductas destructivas y dañinas. Quizás sea más eficaz hacerlo desde actitudes más sabias.
Considero que, en cierta medida, todos somos responsables de reparar nuestras heridas por los males que hayamos sufrido. Si solo buscamos culpables seremos los nuevos verdugos en pos de la justicia y aumentaremos el peso del mal en el mundo. ¿Podemos llegar a dejar de ser transmisores del mal para lograr ser agentes de paz? ¿Será posible?
Y he de aclarar que no niego diferentes factores para la ayuda a las víctimas, ni que haya que combatir las injusticias, solo me estoy focalizando en algo a lo que normalmente no se le da mucha atención: a que el dolor de las víctimas no les ciegue y les haga buscar la justicia y la reparación de una manera injusta.*Imagen: "La mujer y la paloma unidas" de Picasso.
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