Rodolfo Walsh “no va a morir nunca” sostiene Osvaldo Bayer en el prólogo que escribió para esta edición de Operación Masacre. Hoy, el pronóstico consuela a los corazones sensibles al cuadragésimo aniversario de la breve secuencia histórica que comenzó el 24 de marzo de 1977 con la publicación de la Carta Abierta a la Junta Militar, y terminó al día siguiente con el secuestro y traslado a un centro clandestino de detención, tortura y desaparición.
Bayer radicaliza y conjuga en futuro (próximo) dos ideas bien presentes. La primera: Walsh sigue vivo en su obra, y como referente de un modo de entender y ejercer el periodismo. La segunda: su condición de desaparecido impide declararlo muerto oficialmente.
Por otra parte, el autor de La Patagonia rebelde le augura vida eterna a un escritor que nunca envejeció, entre otras razones porque resistió el encasillamiento académico. Fiel al encono que siempre expresó contra Ernesto Sábato, Don Osvaldo reivindica a Rodolfo por oposición a los “intelectuales octogenarios hundidos en el suave desencanto de la vida con la metáfora siempre elegante de la duda y el pesimismo”.

El aniversario redondo aumenta la relevancia de la carta abierta, no sólo como testimonio inobjetable de una de las etapas más oscuras que vivimos los argentinos, sino como afrenta periodística y ciudadana que apresuró la concreción de un asesinato pautado hacía rato. Sin embargo, Espectadores se permite proponer un tributo basado en otro trabajo: esa Operación Masacre que Bayer definió como “grito de alerta” y “prólogo de la tragedia que vendrá después”.