Revista Coaching
A veces, cuando el viento de Poniente sopla fuerte y barre las hojas caídas, se me mueven las tejas de mi azotea, se me filtra la humedad y me agujerea por dentro y me llega un sabor a piélago que permanece en el paladar durante varios días, como el amargo de la más horrible de las resacas.A veces, cuando aprieta el Tramontana y a gritos susurra por las noches en la jamba de mis ventanas recuerdo que teníamos entre las manos un mundo pendiente de comernos, pero que paramos de un frenazo y...