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Vientres de sal: Iodo. Aislamiento, fatalismo y superstición en el cine de Kim Ki-young

Publicado el 08 noviembre 2012 por Esbilla

Publicada originalmente en Ultramundo: critica-de-iodo-iodo-island-kim-ki.html

Vientres de sal: Iodo. Aislamiento, fatalismo y superstición en el cine de Kim Ki-young

Por mucho que cueste creerlo la historia del cine surcoreano no empezó con Old Boy. Antes de 2003, bastante antes en realidad, la particular poética extrema de la ficción audiovisual del país se había canalizado en vías diferentes a las del thriller desaforado que tanta, justificada, adicción ha ido causando a lo largo de la década siguiente.  Por desgracia el desconocimiento que del cine surcoreano anterior a esta fértil década tenemos en occidente no se basa solo en el deslumbramiento por unas formas y un momento o por la dejación de funciones de los cronistas, sino que es debido a una serie de problemas, llamémoslos estructurales que afectan a la conservación, la distribución y por tanto al conocimiento.

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Así hay que tener en cuenta el escaso material antiguo conservado, producto de la acción de una invasión japonesa, la 2º Guerra Mundial, una guerra  desarrollada entre 1945 y 1955 con carácter tanto de Guerra civil como de teatro de operaciones entre las dos superpotencias hegemónicas surgidas del final de la guerra mundial: los Estados Unidos  y la Unión Soviética.

Del mismo modo el largo dominio japonés sobre el país, por aquel entonces todavía unificado, entre finales del XIX y 1945 nada menos, determinó un desarrollo artístico-industrial subsidiario de los modos de representación cinematográficos japoneses. Con lo cual el cine propiamente surcoreano no comienza a surgir hasta la década de los 60 y seguramente no es hasta este esplendor de los 20  que puede hablarse de un cine distintivo, pura y estrictamente surcoreano. Además de los 160 filmes que se calculan realizados durante el primer periodo, del silente al fin del dominio japonés en el 45 la mayoría resultaron destruidos, pasándose además, a lo largo de la década de guerra civil a una media de apenas 8 títulos por año.

Es decir, encontramos una cinematografía abortada de inicio, con su estructura industrial destruida y su evolución artística imposibilitada por una amalgama de sucesos tanto endógenos como exógenos. El cine coreano carece de referentes propios y pese a que desde los 60 el gobierno promueve todo tipo de incentivos para estimular la producción también exige medidas censoras a modo de contraprestación, este vacio histórico, esta falta de cultura audiovisual nacional que defina la esencia de un país hace que los directores más inquietos, caso del presente Kim Ki-young, recurran, d modo paradójico, a la influencia japonesa de la llamada Nueva Ola Japonesa conformada por cineastas rupturistas como Naghisa Oshima,  Shohei Imamura, Kaneto Shindo o en el caso de Kim Ki-youg las claras influencias de los desquiciados dramas

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psicosexuales de Koji Wakamatsu o en especial de las atmósferas  e intensas disquisiciones sobre la identidad individual de Hiroshi Teshigahara.

De hecho Iodo reformula, desde la personal poética de Kim-Ki Young, la producción japonesa del 66 La isla del castigo, dirigida por otro nuevaolero como Masahiro Shinoda y que lidia con temas comunes como el aislamiento y el pasado ambientado en una isla remota. Aunque si de verdad hay que comparar la película, más que nada para hacerse una idea, debería ser con The Wicker Man, la obra maestra pagana de Robin Hardy del 73,  en su asfixiante y perturbadora combinación de locura, sexualidad malsana, antropología y folclore. Incluso podría rastrearse un intenso paralelismo subterráneo entre el film coreano presente y  la poética del misterio del cine fantástico australiano de la década de los 70.

Io, Iodo Island, Ieodo o cualquier otro de los tropecientos títulos por los cuales se conoce esta película mucho menos inaccesible de lo que parece, inaccesible en cuanto a visionado, no a compresión ya que multitud de elementos resultan impenetrables para el espectador occidental, resulta ser un título, influencias o confluencias a parte, coherente al completo con al filmografía previa y posterior y con el discurso general de Kim-Ki Young a partir de The Housemaid, la película que 1960 le colocó en el mapa del cine. Una especie de thriller doméstico donde la sirvienta contratada por una familia

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actúa como femme fatal en relación a los deseos del marido.

A partir de aquí el cineasta romperá con los modos realistas del cine surcoreano a través de una combinación de géneros/estilos que, en base a la colisión del horror y el melodrama atravesados de surrealismo, tradiciones, perversidad sexual, sadismo, crueldad y la servidumbre humana en general. Explorada a lo largo de títulos como The Sea Knows (1962), Gorygeojang (1963), Woman on Fire (1971) o la altamente perturbadora Insect Woman (1972) que se enfocan, en un nivel profundo, sobre la colisión entre la masculinidad imperante y la exploración tortuosa del deseo femenino, incluida una visión de la maternidad desesperada. Todas ellas con elementos comunes que vuelven a ser explorados en Iodo.

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Esta resulta una suerte de thriller metafísico, simbolista y agreste, donde un hombre busca a otro, un periodista llamado Cheon Nam-seok, del cual causó involuntariamente la muerte, para encontrarse a si mismo. Con el resultado de que, en el camino primero se convierte en el otro y luego  se pierde para siempre. A través de flashbacks dentro de  flashbacks los distintos personajes de la pequeña isla donde nació y vivía el finado ayudan a explorar los recovecos de una vida que cada vez parece más oscura, marcada toda ella por la superstición y la fatalidad.

Demasiado larga, cortocircuitada por feos recursos de la peor estética setentera, “Iodo” resulta una película irregular en la cual largos tramos de deriva son compensados por irrupciones abrasadoras de lo fantástico –la desaparición del padre de Cheon Nam-seok insinuando su condición real de fantasma-, lo antropológico –los rituales de la exorcista de la isla- o lo enfermizo –la cópula final con el cadáver sacado del mar-, todas ellas convergentes en un tercio final de impresionante fuerza estético-temática que muestra en todo su esplendor la riqueza de este oscuro film sobre las mujeres de vientre salobre de una isla mitológica que solo pueden ser fecundadas por los hombres de tierra firme.

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