Hoy voy a centrarme en todo lo que está haciendo el Vaticano y las medidas impulsadas por el Papa para ayudar al Cuerno de África.
(………………..)
Cinco folios en blanco más tarde y ante el riesgo de parecer una vaga y se vea en esta iniciativa una burda excusa para no escribir nada hoy, hablaré de otro gran tema: el hambre, la de los mercados, que tienen tanta que lo están engullendo todo, y la del resto, para el que apenas dejan unas migajas, todas ellas aquí. Pero a África ya no llega nada. Si los millones de personas que están al borde de la muerte, muchos de ellos niños, supieran que su desgracia no es un castigo divino o una fatalidad del destino, sino que hay una causa terrenal, provocada por la codicia de otros, se alzarían en armas, construirían barcos, requisarían autobuses y camiones, cualquier medio de transporte que pudiera traerles hasta ese norte opulento y reclamarían lo que es suyo, ni más ni menos. Su desprecio sería insoportable. Si ellos supieran que sus cosechas llevan años siendo insuficientes porque llenamos su tierra con nuestra basura, porque contaminamos tanto los de aquí arriba, que hemos conseguido lo que muchos villanos ansían en las películas de superhéroes: cambiar el clima y dominar el mundo. Si ellos nos miraran a los ojos con los suyos tan grandes, exagerados en esos cuerpos famélicos, sólo piel y huesos, la vergüenza sería insoportable. Hoy los mercados continuarán su ataque, las bolsas tendrán otro viernes negro (las asiáticas se han desplomado mientras aquí dormíamos esta pasada noche). Sólo nos queda despertar, priorizar lo importante y respirar profundamente hasta llenar los pulmones de indignación.