Revista Sociedad

Viernes Santo: poema de Gabriel y Galán “La Pedrada”

Publicado el 25 marzo 2016 por Fjjeugenio


José María Gabriel y Galán nació el 28 de junio de 1870 en Frades de la Sierra, pequeño pueblo de la provincia de Salamanca (España). Sus padres se dedicaban al cultivo de la tierra y la ganadería en terrenos de su propiedad.Su infancia la pasa en su pueblo natal; a los 15 años se traslada a la capital, Salamanca, donde prosigue sus estudios.Durante esa etapa comienza a escribir sus primeros versos muy elogiados por sus amigos que le estimulan a continuar escribiendo poesías.En 1888 obtiene el título de maestro de escuela y es destinado al pueblo de Guijuelo, distante 20 Km. de su pueblo natal.Tras una corta estancia en la escuela de este pueblo, se traslada a Madrid para estudiar en la Escuela Normal Central.En la capital de España reside por poco tiempo,pasando después, un nuevo destino de maestro de escuela en Piedrahita, (Ávila). De convicciones profundamente religiosas recibidas de su madre, doña Bernarda, son sus primeras poesías el fiel reflejo de sus creencias. En su poema titulado “La Pedrada”, muy apropiado en estos días de Semana Santa, narra el poeta con gran vigor literario y emoción religiosa, una procesión en la que un niño, impresionado por ver al Nazareno azotado y humillado lanza una pedrada contra la imagen del “sayón” que así trata al Señor en su Pasión.Seguidamente, en versión de video YouTube https://youtu.be/zFjwRc7sdZo y escrita:LA PEDRADA
ICuando pasa el Nazarenode la túnica morada,con la frente ensangrentada,la mirada del Dios buenoy la soga al cuello echada,
el pecado me tortura,las entrañas se me aneganen torrentes de amargura,y las lágrimas me ciegan,y me hiere la ternura...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Yo he nacido en esos llanosde la estepa castellana,donde había unos cristianosque vivían como hermanosen república cristiana.
Me enseñaron a rezar,enseñáronme a sentiry me enseñaron a amar;y como amar es sufrir,también aprendía a llorar.
Cuando esta fecha caíasobre los pobres lugares,la vida se entristecía,cerrábanse los hogaresy el pobre templo se abría.
Y detrás del Nazarenode la frente coronada,por aquel de espigas llenocampo dulce, campo amenode la aldea sosegada,
los clamores escuchandode dolientes Misereres,iban los hombres rezando,sollozando las mujeresy los niños observando...
¡Oh, qué dulce, qué serenocaminaba el Nazarenopor el campo solitario,de verdura menos llenoque de abrojos el Calvario!
¡Cuán süave, cuán pacientecaminaba y cuán dolientecon la cruz al hombro echada,el dolor sobre la frentey el amor en la mirada!
Y los hombres, abstraídos,en hileras extendidos,iban todos emcapados,con hachones encendidosy semblantes apagados.
Y enlutadas, apiñadas,doloridas, angustiadas,enjugando en las mantillaslas pupilas empañadasy las húmedas mejillas,
viejecitas y doncellas,de la imagen por las huellassanto llanto iban vertiendo...¡Como aquellas, como aquellasque a Jesús iban siguiendo!
Y los niños, admirados,silenciosos, apenados,presintiendo vagamentedramas hondos no alcanzadospor el vuelo de la mente,
caminábamos sombríosjunto al dulce Nazareno,maldiciendo a los Judíos,«que eran Judas y unos tíosque mataron al Dios bueno».

II
¡Cuántas veces he lloradorecordando la grandezade aquel echo inusitadoque una sublime noblezainspiróle a un pecho honrado!
La procesión se movíacon honda calma doliente,¡Qué triste el sol se ponía!¡Cómo lloraba la gente!¡Cómo Jesús se afligía...!
¡Qué voces tan plañiderasel Miserere cantaban! ¡Qué luces, que no alumbraban,tras las verdes vidrïerasde los faroles brillaban!
Y aquél sayón inhumanoque al dulce Jesús seguíacon el látigo en la mano,¡qué feroz cara tenía!¡qué corazón tan villano!
¡La escena a un tigre ablandara!Iba a caer el Cordero,y aquel negro monstruo fieroiba a cruzarle la caracon un látigo de acero...
Mas un travieso aldeano,una precoz criaturade corazón noble y sanoy alma tan grande y tan puracomo el cielo castellano,
rapazuelo generosoque al mirarla, silencioso,sintió la trágica escena,que le dejó el alma llenade hondo rencor doloroso,
se sublimó de repente,se separó de la gente,cogió un guijarro redondo,miróle al sayón la frentecon ojos de odio muy hondo,
paróse ante la escultura,apretó la dentadura,aseguróse en los pies,midió con tino la altura,tendió el brazo de través,
zumbó el proyectil terrible,sonó un golpe indefinible,y del infame sayóncayó botando la horriblecabezota de cartón.
Los fieles, alborotadospor el terrible suceso,cercaron al niño airados,preguntándole admirados:-¿Por qué, por qué has hecho eso?...
Y él contestaba, agresivo,con voz de aquellas que llegande un alma justa a lo vivo:-«¡Porque sí; porque le pegansin hacer ningún motivo!»

III
Hoy, que con los hombres voy,viendo a Jesús padecer,interrogándome estoy:¿Somos los hombres de hoyaquellos niños de ayer?
F.J. de C.
Madrid, 25 de marzo de 2.016

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