¿Qué he hecho hoy? Me he sentado en una plaza.
Bueno, no sólo me he sentado en una plaza también he ido al Museo de la Mujer Vietnamita y he escrito unas cosas que tenía pendientes pero lo más importante que me ha pasado hoy, es que me he sentado en una plaza. Eran las 17h el sol se acababa de poner, ayer pasé el día resfriada en cama y hoy todavía estaba un poco cansada. Además he cogido el horario inglés de cenas y mañana toca madrugar así que ya estaba buscando algo para cenar aunque sin demasiada prisa. Al llegar al lago he cruzado la calle para tirar una postal que se me había olvidado y me he encontrado en la plaza Vườn hoa Lý Thái Tổ que estaba decorada y llena de niños en patines. No he podido evitar pararme, sentarme en cuclillas en el suelo cerca de un macetero de flores y empezar a describir lo que veía a mi alrededor. Niños jugando, padres riéndose con ellos, globos y luces de colores… Por el rabillo del ojo he visto como la mujer a unos metros a mi derecha entre tímida e insegura me miraba más de la cuenta. En medio de la plaza con tanta gente y con mis cosas bien controladas no tengo nada que temer así que no le he dado más vueltas, bajo la cabeza y sigo escribiendo. Entonces ella en un ataque de valentía se pone de pie con el cuerpo todavía medio doblado, se acerca a mi corriendo agazapada y me planta frente a la cara un gajo pelado de un dedo de largo de lo que creo que es pomelo. Por puro instinto yo respondo: What the fuck? Y levanto la vista para ver su cara sonriente y ofreciéndomelo. En cualquier otro momento hubiese dicho que no. Así es como te cobran 20mil dongs por una bolas asquerosas de harina y agua freídas en aceite y como te timan luego gritándote que te han dado algo y tu no les has pagado. Pero al ver la cara de la mujer, el gajo ya pelado, su gesto agazapado y el movimiento de sus manos lo cogí. Sin ponerse recta del todo vuelve corriendo a su sitio donde ha dejado la bolsa. La miro y poniéndome el gajo en la boca lo levanto y sonrío. Ella me sonríe de vuelta y se come su propio gajo. Una de las niñas que daban vueltas a la plaza pasa frente a nosotras y muy sonriente saluda a su madre que le devuelve el saludo. Bajo la cabeza para acabar de escribir la frase y cuando la levanto la madre se ha ido a perseguir a su hija que patina en el otro lado de la plaza, minutos después ambas desaparecen y no las vuelvo a ver aunque me queda el regusto de la fruta en la boca y los restos de pepitas gigantes en la mano.
Intento escribir lo que me acaba de pasar cuando dos chicas de 15 años con sus uniformes de colegio se me acercan. Una de ellas me pregunta si hablo inglés, le digo que sí pero que se espere un momento. Se sientan a mi lado. También sé que en China te timaban diciendo que querían practicar inglés contigo para luego llevarte a un bar y, compinchados con el dueño, hacerte pagar facturas enormes. Pero aquello son dos niñas de colegio que están esperando pacientemente a que yo les haga caso. Levanto la vista y me preguntan cuánto tiempo llevo en Hanoi, si me gusta, a donde quiero ir, de dónde soy. Y yo les hago preguntas a ellas, que estudian, si les gusta, de que van a trabajar de mayores. Ambas quieren viajar pero en Vietnam es difícil conseguir dinero para eso, así que practican inglés siempre que pueden para conseguir un buen trabajo. Mientras hablamos veo como una mujer mayor que pasea por la plaza nos está mirando y sonriendo. Me hace un gesto para que siga hablando con las chicas que no la conocen de nada. Siento como si su cabeza pensara lo bueno que es que los jóvenes practiquen idiomas. Hablamos hasta que me preguntan algo y al mirar el reloj me doy cuenta que son las 19h y todavía tengo que buscar cena y hacer la mochila. A la mínima insinuación que es tarde se disculpan por entretenerme, me dan las gracias por la charla y nos vamos yo por un lado y ellas por el otro.
De camino al hotel cojo un kebab por menos de un euro lleno de carne, cebolla, pepino, lechuga y pienso en pasar por un sitio donde hacen unos rollos vietnamitas impresionantes para despedirme de la ciudad. Pero cuando cruzo la calle veo que alguien me mira. Es una chica rubia sentada, sentada frente a su amiga, en los puestos de bebida en la calle, la miro de vuelta y mi cerebro empieza a ir a toda pastilla. ¿De dónde rayos la conozco? No me paro hasta que se tiene que girar para seguir mirándome y entonces me dirijo hacía ella. Nos preguntamos a la vez de donde nos conocemos. Y en cuanto abre la boca caigo que es una chica que conocí en Beijing y me recomendó el sitio para ir a ver la Gran Muralla. Me recordaba tanto a mi amiga Elena que cuando me pregunta si quiero sentarme con ellas ya estamos bromeando. Casi dos horas después seguimos en el mismo sitio hablando las tres como si nos conociéramos de toda la vida. Nuestros hostales están en la misma calle así que caminamos juntas hasta la puerta y nos despedimos con abrazos.
Mientras me dirijo a mi habitación me pregunto ¿Qué le pasa a la gente hoy?
Dos días más tarde me puse como misión llegar de Ho Chi Minh a Can Tho. Para ello sabía que tenía que coger el autobús en la estación de largo recorrido de Bến Xe Miền Tây. Pero como llegar hasta la estación era otra historia. Al llegar al hostal pregunté a la chica que me atendió muy amablemente y me informó que era muy complicado llegar con transporte público debido a los cambios de autobús y me recomendaba coger una de las taxi/motos que estaban en la puerta esperando al turista. Esa misma tarde volví a preguntar a otra chica que había en recepción que también muy amablemente y preocupada por mi salud me dijo que no cogiera una de las motos sino un taxi pues las motos solían engañar con el precio al no llevar taxímetro. A la mañana siguiente cuando fui a pedir el taxi la chica que estaba en ese momento en recepción me dijo que fuera a otra estación de autobuses y llamó a una cuarta chica para que me explicara cómo llegar. Esta última me dijo que simplemente cogiera el autobús número 2 al lado del hostal y fuera a la estación donde yo quería ir originalmente. Después de esquivar muchas ofertas de taxi/motos y taxi/coches llego a la parada para ver que el bus está a punto de marchar. Corro hacía él y aunque no para, deja la puerta abierta, mis dos mochilas y yo saltamos a su interior. Pago los 5000dongs (18 céntimos de euro) y 40 minutos después estoy en la parada de Bến Xe Miền Tây donde hay muchísimos puestos que anuncian la venta de billetes a Can Tho.
Soy la única occidental así que destaco como un rinoceronte en un gallinero, de hecho seré la única occidental que vea en los siguientes 4 días hasta que vuelva a Ho Chi Minh. Una de las chicas que iba conmigo en el autobús me pregunta a donde voy, le digo el sitio con una pronunciación rara que por supuesto no entiende. Seguramente si lo hubieses dicho como yo creo que se pronuncia tampoco lo hubiese acertado. Me recomienda una de las empresas y me pide que la acompañe, doy un vistazo a mi libreta y veo que me recomienda una de las que yo tenía apuntadas como fiables. No es de las más baratas pero me sirve así que le dejo ver en la hoja a donde voy -Aaaaah! Can Toooo Se acerca a la ventanilla pregunta horario, precios, condiciones y se acerca a decírmelos. Le respondo que todo ok. El precio 130k (5euros) está en letras gigantes y rojas en el cristal de la ventanilla así que no hay problema. Faltan diez minutos para que salga el bus, entra conmigo en la estación, pregunta un par de veces. Me presento a ella, ella se presenta. Me lleva hasta las puertas del bus y con una sonrisa me dice adiós con la mano ¿Se puede ser más amable?
Me coloco en mi asiento asignado y a mi lado se sienta un señor mayor que chapurrea inglés y me va explicando lo que dice la persona que acompaña al conductor. Son tres horas y media de viaje, primero nos reparten una botella de agua, unas toallitas para refrescarnos y luego pasa preguntando donde nos queremos bajar. Por supuesto no habla nada de inglés así que el señor de mi lado con su inglés chapurreado decide por mí que me bajaré en la terminal de autobuses. A medio camino paramos en una estación de servicio 15 minutos, lo de los 15 minutos me lo traduce el señor de mi lado y gracias a eso puedo aprovechar para comprar algo de comida. Por poco no compro nada y me hubiese arrepentido hasta el final de mis días. Finalmente llegamos a la terminal de Can Tho donde mi protector/traductor particular va apartando a las moto/coche taxis que se ofrecen de forma muy insistente. Con el billete de bus venía incluido el traslado a mi hotel así que mi protector/traductor particular se dirige a la garita para dar las direcciones del sitio a donde vamos mientras yo me quedo con las maletas. Cuando vuelve nos despedimos y me subo a la furgoneta que me llevará al hotel.
Después de escuchar que los Vietnamitas son los menos simpáticos del sudeste asiático no sé si temer la simpatía del resto de países o pensar que simplemente estaban equivocados.