(Estoy a la espera de encontrar fotos del VI CxM Calamorro, en cuanto encuentre imágenes, ilustraré la crónica).
Medio dormido, daba vueltas en la cama, mientras la lluvia repiqueteaba con fuerza contra los cristales... "igual que el año pasado...", pensaba, mientras miraba el reloj y comprobaba como aún me quedaban casi 10 minutos de "sueño".
El año pasado competí en la VI CxM Calamorro por primera vez, muy fuerte, ya que estaba a punto para establecer MMP en la Maratón de Sevilla, dos semanas más tarde, pero hoy sabía que mejoraría mi registro en este precioso y exigente trail.
El año pasado aprendí muchísimas cosas en este trail, como que los calcetines tobilleros y las Inov-8 Oroc 340 no se complementaban bien, que las gafas de sol con lluvia (o gafas en general) permiten menos visión de la que otorgan o que hay que llegar temprano para poder aparcar bien en Benalmádena.
Este año no llegaba tan fuerte, ya que aunque estoy recuperado de la lesión y el accidente que sufrí en el tercer trimestre del año pasado (un tiempo real de 1:27:48, 3 segundos más lento que en la anterior edición en la media de Torremolinos lo confirmaba), me falta aún un poco de fondo.
No obstante en experiencia y técnica llegaba sobrado con respecto al año pasado, así que, salvo sorpresa, el objetivo era rebasar con crecer la marca que establecí en 2:34:45 en la pasada edición, que repetiría este año trazado y perfil, a priori.
Me dio una lástima enorme no poder acudir a esta edición de la Media Maratón de Puente Genil, que hoy cumplía su vigésimoquinta edición, pero la fecha coincidía y estaba ya inscrito... no obstante, agradezco públicamente la invitación de mis amigos del Club Pontanés Amigos del Canal, espero que los asistentes pudiesen disfrutar de una buenísima jornada de atletismo.
Por mi parte, a las 7:45 aparcamos Mayte y yo, a escasos metros del polideportivo municipal, y nos dirigimos a recoger el dorsal.
En la cola estuvimos charlando con un corredor que me reconoció de la II Vertic Night (estuvo detrás de mi y mi hermana durante prácticamente toda la prueba, pero corrió también medio lesionado y no pudo pegarse a nosotros), por lo que los 10 minutillos de espera se hicieron amenos.
Además, Cristóbal, último fichaje del Club Atletismo Fuengirola, estaba también por la zona, por lo que la espera de casi dos horas desde que recogimos el dorsal hasta que llegó la carrera se me hizo brevísima.
Tras coger el dorsal dejamos las cosas en el coche y estuvimos de cháchara prácticamente hasta la misma hora de la salida, ya que en el "círculo" de trail de la zona nos conocemos todos; entre otros nos encontramos con los compañeros de La Senda, Melchor (con quién coincidí el miércoles, inspeccionando el terreno por el que hoy correríamos, con, entre otros, Ángel, que también estaba allí), Curro (enhorabuena por tu plaza en la CCC), Francisco Campos, del Torremolinos... y muchísimos más.
Tras ponerme al día con todos ya era casi la hora de salida, y como estaban montando la carpa bajo la entrada al corralito de salida me coloqué debajo con Cristóbal, para resguardarnos de la lluvia, y buscamos nuestra entrada (la zona iba determinada por el número de dorsal).
El año pasado cometí el error de comenzar demasiado detrás, y luego durante prácticamente el primer kilómetro tuve que "hacer cola" en las subidas técnicas y arriesgar adelantando en los senderos y tramos más técnicos; este era el primer paso para "darle un bocado" a mi marca.
Además correría con un calzado que tengo más que trillado (demasiado, ya ha perdido bastante agarre), las Skechers que Todosdescalzos me facilitó para participar en el Andorra Ultra Trail, correría sin gafas (soy miope e hipermetrope, pero con los cristales mojados y empañados con el vaho vi menos el año pasado), y tengo una técnica mucho más pulida, sobre todo en subida.
A las 9:30 estaban aun accediendo los últimos corredores al corralito de salida, así que finalmente, a las 9:45:00 dio comienzo la salida.
La prueba comienza con una curva tendida de fuerte pendiente tras un giro brusco a escasos metros del arco, así que salí fuerte para no perder tiempo en ese tramo, aunque no tanto como Cristóbal, que ya me sacaba un par de metros, o Ivan Ortiz, que cuando giré en la curva llegaba al final de la pendiente.
Llegamos a la Calle Luis Cernuda, pero en lugar de subir directamente al parque que bajaba al túnel, como en la pasada edición, dimos un pequeño rodeo por la Calle Calandria, tramo inesperado pero muy acertado, desde mi punto de vista, ya que llegamos a las escaleras más espaciados y no se formó tanta cola para acceder al túnel.
El segundo acierto de la organización, en menos de un kilómetro, fue colocar un foco apuntando a la arqueta levantada del centro del túnel, que el año pasado estaba señalizada por una valla con una luz con quien alguien chocó segundos después de pasar yo... este año no había el más mínimo riesgo.
Salimos del túnel cuando justo el Forerunner 310 XT marcó el primer kilómetro, a 5:55; no es la salida más rápida del mundo, pero estaba mucho mejor que la del año pasado, en la que tardé 9 minutos en alcanzar el primer kilómetro.
Empezaba lo bueno, comenzábamos a pisar por la montaña, avanzando mientras disfrutábamos del aroma a monte y a tierra mojada, mientras la lluvia caía ligeramente sobre nosotros... ¡y luego me preguntan que por qué me gusta correr por montaña!
Conozco muy bien la zona y además tenía el tramo hasta el Calamorro reciente, así que puse buen ritmo, dejando que me adelantasen los corredores con más prisa y pidiendo permiso para adelantar cuando veía que otro corredor me limitaba, y llegué a la bajada bajo el puente en 15 minutos clavados, acercándonos a los 3 kilómetros de carrera.
Estaba pletórico, pero mantuve la cabeza fría y en lugar de acelerar para coger a Cristóbal, que ya se había perdido de vista, mantuve el paso hasta la empinada cuesta de hormigón que nos elevaba a la Avenida Rocas Blancas, donde incluso cambie el trote por zancadas largas para reservar la musculatura, conociendo duro ascenso que teníamos ante nosotros.
En la Calle Everest, como el año pasado, se encontraba el primer avituallamiento, donde cogí un vaso de agua, me lo bebí de un trago, dejé el vaso en su sitio y me preparé para la subida; ahora comenzaba todo.
A diferencia del año pasado, ni tenía que "esperar cola" ni tenía problemas con el calzado, así que puse un buen ritmo y, tomando como referencia los corredores que tenía delante, fui calculando el ritmo, moviéndome a entre 9 y 10 min/km en los dos primeros kilómetros de subida, en los que un muchacho del Granada Ultra Trail, un corredor con un cortavientos azul y yo nos fuimos adelantando cada pocos metros.
En el tercer kilómetro de subida, el sendero, bastante removido (y eso que, aunque no éramos la cabeza de carrera, ni mucho menos, tampoco íbamos "mal"), y el tramo final, personalmente, me costó un poco más.
Me acordé de la de veces que he recorrido ese mismo sendero, sobre todo bajando (me gusta entrenar Los Pacos-Antenas-Calamorro-Budistas-Los boliches para hacer tiradas largas, aunque desde septiembre no realizo la ruta), y transporté mi mente a la época de entrenamientos veraniegos preparando el Ultra Sierra Nevada.
Casi sin aliento llegamos a la subida final hacia el Calamorro, donde varios organizadores separaban la carrera Junior, que no coronaba la cima, de la nuestra y me encontré con caras conocidas, como la de Rubillo, de La Senda, aunque fugazmente, ya que tocaba afrontar un tramo de empinada y resbaladiza pendiente.
"Menos mal" que, al igual que el año pasado, había llovido, ya que así se compacta más el terreno, que mezcla arena de playa con tierra y "chupa" que da gusto, pero aun así el ascenso era dificultoso.
Me saludó, en plena batalla con el sendero, un muchacho del Nerja, que me pidió que le mencionase en el blog, y estuvimos charlando hasta prácticamente el mismo Calamorro.
Al igual que yo había sufrido un accidente, de tráfico, concretamente, y había perdido el bazo, pero corrió también la V Maratón de Málaga y llegaba hoy con ganas, aunque no del todo a punto (como yo); el año pasado me sacó más de un cuarto de hora, y se sorprendió de verme ascender a tan buen paso este año, aunque al llegar a las escaleras de ascenso al Calamorro me dejó atrás.
Como hice el año pasado pegué la mano a la barandilla, a modo de raíl, y fui ayudándome de las manos para completar el ascenso al primer pico de la prueba.
Una vez arriba oteé el horizonte; las antenas permanecían ocultas por las nubes y el ascenso próximo se presagiaba divertido, y las vistas de la Costa del Sol eran espectaculares.
Cambio de chip, tocaba bajada; llegué a la zona del teleférico a pocos segundos de los 55 minutos, sacando ya algo más de 5 a mi tiempo del año pasado, pese a haber tenido un tramo inicial sensiblemente más largo.
Me sonreí, y disfruté el momento, con la mirada perdida en las vistas de Torremolinos, Málaga y el horizonte, mientras bajaba por la empinada cuesta de cemento, camino al segundo avituallamiento, donde ingerí un vaso de agua, uno de isotónico y un par de trozos de naranja.
Tras dejar atrás el avituallamiento y volver al sendero volví a mirar el Garmin; 59 minutos, con un ritmo de 5:32 min/km y 153 pulsaciones... ¡había que acelerar ahora que se podía!
Había perdido algunas posiciones en el avituallamiento, pero no me preocupaba, la batalla era conmigo mismo, y la carrera, para disfrutar.
Veía a lo lejos la camiseta celeste del corredor que me había dejado atrás antes de coronar el Calamorro, apreté el paso y antes de volver al cruce por donde se desviaban directamente los Juniors lo había alcanzado.
En el cruce Rubillo animaba a una corredora que llevaba el buff de La Senda, y por el ritmo que llevaba y recordaba que Mariola, una grandísima corredora de trail se había unido recientemente al club de trail, así que cuando la alcancé, la animé.
Me dejó un poco planchado, porque se llamaba Verónica (me dijo que Mariola era capaz de estar ya en meta), pero igualmente, la animé (aunque no creo que lo necesitase, es un meritazo llevar ese ritmo en esa altura de carrera).
Hasta prácticamente el kilómetro 10 fuimos recorriendo un tramo de sendero de subida y bajada (más descendente que ascedente) a buen ritmo, cercano a 5:30, tomando de nuevo como referencia a los corredores que llevaba delante, que, poco a poco, iba dejando atrás.
Las nubes se arremolinaban en torno a nosotros, y parecíamos una locomotora humana, ya que todo el sendero hasta donde alcanzaba la vista estaba lleno de camisetas de colores, y el vaho que exhalábamos al respirar parecía el vapor de una máquina de vapor.
En esas divagaciones me pilló el comienzo de la subida a los bancales, tramo duro donde los haya pero muy divertido, que el año pasado me dejó perplejo.
Cuando llegamos a la zona más dura (que requiere incluso el apoyo de cuerdas para poder avanzar, ya que la cuadrupedia no es suficiente), eché una mirada fugaz al GPS; 1 hora y 25 minutos de trayecto, 11 kilómetros... mi idea inicial era sacarle 30 minutos a la marca del año pasado y rondar las 2 horas, pero dado a que ahora avanzábamos (más bien reptábamos) a un ritmo de 28 minutos el kilómetro en ese tramo... simplemente con bajar la marca sería suficiente.
Pese a haber comenzado la prueba mucho más adelantado y haber podido avanzar a buen ritmo en todo momento, hubo varios pasos de un bancal a otro donde tuve que esperar mi turno para coger la cuerda y avanzar, aunque agradecí las paradas para dar alivio a mis piernas y recuperar el aliento.
Subíamos lentamente, asegurando cada paso y comprobando el terreno, y tras lo que parecieron décadas (aunque sea un tramo duro, se disfruta), comenzamos a oír las voces de los voluntarios que aguardaban en Castillejos, el segundo de los picos que coronaríamos esta mañana.
Al llegar los saludé y me lancé a las escaleras, para continuar la bajada, por un empinado tramo en zigzag.
Me dio un pinchazo en un traspiés el abductor izquierdo, cuyo dolor se quedó patente durante algunas zancadas, obligándome a acortarlas, pero al dejar el camino y pasar a la carretera del repetidor, la molestia desapareció.
Escuchaba una voz conocida antes de llegar al avituallamiento, y de lejos (bueno, no tan lejos, sin gafas no veo demasiado), identifiqué a Jordi y a otros compañeros de La Senda, a los que saludé con alegría e hice gasto en el avituallamiento, de agua, gominolas y fruta.
El ver compañeros en las mismas circunstancias que yo, animándonos y apoyándonos logísticamente es un lujazo, nosotros nos cansaríamos más, pero en pasar frío creo que ganaron ellos... Os mando otro saludo desde aquí cracks.
Una vez repuesto comenzaba la bajada final, no con demasiado buen pie, ya que pegué en las primeras curvas un par de resbalones que me hicieron acortar la zancada.
Comenzaba a escuchar pasos detrás de mi, y cada pocos metros me apartaba del camino para dejar pasar a otros corredores con más agarre en las zapatillas, o menos respeto a la bajada, aunque mi ritmo era de 5:17 min/km, tampoco era excesivamente "lento" (aunque, con esas mismas zapatillas, meses atrás, rondaba 4 min/km en ese mismo tramo, pero entre que el terreno estaba húmero y que el taquedao está actualmente muy liso...).
De repente escuché una voz desde detrás "¡eh! ¡el corredor errante!".
Me sonaba muchísimo la voz, pero no le asociaba cara; la voz habló de nuevo "¿sabes quien soy?" ¡justo la pregunta que yo mismo me hacía! Le dije que me sonaba muchísimo la voz, pero no acababa de caer.
Era Raúl, de Trekking&Running Marbella, gracias a quien conseguí calzado y cortavientos para correr en Andorra, calzado y cortavientos, que de hecho, llevaba esta misma mañana.
Me dijo que el año pasado había corrido con Fivefingers, pero que este año había decidido probar otro calzado y le estaba yendo bastante mejor; en efecto, ¡él es el campeón que corrió el II Trail Desafío La Capitana y la pasada edición del CxM Calamorro en Fivefingers!
No hablamos demasiado ya que él iba a un ritmo más rápido, peor quedamos en vernos en meta.
En la zona final de bajada di más de un traspiés, ralentizando (por momentos, en cuanto podía, me apartaba y dejaba paso) a otros corredores más hábiles en descenso o con mejor calzado, pero llegué al kilómetro 15 (por mi GPS) en poco más de 2 horas.
Bajar iba a bajar la marca, pero quedaba algo más de un kilómetro, por lo que la media hora ya no sería asequible... ¡aun así había que intentarlo!
Tuvimos el último giro en montaña, en la bifurcación que lleva a la derecha a un rocódromo clandestino y a la izquierda al túnel del primer kilómetro, enfilé la bajada, intentando adelantar al último grupo que me había dejado atrás, y salí del túnel pisándoles los talones.
En las últimas centenas de metros fui alcanzándolos uno a uno, junto a otros corredores que me habían adelantado previamente y otros que no me sonaban, y me jugué la posición a sprint con alguien que venía fuerte desde detrás en los últimos metros, pero la mantuve.
Alcé los brazos, sonreí y paré el crono; 2:09:52, casi 25 minutos menos que el año pasado, marcando mi particular track casi 16 kilómetros y medio.
Ya en meta, tras recoger mi bolsa del corredor (que bien voy a aliñar las tostadas una temporada...) y mi licencia de montaña, me encontré con Raúl y un compañero que me presentó, con quien coincidiré la semana que viene en el II CxM Sierra Blanca (han cerrado inscripciones ya, pero previa contacto con la organización, igual alguna plaza se puede conseguir, la recomiendo al 100%), así como con Cristóbal, que ha rebajado en varios minutos su marcón del año pasado.
Aclaro que este Cristóbal es el último fichaje del club, no el Cristóbal del Club Alpino Benalmádena Irontriath, también amigo mío y gran corredor de montaña, para que no haya confusión.
Busqué a Mayte por el polideportivo, pero como no la encontré, me dirigí al coche.
Por el camino me encontré con Francisco Campos, que repetirá también en Sierra Blanca, y tuvo un tropiezo en el tramo final de carrera y traía la mano maltrecha (¡espero que solo sean rasguños!).
Me encontré con Mayte camino del coche, y recordé la comida familiar a la que mi madre me había pedido que asistiese... en el polideportivo había comida "de familia" también, con cracks como Dani García o Iván Ortiz entre las decenas de corredores populares, pero aunque me hubiese encantado disfrutar del ambiente y charlar un rato más con mis compañeros, sabía que hoy tenía que priorizar.
Así que la aventura acabó cuando, con la camiseta técnica del evento reemplazando mis empapadas mallas de montaña (precioso el diseño, me encantan las dos que tengo de la prueba), arrancaba el motor del coche, alejándonos de la que para mí es la Zegama del sur, la CxM Calamorro.
A los que tengáis oportunidad, os recomiendo que acudáis el año que viene, no os decepcionará.
Mi grandísimo objetivo a largo plazo es acompañar a la comitiva que todos los años recorre la Carretera de la Muerte en honor a la memoria histórica de "La Desbandá", así que no sé si el año que viene podré acudir a la cita (siempre es entre el 6-7 de febrero), pero espero que no se solapen la próxima edición de la media de Puente Genil con este fantástico trail y ese recorrido de más de 200 kilómetros para mantener vivo el recuerdo de esa atrocidad.
Para los interesados, la semana que viene escribiré sobre la Carretera de la Muerte, el próximo viernes, en el apartado de Curiosidades.
¡Un abrazo, nos leemos pronto!