Como autor (casi) anónimo que soy, consciente de lo complicado que es asomar la cabeza en el mundo editorial y de los ánimos que infunde que se reconozca el trabajo de uno, me gusta leer libros de otros compañeros tan anónimos como yo. No siempre los disfruto (como no disfruto de todos los de autores consolidados), y me duelen los ojos cuando tropiezo con obras mal editadas (también sucede con las que llevan sellos reconocidos), pero de vez en cuando aparece una joya que, quizás por inesperada, disfruto el doble.
Es el caso de Visiones tras el velo (Célebre Editorial, 2019), la primera novela de Marta Edda Laiz, joven coruñesa que tuve el placer de conocer en diciembre en Valencia, con motivo de la Hispacón, y que ya he incluido en el listado «leer todo lo que publique».
Visiones tras el velo es el primer libro de la saga que protagoniza Rafael Keller, un tipo de los que en la vida real la inmensa mayoría de la gente procura evitar o, a lo sumo, trata con esa lástima condescendiente tan dolorosa para quienes la sufren. Es lo que sin usar eufemismos llamaríamos enfermo mental. Esquizofrénico, acosado desde la infancia por visiones continuas de monstruos terribles, epiléptico y, para colmo, tartamudo. Un miserable de manual, de esos que, como decía, preferimos mantener bien apartados.
Menudo protagonista, ¿no? ¿Acaso a Marta no se le ocurrió uno menos atractivo? Me la imagino devanándose los sesos por dar con el antihéroe menos entusiasmante de la historia de la literatura fantástica… ¿Quizás no quiere vender libros?
Nada de eso.
Lo primero que debo decir es que la novela es una delicia en cuestiones que se deberían dar por sentadas, como el uso del lenguaje y la puntuación, pero cuya deficiencia suele ser habitual. Se nota que la autora sacó provecho a sus estudios de Lengua y Literatura Españolas y de Corrección Profesional de Textos. Pero hablamos de una novela, no de un tratado sobre escritura, así que fijémonos en la historia y en la forma como está contada.
Manu Gris y Marta Edda en la presentación de ‘Visiones tras el velo’. Foto: Hispacón 2019Lo que a mí me sedujo son los personajes, la forma tan natural como están introducidos en la trama y la solidez de cada uno de ellos. Es una historia de género fantástico, con mucha acción y tintes de novela policíaca. En el argumento me voy a detener muy poco, porque el peligro de spoiler es grande. Diré que a Rafael le proponen un tratamiento innovador y bastante delirante para tratar su esquizofrenia, que va a provocar que transite por un mundo en el que se mezclan lo que consideraríamos la realidad cotidiana y una especie de Tierra Media de Tolkien repleta de seres fantásticos. Muy loco, ¿verdad?
Pues os aseguro que está todo perfectamente trenzado, y en ningún momento (al menos yo) tienes la sensación de que a la autora se le ha ido la pinza. El gran mérito de la novela es la consistencia de los personajes. Gran parte del peso recae en Rafael, el protagonista a priori menos atractivo de la historia de la literatura, que, sin embargo, se gana nuestra plena simpatía en unas pocas páginas. Marta tiene la habilidad de que empaticemos con él, no desde la lástima condescendiente que mencionaba, sino desde la identificación. Porque todos, aunque (ejem) no padezcamos ninguna enfermedad mental, pasamos por momentos en nuestra vida en que sentimos que no encajamos, que el mundo nos da la espalda y no hay nada que hacer.
El contrapunto a Rafael lo pone Binkas, su compañero (porque se acompañan, no porque sientan que lo son), otro inadaptado, en batalla perpetua con su entorno. Mientras que el primero vive su desgracia con la resignación de quien carece de esperanza en que nada cambie, al segundo lo mueve la rabia. En mi opinión, el punto fuerte de la novela es la relación entre ambos, y cómo esta evoluciona. Es el armazón, muy consistente, sobre el que se construye toda la historia.
Igual Marta me mata por decir esto, espero que no se interprete como una crítica negativa, porque pretende ser lo contrario: sin esos personajes tan bien construidos, tan vivos, sin sus conversaciones sobre la vida, las que podemos tener cualquiera de nosotros en nuestro día a día, la historia que cuenta Visiones tras el velo perdería su principal virtud, como tantas pobladas por seres mágicos y trufadas de escenas de acción que olvidamos al poco tiempo. Que quede claro que la historia, cuyo planteamiento es original y arriesgado, vale mucho la pena.
En realidad, cualquier historia se diluye si no cuenta con personajes que dejen huella, si los diálogos son planos, repletos de lugares comunes; si no existe conflicto entre ellos, si no dudan ni carecen de debilidades, de esos grises que, al menos en mi opinión, no es fácil reflejar tan bien en una primera novela.
No me voy a alargar más. Sólo dos cosas: el acierto de ambientar la acción en A Coruña y mezclar los escenarios urbanos con la magia de la Galicia rural, y, como apunte anecdótico, que, puesto que apenas existen editoriales en España, una coruñesa se ha ido a publicar con una joven editorial de mi ciudad natal, Badalona. Felicidades a Célebre por el acierto. Espero que sigan apostando por Marta Edda Laiz, porque tiene mucho talento.
Venga, todos a leer.