Revista Cultura y Ocio

Visita a la tumba de Jaime Gil de Biedma y unos poemas

Publicado el 24 julio 2014 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
Vino desde Gran Canarias de visita a Madrid mi amigo Samuel Rodríguez Navarro. Una de sus actividades principales en mi ciudad es visitar librerías. En esta ocasión le dije que le acompañaría, pero que yo había decidido mantenerme apartado de la compra de libros por unos meses, desde que hace unas semanas viví un epifánico momento carveriano y me di cuenta de que sufro alguna variante del síndrome de Diógenes: tengo 135 libros comprados pendientes de leer. Casi todos son de segunda mano, no me puedo resistir a los “chollos” que siempre encuentro en mis queridas librerías de segunda mano. Este miércoles en una librería de Alfonso XIII casi, casi, sufro una recaída, después de tres semanas sin consumir. Aunque conseguí mantenerme firme, aún tengo tentaciones de volver a por esa primera edición de 1965 por 2,90 euros (no, no debo).
Samuel también consiguió convencerme (lo cierto es que lo tuvo fácil) para el pasado lunes ir a visitar el pueblo segoviano de La Nava de la Asunción, porque allí se encuentra la tumba de Jaime Gil de Biedma. Tuvimos que tomar un autobús que nos llevó hasta Segovia capital, y ahí otro ue nos acercó hasta La Nava de la Asunción. Llegamos al pueblo a las 13:10 pm y el único autobús de vuelta a Segovia ese día pasaba a las 15:40 pm. Así que teníamos dos horas y media para encontrar el cementerio y, dadas las horas, comer algo.
Nos quedamos con ganas de visitar la casa familiar de los Gil de Biedma. Había un cartel que indicaba la dirección, pero no nos dio tiempo. Creo que Samuel y yo nos hemos ganado el derecho a que Raúl Cimas nos incluya en la segunda parte de su cómic Demasiada pasión por lo suyo.
Dejo aquí unas fotos de la visita y unos poemas de Jaime Gil de Biedma diferentes a los que ya colgué en otra ocasión:

Visita a la tumba de Jaime Gil de Biedma y unos poemas

Hubo suerte: la puerta estaba abierta.


Visita a la tumba de Jaime Gil de Biedma y unos poemas

Creíamos que iba a haber cola, pero no.


Visita a la tumba de Jaime Gil de Biedma y unos poemas

Un selfie de ultratumba.


Visita a la tumba de Jaime Gil de Biedma y unos poemas

Pero mejor un selfie de ultratumbra con tus amigos.


 

Visita a la tumba de Jaime Gil de Biedma y unos poemas

Tal vez no debería haberme sentado en la lápida.



Visita a la tumba de Jaime Gil de Biedma y unos poemas

Así mejor, más respetuoso.


Visita a la tumba de Jaime Gil de Biedma y unos poemas

Ancha (y calurosa) es Castilla

Elegía y recuerdo de la canción francesa
  C' est une chanson
  qui nous ressemble.
  Kosma y Prévert: Les feuilles mortes

Os acordáis: Europa estaba en ruinas.
Todo un mundo de imágenes me queda de aquel tiempo
descoloridas,  hiriéndome los ojos
con los escombros de los bombardeos.
En España la gente se apretaba en los cines
y no existía la calefacción.
Era la paz -después de tanta sangre--
que llegaba harapienta, como la conocimos
durante cinco años.
Y todo un continente empobrecido,
carcomido de historia y de mercado negro,
de repente nos fue más familiar.
¡Estampas de la Europa de post-guerra
que parecen mojadas en lluvia silenciosa,
ciudades grises adonde llega un tren
sucio de refugiados: cuántas cosas
de nuestra historia próxima trajisteis, despertando
la esperanza en España, y el temor!
Hasta el aire de entonces parecía
que estuviera suspenso, como si preguntara,
y en las viejas tabernas de barrio
los vencidos hablaban en voz baja...
Nosotros, los más jóvenes, como siempre esperábamos
algo definitivo y general.
Y fue en aquel momento, justamente
en aquellos momentos de miedo y esperanzas
-tan irreales, ay- que apareciste,
oh rosa de lo sórdido, manchada
creación de los hombres, arisca, vil y bella
canción francesa de mi juventud!
Eras lo no esperado que se impone
a la imaginación, porque es así la vida,
tú que cantabas la heroicidad canalla,
el estallido de las rebeldías
igual que llamaradas, y el miedo a dormir solo,
la intensidad que aflige al corazón.
Cuánto enseguida te quisimos todos!
En tu mundo de noches, con el chico y la chica
entrelazados, de pie en un quicio oscuro,
en la sordina de tus melodías,
un eco de nosotros resonaba exaltándonos
con la nostalgia de la rebelión.
Y todavía, en la alta noche, solo,
con el vaso en la mano, cuando pienso en mi vida,
otra vez más sans faire du bruit tus músicas
suenan en la memoria, como una despedida:
parece que fue ayer y algo ha cambiado.
Hoy no esperamos la revolución.
Desvencijada Europa de post-guerra
con la luna asomando tras las ventanas rotas,
Europa anterior al milagro alemán,
imagen de mi vida, melancólica!
Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos,
aunque a veces nos guste una canción.
Himno a la juventud
 Heu! quantum per se candida forma valet!
   Propercio, II, 29, 30
¿A qué vienes ahora,
juventud,
encanto descarado de la vida?
¿Qué te trae a la playa?
Estábamos tranquilos los mayores
y tú vienes a herirnos, reviviendo
los más temibles sueños imposibles,
tú vienes para hurgarnos las imaginaciones.
De las ondas surgida,
toda brillos, fulgor, sensación pura
y ondulaciones de animal latente,
hacia la orilla avanzas
con sonrosados pechos diminutos,
con nalgas maliciosas lo mismo que sonrisas,
oh diosa esbelta de tobillos gruesos,
y con la insinuación
(tan propiamente tuya)
del vientre dando paso al nacimiento
de los muslos: belleza delicada,
precisa e indecisa,
donde posar la frente derramando lágrimas.
Y te vemos llegar: figuración
de un fabuloso espacio ribereño
con toros, caracolas y delfines,
sobre la arena blanda, entre la mar y el cielo,
aún trémula de gotas,
deslumbrada de sol y sonriendo.
Nos anuncias el reino de la vida,
el sueño de otra vida, más intensa y más libre,
sin deseo enconado como un remordimiento
-sin deseo de ti, sofisticada
bestezuela infantil, en quien coinciden
la directa belleza de la starlet
y la graciosa timidez del príncipe.
Aunque de pronto frunzas
la frente que atormenta un pensamiento
conmovedor y obtuso,
y volviendo hacia el mar tu rostro donde brilla
entre mojadas mechas rubias
la expresión melancólica de Antínoos,
oh bella indiferente,
por la playa camines como si no supieses
que te siguen los hombres y los perros,
los dioses y los ángeles
y los arcángeles,
los tronos, las abominaciones...
Idilio en el café

Ahora me pregunto si es que toda la vida
hemos estado aquí. Pongo, ahora mismo,
la mano ante los ojos -qué latido
de la sangre en los párpados- y el vello
inmenso se confunde, silencioso,
a la mirada. Pesan las pestañas.
No sé bien de qué hablo. ¿Quiénes son,
rostros vagos nadando como en un agua pálida,
éstos aquí sentados, con nosotros vivientes?
La tarde nos empuja a ciertos bares
o entre cansados hombres en pijama.
Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio
arriba, más arriba, mucho más que las luces
que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados.
Queda también silencio entre nosotros,
silencio
   y este beso igual que un largo túnel.


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