Revista Cultura y Ocio

Vísteme despacio

Publicado el 14 diciembre 2015 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_
La mode n'est pas quelque chose qui n'existe que dans les robes. La mode est dans le ciel, dans la rue, la mode a à voir avec les idées, la façon dont nous vivons, ce qui se passe.

Coco Chanel (1883-1971)
La cuestión no es ¿pueden razonar?, ni ¿pueden hablar?, sino ¿pueden sufrir? 
Jeremy Bentham (1748-1832)

Gabrielle Bonheur Chanel, más conocida como Coco Chanel, no debió utilizar esa frase pensando en la vida de los animales, o quizá sí: lo desconozco. Bajo mi punto de vista, la diseñadora veía la moda como una parte indisoluble de cada ser humano y de cualquier sociedad y, muy probablemente, esa visión cosmológica intervino positivamente en su fama.

La concepción humana con respecto a los animales, a su vez, ha sido predominantemente utilitarista. Allí donde unas cuantas personas veían naturaleza, totalidad o belleza, la mayoría ha visto comida, ropa, lujo o beneficio. Este es el origen de dos ejemplos que sobreviven hasta la fecha: la moda y el espectáculo.

Hoy día, existe una discusión larguísima sobre el uso de prendas de piel en una época donde los tejidos sintéticos son mejores, más resistentes y éticos con la vida animal. Aquí, la exclusividad y el supuesto glamour o moda siguen dando trabajo a personas que crían y maltratan cientos de miles de seres vivos como las chinchillas, los visones, los zorros y las focas y, en menor medida, también a perros y gatos en algunas partes del planeta.

Este mercado se sustenta bajo la única premisa de la exclusividad y, como posteriormente evaluaremos mediante datos, sin razón alguna al respecto. Al contrario que el consumo de proteína animal, no existe ninguna razón para criar, enjaular y utilizar la piel o la pluma de estos animales.

La piel en la moda

A su vez, el espectáculo cubre dos caras de la misma moneda: los circos (que también recogen otros tipos de espectáculos, como los acuáticos) y los zoológicos. La principal reivindicación del activismo actual con respecto a los circos con animales es que no solo se les priva de su entorno natural, sino que se les enseñan “trucos” y prácticas para diversión y entretenimiento de otros seres humanos sin tener en ningún momento presentes sus necesidades.

Los zoológicos, por el contrario, si bien intentan emular su entorno, a menudo ofrecen condiciones deplorables, como las que se descubrieron en 2014 en el Zoo de Barcelona (Sierra, 2012) y en el de Luján, en Buenos Aires (Debesa, 2014), grandes ciudades que, por sentido común, deberían contar con espacios mucho más adaptados.

¡Soy el animal de moda!

El animal de moda en el que nadie quiere pensar. Es el caso de las chinchillas, de los visones, de las focas peleteras, de los patos y de todos los animales que se utilizan para cubrir la demanda del mercado.

Al igual que otras formas de consumo, la peletería llegó a nosotros por necesidad, y se mantiene por tradición. Es difícil saber cuándo el hombre empezó a utilizar la piel y el pelo de otros animales para cubrir algunas de sus carencias (frío, comodidad, simbolismo…), pero la arqueología tiene constancia de que las primeras prácticas son prehistóricas.

Esta concepción utilitarista del animal ha extinto especies[1] y ha llevado al límite a decenas, sino a otros cientos, siendo una de las principales críticas que lanzan constantemente los grupos animalistas de presión con respecto a felinos de gran tamaño, mustélidos (tejón, comadreja, marta, visón, etcétera) y focas (como ocurrió con la masacre generalizada de focas peleteras a finales del siglo XIX).

Hoy, se crían, se despellejan y se despluman animales por moda. Hace 10.000 años, por necesidad. Esto no es una crítica al sistema peletero, es un hecho. Somos conscientes de que podemos aprovechar tejidos sintéticos[2] de mayor calidad, resistencia y durabilidad (aunque estos parámetros siempre resultan parcialmente subjetivos); sin embargo, no lo hacemos.

Manifestación de Anima Naturalis contra la cría y el comercio de pieles en el sector de la moda

En lo que respecta a las llamadas “prendas de piel”, no obstante, el trato que se da a los animales en las fábricas y los testimonios que han surgido denunciando estas prácticas por toda Europa y EE UU han provocado un diálogo social que, en algunos países, ha cristalizado en su prohibición, como en Austria, Reino Unido y Gales y, en otros, ha conseguido cambios reales.

Hubo un tiempo en el que vestíamos la piel de otros animales por necesidad; ahora tenemos la potestad de escoger prendas sintéticas frente a estas. Hoy, existe la franela de algodón, las prendas acrílicas, el rayón, el poliéster y las microfibras que ya utilizamos diariamente; e incluso podemos plantear el uso de lana mediante la esquila si realmente tenemos la necesidad de prendas de este tipo en los meses que los animales menos necesitan su pelo (verano), lo que ya es decir mucho.

Manteniendo, en cualquier caso, un estricto control de las esquilas de los mismos (Staff de Anima Naturalis, s.f.a) e intentando evitar cruces de animales que solo atiendan, única y exclusivamente al interés comercial, y que, además, son profundamente dañinos para estas especies y sus descendientes: es el caso de la oveja Shrek (Emol, 2011) o de Shaun (Reuters Group Limited, 2014), cuyos ascendientes han sido, casi con toda probabilidad, cruzados sin control para obtener el máximo de lana posible.

La verdadera acción que debemos plantearnos aquí es la crítica: el análisis crítico. Si no hay necesidad de hacer sufrir a todos esos animales, ¿por qué lo hacemos? Páginas atrás, te decía que dejaba en tus manos la defensa o el ataque acerca del consumo de carne (y pescado); sin embargo, para mí, tiene más sentido utilizar la piel de ese animal que ha muerto para el consumo alimentario, que criar visones o chinchillas para arrancarles la piel, ¿no crees?

Ahora, así como ya nos hemos acercado hasta las granjas y los mataderos, toca echar un ojo a estos centros de procesado de piel. Y si no te ves con fuerzas, pregúntate por qué. Vuelve a ser aquella realidad que creemos menos real porque no la tenemos frente a nosotros, ¿recuerdas?

Una piel por vida

En la actualidad, España cuenta con treinta y ocho granjas de visón, donde mueren 400.000 de estos animales cada año. Las cifras a nivel global alcanzan unos 50.000.000 de visones (más de 130.000 animales cada día).

Se crían en cautividad, se mantienen enjaulados y viven y mueren por su piel. Viven siete meses, hasta alcanzar su tamaño adulto, y mueren asfixiados con gas, en dos minutos. A continuación, se les arranca su piel; la mayoría han muerto, pero a aquellos ejemplares que, simplemente, han quedado aturdidos se les despelleja vivos.

En 2010, el diario El Mundo abría una línea de investigación paralela a Igualdad Animal a través del artículo de la periodista Teresa Guerrero (2010) titulado La dura vida del visón: de animal maltratado a abrigo. El cuerpo del texto hablaba de un documento aterrador, donde los animales viven en condiciones pésimas y donde la comunidad gallega representa ocho de cada diez de estas granjas.

No Fur, anuncio

La actitud de los responsables fue de negación frontal, según se podía leer; José Miguel Martín que, en 2010, era secretario de la OEEP (Organización Empresarial Española de Peletería) y hoy, cinco años después, ocupa un puesto gerencial y directivo de la misma, no solo negó y tildó de falsas las imágenes, sino que afirmó que si esto fuera así, los inspectores tendrían que haberlo detectado, y rogó que no se generalizase.

Otros testimonios que no han alcanzado a la opinión pública al mismo nivel, como la del ex operario gallego José Luis Calviño (Igualdad Animal, 2013) planteaban un día a día muy distinto, muy cercano a lo que las imágenes de las organizaciones de defensa informaban: heridas, enfermedades, vida entre sus excrementos, estrés y canibalismo.


[1] Tres ejemplos de especies extintas a causa de la caza directamente relacionada con la actividad peletera son el visón de mar (Neovison macrodon), la garduña de Ibiza (Martes foina) y el zorro de las Maldivas (Dusicyon australis).

[2] Para más información, recomiendo: McIntyre (2004).


Lista de referencias bibliográficas:


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