[Hace una semana presenté aquí el libro “Guía para una vida plena. El arte de la alegría estóica”. El estoicismo romano tiene algunas herramientas interesantes que también sirven para el día a día (no solamente) minimalista, así que iré presentándolas aquí durante las próximas semanas. La primera herramienta es la visualización negativa y consciente.]
¿Entonces para qué sirve contemplar la posibilidad de que lleguen a suceder? ¿De qué sirve imaginar con detalle lo malo que te puede pasar si no puedes hacer nada al respecto?
La adaptación hedonista: dar por hecho lo que tienes
Existe un concepto psicológico muy interesante, que explica por qué el consumo es tan popular hoy en día. Se debe a la adaptación hedonista, la inmensa capacidad del ser humano de acostumbrarse rápidamente a cualquier cambio, incluyendo la pérdida del interés en un logro tan pronto lo haya alcanzado, o el aburrimiento hacia un producto de consumo tan pronto ha llegado al hogar. La adaptación hedonista tiene su aspecto positivo cuando ayuda de enfrentarnos situaciones fuera de lo común en nuestras vidas. El problema es que hace difícil de apreciar lo que ya tenemos, porque hace que nos acostumbramos a ello. Para sentirte realizado y felíz es necesario conseguir un aumento de salario, comprar una casa más grande, un coche más potente, otras tres camisetas de rebajas, etc… Cada vez pensando que ahora sí vas a ser feliz por lo menos hasta que te hayas acostumbrado de nuevo.
Si la adaptación hedonista nos inculca dar por hecho nuestra salud, nuestros bienes, nuestros amigos y nuestra familia, entonces la visualización negativa es el antídoto para recordar su importancia en nuestras vidas.
Visualización negativa: apreciar lo que tienes
Imaginar lo negativo puede ayudar a enfrentar una situación por si esta llegara a materializarse. Si en tu familia hay antecedentes de alguna enfermedad, vale la pena imaginar de vez en cuando cómo sería tu vida si estuvieras luchando contra ese problema. Te ayudará a sentir más empatía con aquel familiar que lo padece, y si algún día te pasa lo mismo, ya no será tan terrible como si nunca te lo hubieras planteado.
Además, y esta para mi es la razón más importante, es una práctica psicológica muy potente para no caer en la adaptación hedonista. Contemplando el hecho de que un día podrás perder tus bienes, los aprovecharás más. Imaginando que tu pareja se morirá antes que tu, te recordará por qué estás con él o ella y de disfrutar el tiempo que tenéis juntos. Pensar en que tu salud no siempre será tan buena, te dará la motivación de aprovechar de tu cuerpo y de cuidarlo bien.
En cuanto al trato con las personas y a las experiencias, puedes imaginar como si fuera la última vez que las realizas. ¿Cómo tratarías a tu vecina si esta fuera la última vez que la ves por la calle? ¿ No la saludarías con cariño? ¿Cómo te relacionarías con tu pareja, si este fuera el último día que podéis compartir? ¿No le tratarías con más delicadeza de lo que sueles hacerlo? Somos jóvenes, estas palabras pueden sonarte muy radicales, pero te aseguro que habrá una última vez y tampoco lo sabrás.
Ojo: Eso no significa que tengas que pasarte las horas con pesadillas sobre las catástrofes que pueden (o no) avecinarse. Se trata de un ejercicio que puedes incorporar en tu rutina semanal para recordar la suerte que tienes por todo lo que tienes.
Lo que un(a) minimalista puede aprender de los estóicos
Muchos retos y ejercicios minimalistas empiezan con una experiencia de reducir sus pertenencias. La idea es evaluar todo lo que tienes y decidir si te añade valor a tu vida o si lo tienes porque estaba de oferta/fue un regalo/no te acuerdas. La idea es que te quedes solamente con aquellas cosas que aportan algo en tu vida. Tener menos cosas es menos estresante, porque también implica menos mantenimiento. Resulta que muchos minimalistas después de reducir las pertenencias a 100 cosas, van por los 75, por los 50. Quizás esto también sea una forma de adaptación hedonista. Cuando has llegado a las 100 cosas, eso ya no te basta y buscas otro reto.
La próxima vez cuando sientes que alguna cosa ya no te gusta tanto, imagina que ya no lo tienes. Cuando pierdes la paciencia con tu tía, o te quejas que tu pareja no te trae flores, imagina que nunca más le verás. Te aseguro que enfrentarás el próximo encuentro con más ganas y menos impaciencia.
¿Cuál ha sido tu experiencia con la adaptación hedonista?
Inspirado en capítulo 4, “A guide to the good life”, Irvine (2008).
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Foto: gaelx / flickr