Revista Espiritualidad

Viviendo con la enfermedad. In memoriam Bondo Kojitsu Williams

Por Chocobuda
Viviendo con la enfermedad. In memoriam Bondo Kojitsu Williams

Este es un post personal. Puedes ignorarlo por completo. 

Hoy por la mañana recibí la noticia de que mi hermano del Dharma, el monje Bongo Kojitsu Williams, ha salido del samsara. Su corazón decidió que había sido suficiente. Es una de esas ocasiones en las que uno piensa: «¿Pero cómo es posible, si justo ayer se veía bien?». Todos mis compañeros monjes estamos impactados. Por mi parte, me mantengo atento para ayudar a mi maestro en lo personal y en los servicios funerarios que comienzan hoy. 

¿Era un maestro famoso? ¿Debemos sentirnos todos tristes? No. Era discreto, humilde y evitaba todo tipo de reconocimiento. Incontables seres se beneficiaron de su compasión y él se mantenía incansable trabajando para todos. Justo por eso escribo esto: para recordarlo y contar un poco de su historia.

Kojitsu era un ser amable, sabio y que, a pesar de sus múltiples condiciones de salud, no dejaba de ayudar a los demás. Siempre fue un ejemplo y, en nuestras charlas, siempre me iluminaba con sus puntos de vista sobre la vida.

Con lágrimas de gratitud y en silencio, comparto este artículo de su autoría, en el que relata cómo el Zen ayuda a vivir con gracia durante la enfermedad. Gracias, sabio amigo. Ahora ya no sufres más y ya no es necesario estar conectado a máquinas. Al fin hay paz.

Sigues y seguirás aquí. No te has ido a ningún lado. 

Vivir con enfermedades graves como la insuficiencia renal dependiente de diálisis, las cardiopatías y la embolia pulmonar (coágulos de sangre en los pulmones) no es simplemente soportar sufrimiento físico; es transitar diariamente por el borde de la impermanencia. Sin embargo, desde la perspectiva de la práctica Zen, este camino no es trágico, sino una oportunidad para afrontar la vida tal como es, momento a momento, con claridad, dignidad y compasión.

En la práctica Zen, no apartamos la mirada del sufrimiento; lo afrontamos directamente. La Primera Noble Verdad del Buda afirma que la vida incluye dukkha (incomodidad, descontento y sufrimiento). La enfermedad crónica no lo hace más cierto, solo lo hace más difícil de ignorar. Cada sesión de diálisis, las agujas en el brazo, el zumbido constante de la máquina, la molestia de tomarse la presión arterial cada 30 minutos y la fatiga posterior, son una puerta al dharma. También lo son los momentos en que respirar se vuelve difícil, cuando el pecho se oprime y surge el miedo, o cuando el corazón entra en fibrilación auricular y entramos en pánico. Estas experiencias no son interrupciones de nuestra vida espiritual; son nuestra vida espiritual. En el Zen, no buscamos escapar ni trascender nada; buscamos la intimidad con todo. Eso incluye la fatiga, el dolor e incluso las burocracias del campo médico. Nada se deja de lado. Dogen enseñó que la práctica no está separada de la vida cotidiana. Ya sea remover una olla de sopa o sentarse en un cojín, cada actividad es la totalidad del Camino del Buda. En caso de enfermedad, el margen de acción puede ser limitado, pero no la posibilidad de práctica.

Cuando caminar se vuelve fatigoso, prestamos atención a cada paso. Cuando se nos dificulta la respiración, descansamos en la que podemos tomar, en lugar de aferrarnos a la que no podemos. Esto no es pasividad, es un compromiso profundo. Decir «sólo esto» no es resignación, sino un voto de vivir plenamente, exactamente donde estamos. Sentarse en Zazen con un cuerpo en decadencia puede ser difícil, pero la esencia de Zazen no es la postura física. Ya sea en una silla o en una cama de hospital, podemos encarnar Shikantaza, simplemente sentarnos. En el Zen, esto significa sentarse sin ninguna idea de ganancia, sin ningún objetivo, ni siquiera salud ni recuperación. Zazen es la manifestación de nuestra naturaleza búdica inherente, incluso cuando estamos conectados a máquinas, incluso cuando nuestros órganos fallan. Dogen nos recuerda que «la práctica y la iluminación son una sola cosa». No esperamos a que las condiciones sean ideales, no esperamos a que el cuerpo esté fuerte, no esperamos.

La enfermedad a menudo nos aísla. Puede que otros no comprendan nuestra condición, o incluso vean nuestras vidas como disminuidas o pesadas. Pero desde la perspectiva del zen, cada ser es una manifestación del dharma. Nadie está fuera del círculo de la compasión. Vivir con una enfermedad grave es tomar conciencia íntima del sufrimiento ajeno… de aquellos con tubos, cicatrices, pastillas y miedos. De esta manera, llevamos el Okesa no solo sobre nuestros hombros, sino sobre el terreno compartido de la vulnerabilidad humana. Nuestra práctica, aunque silenciosa, se convierte en un vehículo de compasión para todos los seres.

Enfrentar la mortalidad cada día, cuando cada coágulo podría ser el último, cuando el ritmo cardíaco flaquea, cuando el dolor de espalda es tan intenso que no puedes quedarte quieto, no es solo aterrador, es íntimo. Arrasa con las ilusiones de control y certeza. El Zen no ofrece respuestas, pero sí intimidad. La ignorancia se convierte en nuestra aliada. Intentamos abrirnos a cada momento no con miedo, sino con asombro. ¿Qué es esto? Ante la muerte, no buscamos creencias ni promesas. Regresamos a esta respiración, a este paso, a este tazón de arroz. Nos soltamos una y otra vez, no solo de la esperanza o el miedo, sino de nosotros mismos. Esta es la liberación de la que habla el Zen, no más allá del sufrimiento, sino a través de él.

Vivir con diálisis, cardiopatías y embolia pulmonar no es fácil, pero no está en conflicto con el Camino del Buda. De hecho, puede ofrecer el regalo más excepcional de todos: la oportunidad de vivir cada momento con plena conciencia de su fragilidad. El Zen no promete que viviremos más; ofrece algo mucho más profundo: que podamos vivir plenamente y morir plenamente, sin aferrarnos, sin arrepentimientos y con un corazón abierto y despierto.

Dogen Zenji escribió:

«Cuando encuentras tu lugar donde estás, se produce la práctica, actualizando el punto fundamental.»

Este cuerpo, este momento, esta respiración… este es nuestro lugar. Y practicamos sin cesar.

Kojitsu

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