Revista Cultura y Ocio

Vivir es un regalo – @hipst_eria

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

“Las 6:20 horas, el estornino no falla”.
Ponía el despertador por costumbre,  por no arriesgarse a quedarse dormida, no fuera a ser que el pájaro se quedase afónico, se fuera a otro jardín a cantarle a una hermosa hembra de su especie, o que se lo hubiera comido el gato tigre, dueño y señor de los patios de toda la manzana, menudo era.
“Me encanta, ahora si, que al menos empiece a cortejarme una hora más tarde”, pensaba sonriendo y estirándose.
Pero no, jamás faltaba a su cita, curioso como la mejor maquinaria es la de la naturaleza. Una maquina dotada de un perfecto e imperceptible engranaje formado por cosas sencillas, que en realidad son las más grandes, tanto y tan perfectas, que la vida sería inimaginable sin ellas, quizás por eso no nos planteamos su ausencia. El vuelo de las aves, el sonido del Mar, el olor a retama, a eucaliptos, el movimiento de las ramas mecidas por el viento, la brisa fresca que se cuela por la ventana cuando cambia la marea, el olor a tierra mojada cuando caen apenas cuatro gotas, la lluvia purificadora, el Sol como motor de la vida y de los días, la luna que alumbra los sueños, o las estrellas, que los trazan.
Una pena que no siempre seamos conscientes de toda esa belleza. Que cierto es eso que dicen que no te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes. Pues con la naturaleza igual, qué sería de un mundo sin flores, sin aves, sin Mar, sin Sol que lo caliente todo …
Pero no siempre había pensado así, tampoco justo lo contrario, pero no así, es más, ni pensaba, solo vivía sin consciencia más allá de lo establecido, dejándose llevar por la vorágine de la vida, de las prisas, de las obligaciones y no sé cuánto cosas más. Valorando la belleza, pero no dejándose atrapar por ella.
Durante muchos años su primer gesto al despertar no era sonreír,  abrir la venta y respirar hondo, como ahora, llenándose los pulmones de yodo, sus ojos de azul del Mar y su boca de palabras ahogadas por la emoción, “¿Será posible que este ritual diario me provoque las mismas emociones después de tantos años?”, 10 años ya.
En unos días se cumplía el aniverario de cuando su vida cambió para siempre y aunque en principio pudiera parecer lo contrario, no para peor, aunque la vida, el destino o lo que fuera, pareciera empeñarse en ello, poniendo en su camino la dura prueba de una grave enfermedad. Cuanta juventud, cuanta belleza, cuantas cosas por hacer…
Cuando el médico le dio la mala noticia, el mundo se le vino a la altura de sus sandalias, quizás unos centímetros más abajo, el calor insoportable de ese caluroso mes de Julio se convirtió de pronto en un frio helado que le recorría todo su cuerpo y un grito sordo indescriptible se le alojaba en el pecho. Los “no puede ser” se alojaban detrás de un enorme nudo en la garganta, mientras escuchaba como el médico le decía que ahora tenía que luchar y ella alcanzaba a decir “¿Y eso cómo se hace?”.
No recibió una respuesta clara, pero comprendió que ahora su vida no tenía otro objetivo que poner todo de su parte para recuperarse. Y que la respuesta a esa pregunta sólo pasaba por no mirar atrás, solo se avanza caminando hacia adelante. Y cuando el camino es duro y el viento viene en contra, nuestro instinto sólo busca luchar contra él, buscando refugio, agarrándonos a lo que nos sostenga  Hasta llegar a tu destino, más o menos dañada, más o menos tarde, agotada pero entera y con  una sonrisa al cruzar la meta.
No pensaba que ella fuera más lista que nadie, ni más fuerte, ni más discreta. Pero una fuerza que no sabía de donde provenía le hacía afrontar los obstáculos con optimismo, celebrando pequeños logros. Las guerras no se vencen sin ganar las batallas.
Más tarde comprendía que no era más que el resultado del apoyo, la entereza y las sonrisas que intentaban contagiarle los que la rodeaban. El positivismo y las sonrisas son la mejores medicinas.
Se hizo defensora de lo pequeño, de los pequeños pero decididos pasos, de los pequeños logros, de las pequeñas cosas que son las más grandes, y que por eso llenan el corazón.
Cuando compartía esta experiencia, siempre decía, ante el asombro de lo otros, que curiosamente, y a pesar de la dureza de lo vivido, en aquellos días se en cuadraban algunos de los mejores de su vida. Porque disfrutaba y era feliz con lo más mínimo, porque aprendió a caminar con soltura, a levantarse tras las caídas, porque aprendió a reformar en positivo lo negativo, porque aprendió  a volar y a llegar así al final del camino …
Porque vivir es un regalo rodeado de un lazo grande, escrito con vivencias, equivocaciones, dolor, lagrimas, enojos, pero también con sueños y alegrías, y estas últimas van subrayadas y escritas en negrita.

Y mientras bosteza y se estira hasta el infinito, otro canto, éste más bello, le devuelve a la realidad. No era el estornino, era el canario de su vecina.
“Ummm, huele a hierba, a sal…
Y a café”.

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