Imagen extraida del blog davidnesher.blogspot.com.es
Nunca es tarde para nada. Siempre se está a tiempo de empezar nuevos proyectos. Las segundas oportunidades existen y hay que aprovecharlas… Ya,ya,ya… muy bien… puede que todo esto sea cierto, es más, creo firmemente que lo es y además lo practico. Afirmaciones todas muy positivas, pero nadie te habla de lo complicado que es hacer algo a destiempo, es decir, cuando se supone que ya no te toca. Yo me he lanzado y, aunque estoy muy contenta, el esfuerzo es tremendo.
Mi ilusión, desde siempre, fue estudiar Literatura. Cuando yo empecé la carrera, esta disciplina no se estudiaba como tal, tenías que hacer Filología y no me atreví porque el latín para mí era el horror (posiblemente la única asignatura en la que he tenido que rogar que me subieran del 4 al 5 para no arrastrarla) y el griego ni me lo planteé, me fui por lo que entonces se llamaban Ciencias Mixtas, que incluían unas matemáticas, se supone que sencillitas, que a mí me costaron bastante, pero todo era mejor que volver al latín y empezar con el griego.
Finalmente, me decidí por Periodismo porque lo que yo siempre he querido, desde que era una niña de 5 años que devoraba los libros de “Los cinco” (madre mía, que mayor me siento, seguro que ningún niño de hoy en día sabría de qué hablo), es escribir. Siempre he soñado con publicar libros de relatos cortos, pequeñas vivencias que hicieran sentir algo a los demás. Era una niña relativamente tímida, imaginativa, que se pasaba las horas con la nariz metida entre las páginas de los libros. Y fui una adolescente ligeramente acomplejada y muy compleja, con mil historias en mi cabeza, que sentía que su único refugio eran las historias que otros escribían para ella. Y así he seguido, no he tenido ni una crisis en mi amor por la lectura, siempre, siempre, haya estado sumamente feliz y ocupada en mi felicidad o triste y demasiado loca dentro de mi tristeza, siempre, siempre he leído. Mi día no es completo si no me leo por lo menos un par de páginas en la cama antes de dormir.
Bueno, pues por todo ello elegí Periodismo, no para hacer grandes entrevistas ni para irme de corresponsal a sitios maravillosos, solo para escribir crónicas, para que me dejasen escribir columnas, artículos de investigación… Pero la vida es cómo es y no fue posible, antes de acabar la carrera ya estaba trabajando en la televisión y hay he seguido hasta hace nada. Sí, escribía guiones, entrevistas, redactaba información, pero no era eso…
Ahora estoy en un periodo malditamente y obligatoriamente sabático, las circunstancias en casa no son las mejores para que yo me ponga a buscar curro… Y entonces pensé, ¿y por qué no estudiar lo que siempre quise? Y ahí fui yo tan decidida a apuntarme a la Uned al Grado de Literatura y Lengua Española. Genial, ¿verdad? Tan contenta, me compré mi archivador, mis cuadernos, multitud de bolis de colores diversos, tippex, gomas, etc… Y empecé a sumergirme en los estudios…
Pero, ay, madre, que esto ya no es lo que era. Para empezar, no ese estudia de la misma manera que se estudiaba antes. Recuerdo tardes enteras en la biblioteca mirando libros para hacer un trabajo. Ahora no, ahora se trata de investigar en las fuentes de Internet, analizar los artículos que los profesores te pasan por links que, mágicamente te remiten a un documento on line que te puedes guardar en pdf, Word o no sé cuántas maneras más. En el último trabajo que he hecho para Textos Literarios de la Edad Media, uno de los puntos era encontrar en Internet un códice y pegar en tu trabajo la primera página. Bueno, pues ahí es cuando te sientes la abuela cebolleta. La Uned facilita una plataforma en la que hay abierto unos foros con estudiantes y profesores. Pues menos mal, porque si no, no sé cómo muchos podríamos seguir adelante. Copiar y pegar lo controlamos, ¿verdad? Pues no, olvidaros del control+c, hay múltiples maneras de copiar documentos, incluso de aquellos que están protegidos. Los trabajos se remiten al profesor a través de un click, los resultados te los ofrecen on line con las correcciones en rojo… Todo es así, no hace falta hablar, pasar páginas de papel ni siquiera utilizar un bolígrafo… eso sí, tienes que tener un dominio informático bastante grande.
Parte dos: tú ya no eres la que eras (en ningún sentido, ni físico ni mental) Tu cabeza está en mil sitios a la vez, desde la compra al médico que tienes por la tarde a la visita de la suegra. El día, que recuerdas que cuando ibas a la facultad duraba casi 48 horas, ahora se acorta en espacios ridículos de tiempo que impiden que te pongas delante del ordenador a empezar a estudiar. Has perdido el hábito, es complicado concentrarse y volver a esquematizar contenidos. Han pasado 20 años desde que estudiabas como única ocupación y ahora todo se te hace más cuesta arriba.
A pesar de todo, ¿sabéis qué? Debo ser masoquista, a mí me van los retos, lo difícil, lo que cuesta. Así que me lo estoy pasando genial. Quitando los momentos en los que quiero tirar el ordenador por la ventana, está siendo una experiencia muy gratificante, me gusta todo lo que estoy aprendiendo, me gusta volver a ser una ratita de biblioteca, aunque sea electrónica, empezar de nuevo a abrir la mente a nuevos conocimientos. Y soñar, porque todo lo relacionado con la palabra y los libros a mí me llevan a evadirme de este mundo y vivir otras realidades ajenas a mí. ¿Os figuráis a la persona que escribió “El Cantar del mío Cid”? ¿Cómo sería, cómo se las arreglaría? Estamos hablando de la Edad Media, época en la que el 99% de la sociedad no sabía leer ni escribir. Etapa en la que la violencia y el desprecio por la vida eran moneda común. ¿Cómo se arreglarían para conseguir materiales para la escritura? ¿Quién inspiró al Arcipreste de Hita para escribir “El libro del buen amor”? No me digáis que no es fascinante…