Revista Cultura y Ocio
Deshago la maleta y me desvisto de las ropas del viaje, camino sobre el parquet de olivo con los calcetines rojos de invierno, pero aúnsigo prendida de tu mano por las estrechas, sombrías calles del barrio judío en Girona, pasando junto a muros que ocultan, tapiadas, puertas invisibles, patios interiores y calles enteras que -ahora lo sé- están ahí.
Aún aspiro el olor a menta recién cortada y el jugo de granada de un soberbio cous-cous, fascinada por los grandes, maléficos ojos de una niña inquietante, fijos en mí en una pared de La Penyora. En mi boca estallatodavía el sabor de los pétalos de rosa, las pepitas de amapola sobre el melón, los brotes de soja y los canónigos, los langostinos con mostaza de flores en La Caléndula.
Cuelgo el abrigo que me regaló la abuela, y la última luz del día me sabe al aceite de mandarina con que te ungí el cuerpo para amarlo con la lenta premeditación de una primera vez. Cae la noche, y nos recuerdo contemplando la luna llena sobre un mar oscuro que pintó Meifrén. Aquí pero aún allí, regreso al hogar y lo hago de veras: yo y mis maletas nos fuimos antes de volver, como Flavia Company en el largo poema que he ido re-leyendo mecida (ida y vuelta) por el traqueteo del tren de cercanías.
Los otros están en todas partes, es verdad: soy yo la que necesita estar acá. Preguntamepor qué y te contesto:sólo acá soy otra
Dispersa y completa a la vez, me hallo exactamente donde quiero estar. Allí o aquí, no importan los lugares: sé que quiero ir, estar y volver sólo contigo.