- 1. “Los que fueron condenados a muerte durante el franquismo sería porque se lo merecieron” gritó el alcalde de Baralla (Lugo), Manuel González Capón del PP.
- 2. El portavoz adjunto del PP en el Congreso, Rafael Hernando, ha afirmado este martes que los casos “puntuales” de desnutrición en nuestro país son “una responsabilidad que corresponde a los padres”, y ha calificado de “repugnante” que se utilice a los niños para hacer “demagogia política”.
- 3. La Ministra de Empleo, Fátima Báñez, anuncia e invita a los ciudadanos a la delación anónima de quienes transgredan normas laborales, de fraude en el empleo o Seguridad Social o cobros indebidos de prestaciones.
(De la prensa nacional)
¿Qué hemos hecho tan mal –la izquierda y los ciudadanos en general- en nuestro país? Las tres noticias, los tres ejemplos, no son unos hechos aislados, se repiten a diario en ese ejercicio de derribo de la realidad y la moral que se lleva a cabo, sistemáticamente, contra lo que queda en píe en una desgracia llamada España.
Es el fascismo, puro, duro y simple, que se ha enseñoreado, como una invasión de ultracuerpos de nuestra realidad.
El franquismo sociológico ha estado larvado, anidando en forma de Fragas, en una sucesión doméstica de destinos imperiales y que, alcanzada la mayoría absoluta parlamentaria tras el engaño y el soborno, da, plenamente la cara.
La justificación, altanera y arrogante del genocidio, de la muerte injusta y cruel de centenares de miles de ciudadanos, privados de hasta la dignidad de y en su muerte.
La negación de la realidad, la manipulación goebbeliana, el arrojar sombras de supuesta responsabilidad de las propias víctimas –de la barbarie o el hambre- sobre su desgracias impuesta.
Y el impulso y la institucionalización de la delación anónima, del estado del terror, de la policiación de los trabajos y las ideas.
Manuel González, Rafael Hernando, Fátima Báñez… son sólo pedúnculos de unas benevolencia superior. Nunca se había ido, pero el fascismo ha vuelto. Está detrás de cada esquina, de cada concejal autoritario y corrupto de la España profunda, del sobresueldo profundo o de la financiación ilegal profunda.
No se trata de una invasión porque siempre han estado aquí. Sólo se escondían, como cucarachas, detrás de supuestas democracias y libertades. Han dejado pasar su tiempo haciéndonos votar sus elecciones amañadas, su sistema amañado, su realidad amañada y su fascismo subsidiario, penetrante y agazapado.
Y ahora, muerden, atacan, calumnian, mienten, compran, sobornan, venden… en la mismísima producción de lo oscuro.
Parecen gaviotas pero son cruces gamadas. Parecen corbatas de seda italiana pero son camisas pardas. Parecen portátiles pero tienen las llaves de los nuevos campos de exterminio.
No distinguen entre la arquitectura de un hombre y la de un conejo. Están establecidos. Roban, cobran y hacen declaraciones. Sólo les falta accionar la espita de una nueva cámara de gas.
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