Vómito, la primera novela digital de Facundo Falduto (aka @elfaco) lleva la marca generacional desde la primera línea: Cuestión que llegué a la fiesta dos horas tarde. A lo largo de cien capítulos de extensión caprichosa Santiago, protagonista y antihéroe, llegará tarde a diferentes lugares, se emborrachará en casi todos, se enamorará en algunos, vomitará en otros, se acostará o intentará acostarse con todas las chicas que pueda, trabajará cuando sea estrictamente necesario, paseará sin rumbo fijo, sufrirá el padecer y la épica diaria de una generación condenada a alquilar, drogarse, dormir, ser explotada, querer mal y pivotear entre la autocompasión y el hastío.
La interacción entre relato y redes sociales, si bien no es nueva, resulta un gran acierto. Vómito se publicó íntegramente en Tumblr y está atravesada en forma constante por Twitter, Facebook, Gmail y otras entidades cuya existencia me llevaría una tarde de explicaciones a mi tía. La novela flota y es contaminada en cada párrafo por los procedimientos eróticos, histéricos y depresivos con los que los que todavía no llegamos a los treinta nos movemos en internet.
Uno de los méritos derivados de esa circunstancia es la creación de un código propio y, por extensión, de una comunidad alrededor de ese lenguaje. Leo Vómito desde sus inicios y me resultó fructífero y gratificante encontrarme en las redes con otras personas con las que, en principio, sólo compartía el guiño de saber a qué hace referencia el método, qué es hacer la del gato o en qué consiste el síndrome de martes. En mi caso le debo a Facundo y a ese experimento, además de la exquisita lectura, una relación amorosa que se trasladó a la vida real. Pero esa es otra historia.
Una de las características especiales de Vómito es que su fragmentación tiende a crear un conflicto difuso, si insistimos en categorías conservadoras en que una narración equivale a un único conflicto. Podría decir que el centro es el pasaje de Santiago de la adolescencia tardía a la adultez, pero sería incompleto. Tal vez sería más exacto decir que se trata de la tensión entre el limbo de las relaciones cínicas y la utopía del amor, lo que es cursi pero también más simple de lo que se cuenta en esta historia.
Lo más sincero, supongo, es decir simplemente que es una novela que me gustó mucho. Que todos somos un poco de Santiago y todas fueron, en algún momento, las mujeres de Santiago. Que deberían leerla para que podamos reírnos de Santiago sin pantalones, saliendo al patio de una fiesta en que hay un dinosaurio violeta; mientras esperamos, borrachos y perdidos, a que Facundo escriba su próxima novela.