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Por Xinquer
A solo diez días de la Cumbre de Copenhague, los países miembros de la ONU están listos para librar lo que probablemente será una dura batalla entre responsabilidad global e intereses privados.
Entre los días 7 y 18 de Diciembre, los líderes políticos de las Naciones Unidas tratarán de abordar la problemática del ya confirmado y hasta la saciedad renombrado cambio climático en la capital danesa. De esta cumbre debiese surgir el pacto que establezca un compromiso vinculante, justo y ambicioso que permita atajar de forma unánime las políticas agresivas con la salud de nuestro planeta y el aumento de la temperatura mundial; involucrando a cada país en este cometido de forma irreversible en función de su peso industrial, desarrollo y capacidad técnica, dando así continuidad y mayor profundidad a la nada complaciente cumbre de Kioto a partir de 2.012. También resulta necesario establecer un coherente y duro marco legal que impida el incumplimiento de dicho tratado.
La trascendental importancia de esta Cumbre radica en que un pacto apropiado y sólido supondrá el correcto uso y gestión de los recursos naturales del planeta, mientras que si las negociaciones fracasan, nos hallaremos en una insostenible situación en la que cada país y sector competirá sin control por unos escasos recursos atentando directamente contra la salud de los ecosistemas, por ello la resolución de esta Cumbre tendrá un verdadero impacto en la biología, la economía y la sociedad global.
Por ello, se requiere un acuerdo que condene paulatinamente al desuso un modelo económico obsoleto, impracticable y potencialmente peligroso como lo es el uso de combustibles fósiles, la deforestación masiva o el mal trato de los recursos hidrológicos y que en su lugar potencie un planteamiento mucho más saludable y equitativo, empleando energías renovables, reciclando y reutilizando los recursos físicos y gestionando eficientemente las masas de agua, evitando de ese modo la agresión ambiental masiva que ha estado sufriendo nuestro planeta desde la revolución industrial y evite los irreversibles perjuicios del incremento térmico como la extinción masiva de especies incapaces de adaptarse de forma tan violenta, el incremento del nivel de los mares o la desertización de los continentes y la consecuente hambruna y migración masiva de poblaciones humanas.
Pese a la cercanía de la fecha señalada, los países involucrados se muestran desconfiados y recelosos, ocultando los límites del compromiso que están dispuestos a asumir, esperando que los demás den el primer paso, así que habrá que aguardar al inicio de las negociaciones para ver qué futuro nos espera; deseo no llevarme otra decepción, aunque las cosas no parecen ir por el mejor camino. Hasta ahora hemos sabido que la Unión Europea se compromete a reducir en un 20 % sus emisiones de CO2 en 2.020 con respecto a su tasa de 1.990, pero tal y como indica el Panel Intergubernamental contra el Cambio Climático (IPCC), esto no es suficiente, pues se requiere un descenso de entre el 25 % y el 40 % en los países industrializados; no obstante, dicha comunidad estaría dispuesta a asumir un descenso del 30 % si otros países se plantean esfuerzos similares. Por su parte, Estados Unidos no parece estar dispuesto a comprometerse más allá de sus propios interesas, algo muy criticado siendo el país con mayor grado de emisiones históricas. Menos halagüeña es, si cabe, la perspectiva que proponen países como Rusia, México, Canadá o Australia. Al menos Japón parte desde la idea de reducir sus emisiones en un 25 %, liderando el ranking mundial en este tema, aunque reconoce que estará muy por detrás de la media global en lo que se refiere al correcto aprovechamiento de los recursos físicos. Más preocupante es la actitud desafiante de países en vías de desarrollo como India, Brasil o China, ya que no están dispuestos a alcanzar compromiso alguno que afecte a su crecimiento económico y se defienden argumentando que han sido países históricamente respetuosos durante las últimas décadas, cuando otras naciones incrementaban exponencialmente sus emisiones.
No falta el toque de atención emitido por la Alianza de Pequeños Países Isleños exigiendo una reducción del 45 % de las emisiones con respecto a los valores de 1.990 al mundo desarrollado con el fin de impedir un incremento térmico global mayor de 1,5º C, asegurando de ese modo su subsistencia, pues muchos de los miembros de dicha alianza desaparecerían bajo las aguas si el cambio climático prosiguiese. En el otro extremo de la balanza se hallan los países carentes de industria y poco desarrollados social y sanitariamente, los cuales no solo exigen un pacto firme y serio, sino que además se les aseguren los recursos necesarios para llevar a cabo un desarrollo sostenible sin atentar contra el medio ambiente o poder combatir los efectos del aumento de las temperaturas si éste se producen.
Aunque no lo parezca, todos somos capaces de hacer oír nuestra voz pidiendo un cambio de política que asegure la integridad de nuestros ecosistemas. La famosa “Hora del planeta” supuso toda una declaración de interés cuando 1.200.000.000 de personas respetaron una hora de consumo eléctrico mínimo durante la jornada del pasado 28 de marzo. Ahora también tienes la oportunidad de transmitir tu preocupación por el futuro del clima gracias a la campaña emprendida por el Fondo Mundial para la Naturaleza, remitiendo tu “voto por la Tierra” a través de la Web puesta a disposición ciudadana por WWF. Accede al Portal indicado en el siguiente enlace y no pierdas la oportunidad de apoyar un compromiso en beneficio del clima, de la vida y del futuro.
Vota por el Planeta.
- Vota por el Planeta. Cumbre de la ONU contra el Cambio Climático en Copenhague.

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