Señores, como lo prometido es deuda, os dije alguna vez que un día iba a enseñar la foto de mi famoso ordenador, el Commodore VIC-20 que todavía funciona. Lo que pasa es que como me he estado mudando entre Manhattan, luego Long Island y ahora zona rural, no he tenido tiempo para subir al ático de mi casa y desempolvar la caja. Este mes la voy a desempolvar definitivamente. Hace muchísimos años que no la uso (¡la última vez que lo utilicé fue en el año 2002!) Siempre utilizaba el Commodore para redactar mis exámenes de matemáticas y, cómo no, para utilizar el famoso programa de TELNET (sí, yo todavía utilizo línea telefónica para conectarme a la red cuando quiero algo seguro sin redes sociales o intervención de las mega empresas). Os explico algunas cosas:
Para los que no tengan ni idea de lo que hablo, aquí tienen una explicación de mi ordenador. La mía es del año 1980. Copio del texto lo que me parece interesante comentar aquí (lo de “correr” me ha hecho gracia, porque en realidad es ejecutar el programa, pero en fin así es el anglicismo):
“Varias revistas, tales como Compute!, vendida en kioscos de periódicos, ofrecían listados de programas para el VIC-20, incluyendo una publicada por la misma Commodore. Muchos usuarios del VIC-20 aprendieron a programar introduciendo, estudiando, corriendo, y modificando estos programas.
La facilidad de programar el VIC y la disponibilidad de un módem barato se combinaron para dar al VIC una biblioteca importante de software de dominio público y freeware, aunque mucho menor en cantidad que el del C64. Este software era distribuido por servicios en línea tales como CompuServe, BBSs, y también a través de grupos de usuarios.
En cuanto a ofertas de software comercial, unos 300 títulos estaban disponibles en cartucho, y otros más de 500 títulos estaban disponibles en cinta. Por comparación, el Atari 2600, la más popular de las videoconsolas de ese entonces, tenía una biblioteca de cerca de 900 títulos.”
Mi ordenador todavía tiene la muy ochentera palanca de mando para juegos y yo jamás cambiaría el diseño de esas grandes máquinas por la basura plástica de ahora. No comparo, obviamente, las capacidades tecnológicas. Hablo de un sentido puramente estético y de un sentir muy particular. Aunque yo nunca fui de jugar muchos vídeojuegos, tengo varios de la época.
¿Cómo es que obtuve mi ordenador? A ver, yo era un niño considerado muy intenso y “raro” por todo el mundo que me rodeaba porque decían que yo era demasiado “intenso” y muy avanzado para mi edad. Nunca me sentí plenamente identificado con niños de mi edad y bueno, en el año 1988 cuando visité la casa de un amigo de familiares, ví el ordenador e inmediatamente empecé a averiguar sobre la máquina…hasta tal punto que el señor, no sé si por hartazgo o porque realmente le caí bien, no se me olvidará nunca me preguntó: ¿te gusta, verdad? “¡Sí, claro!”
¿La quieres? “¿¿CÓMO??” Sí niño, mira es que ese ordenador era de mi hijo…pero ya mi hijo usa el Commodore 64. Para no extenderme demasiado, acepté y el resto es historia. Años después, a los 14 años, empecé a aprender a programar en BASIC y en aquellos años, mi colegio tenia una clase de informática dos veces por semana. Mientras que muchos alumnos aprovechaban esa clase para darse golpes o insultarse (porque la profesora no ponía disciplina) yo sí me dedicaba a estudiar el programa BASIC. Recuerdo un día lluvioso y un chaval que tenía terrible comportamiento se me acercó. “Todo el día con el puto ordenador”. Él era más alto y “deportivo/corpulento” que yo. Mi respuesta, aún hoy, sigue provocando memorias entre los que estaban presentes. “Sí, todo el día en el ordenador. Mejor que con un maricón como tú”. Sí, en aquellos años no había códigos de discurso ni nadie se escandalizaba por decir algo muy políticamente incorrecto. Además, yo utilicé la palabra en su sentido negativo, no sobre algo sexual. El chico me iba a pegar y casi lo consigue de no ser porque le dije que si me tocaba, le iba a tirar la silla metálica y partirle la cabeza. Ahora pretendo recuperar esas técnicas (informáticas, no de arrojar sillas metálicas a deportistas).
Como mi casa rural todavía cuenta con una antigua línea telefónica (de cobre y NO VOIP), voy a intentar utilizar un modem para conectarme a la red mediante línea telefónica, como si fuera el año 1980. Algunos se burlarán de mí, pero siempre he sido muy dado a la anticipación de problemas y al igual que cuando surgió la pandemia yo ya estaba totalmente preparado para seguir dando mis clases, nunca se sabe si colapsa la luz eléctrica o terroristas revientan las conexiones WIFI. Yo seguiré conectado, aunque sea con unas pocas almas de un sentir parecido. Preparaos, porque los años venideros no son nada buenos. Hay que crear espacios totalmente alternativos a Microsoft, Google y otras grandes empresas.
Además, aún conservo los discos flexibles de mi época de mozo, con archivos enteros de compañeros de clase: nombres, apellidos, notas, dirección, rasgos de comportamiento, etc. Yo a los 17 años era como un “pequeño” servicio de contrainteligencia del estado. Quizá por eso algunos sabían que si se pasaban conmigo, las consecuencias serían terribles.
El modem que se utiliza para el VIC-20 es un Vicmodem. En mi época universitaria se utilizaba el cliente PINE (la famosa terminal de pantalla negra y letras verdes). Todavía utilizo Pine para comunicaciones seguras.
Señores, antes de fin de mes os sacaré fotos y os comunicaré si funciona o no. Incluso, conservo el antiguo monitor de pantalla negra.
Dejo esta famosa escena sobre cómo era la programación en aquellos años gloriosos (la última década del hombre occidental). Todavía tengo un teléfono muy parecido y el modem vic junto con la línea telefónica antigua. Si lo consigo, tendré uno de los ordenadores más antiguos conectados a internet en todo el planeta. Y es que, aunque lo negamos muchas veces, los matemáticos tenemos bastante relación con la programación informática y nos suele gustar este tipo de máquinas. Por eso muchos matemáticos hacen un Master en programación/informática. Yo no lo hice, pero me sorprendí bastante cuando el otro día varios compañeros de trabajo me dijeron que mis conocimientos tecnológicos son “muy buenos”. Pues no lo creo, pero quizá comparado a la media del ciudadano típico, puede que sí. Quiero decir, cuando aprendo cómo hacerlo, no se me da mal.