Todos llevamos dentro (y emerge en los momentos de mayor furia) un dragón, una bestia que tiene ojos demoníacos, echa fuego por la boca y está dispuesta a destrozar con sus zarpas cuanto se encuentre a su alrededor. No razona. No es capaz de moderarse. Explota. Y en esa explosión provoca no solamente daños a las personas que hay enfrente, sino también a nosotros mismos, porque muestra (y nos revela) la parte más desagradable e indigna que cobijamos.
Ante esa evidencia, se impone una necesidad: domar al dragón, bajarle los humos y conseguir que se atempere. La tarea no es, desde luego, fácil, pero si se cuenta con el auxilio de la escritora y cuentoterapeuta Isabel Soler Luján (y las hermosas aportaciones gráficas de María Acebes Abenza), todo resulta más fácil. Usando unos versos de grata sonoridad y de juguetona música, la lección se asimilará con mayor eficacia. Y si le añadimos el simpático y educativo juego que acompaña al volumen (el cual nos permite interactuar con nuestros hijos e irles explicando lo que significan las diversas emociones que en él se exponen), obtenemos un libro imprescindible en las bibliotecas escolares… y en nuestras casas. ¿Se les ocurre mejor forma de convertir la literatura en aprendizaje y disfrute? A mí, desde luego, no.