Por Hogaradas
Hace unos ańos mi dermatóloga me reveló el secreto para incorporarme al trabajo sin que ello pudiera originar ningún tipo de contratiempo para mi organismo, algo tan sencillo cono ir poco a poco y de manera paulatina, dejarse llevar paso a paso por esa realidad que nos mantendrá pegados a ella, a la inmensa mayoría, hasta el próximo ańo por las mismas fechas, caminar con paso firme pero despacio hasta encontrarnos por fin inmersos en toda la actividad rutinaria.
Cada día que paso me alegro más de trabajar para mí misma, así que valoro esa libertad como el más preciado de los tesoros, y cada ańo, por estas fechas aludo a mi dermatóloga para iniciar la actividad laboral de la manera más pausada posible, como cuando después de un prolongado bańo de sol te vas introduciendo lentamente en las siempre frescas aguas cantábricas, paso a paso, para que el cambio de temperatura no provoque el rechazo de nuestro cuerpo, que todavía conserva el calor de las caricias del astro rey.
Me gusta lo que hago, disfruto con ello, y jamás he manifestado mi interés en dedicarme ninguna otra actividad, a pesar de los malos tiempos, incluso cuando las cosas no han salido como quisiera, cuando han llegado los desencuentros, los fallos, los malos ratos.
En mi oficina, desde el primer día, están presentes objeto de quien para mí ha sido un ejemplo, a pesar de haberlo conocido durante tan poco tiempo; un hombre fuerte, emprendedor y luchador donde los hubiera, mi abuelo Claudio, así que son muchas las veces que he pensado que es él quien día a día me sigue empujando a continuar y a luchar por mis sueńos.
De él recuerdo que le encantaban las corridas de toros, jugar al dominó, mojar la salsa de los mejillones en escabeche, y sobre todo, su peculiar manera de comer un huevo frito, siguiendo un ritual que he hecho también mío; se levanta con delicadez la tapa de la yema del huevo e introducimos un trozo de miga de pan que se impregnará de la mismas, consiguiendo así un bocado perfecto, delicioso, sutil, imposible de conseguir de ningún otro modo.
Con tan solo ocho ańos la vida me privó de mi abuelo Papaitín, pero sus recuerdos han seguido aferrados a mí durante todos estos ańos, y a través de mi familia de todo lo que mi madre me ha contado de él se ha convertido en mi héroe, en mi ejemplo a seguir.
El verano poco a poco se va desvaneciendo, a pesar de que septiembre, tan juguetón como siempre, nos sigue despistando con sus temperaturas y sus cielos más azules que nunca.
El regreso será como siempre, mojamos las muńecas, luego la nuca, y seguimos poco a poco adentrándonos en el día a día, como si de un bańo en el bravo Cantábrico se tratara.
![Vuelta a la rutina Vuelta a la rutina](http://m1.paperblog.com/i/67/672541/vuelta-rutina-L-nNBDMQ.jpeg)