Revista Cultura y Ocio

Vuelta al año en 52 (o más) cuentos: jornada XXIV.

Publicado el 20 junio 2015 por Zazou @biblio_zazou
Recurrir al humor.
No es solo cuestión de recurrir a esa sonrisa necesaria para darle unos cachetes al decaimiento sino de utilizarlo día a día, hacerlo formar parte de nuestro modo de entender la vida. Estoy convencida de que sin sentido del humor la esperanza de vida se reduce. No sé si hay pruebas empíricas que lo corroboren, ¿pero no os habéis fijado en cómo sonríen las personas que estiran los años con vitalidad? Además, una sonrisa seduce siempre más que un ceño, a no ser que el seducido sea poco más que un alma en pena. Hasta el Diablo tiene sentido del humor y, probablemente Dios (o no se explica que no haya hecho una pelota con su creación para tirarla a la basura en lugar de quedarse viendo cómo hacemos el ridículo, tal vez con un bol de palomitas en la mano).
Ser adicta a poder terapéutico de la risa en todas sus variedades, incluso las más oscuras, me empuja a curiosear cualquier forma de vida u objeto al que le hayan pegado (o, incluso, apenas rozado) la etiqueta del humor. No puedo evitarlo. Eso fue lo que me dejó pegada durante largo rato a la contraportada de este libro en el mostrador de novedades de una librería*:
Vuelta al año en 52 (o más) cuentos: jornada XXIV.
Sí, desde luego, a primera vista la cubierta parece siniestra y, lo confieso, eso también capta mi atención. El caso es que lo cogí, lo ojeé y, cuando lo devolví a su sitio, se me quedó la tentación arañándome ese rinconcito caprichoso (o gran rincón, en mi caso) de la conciencia más inconsciente. Caprichos para que os quiero. Evidentemente, acabó en mis manos. A los pocos días. En la Feria del Libro de Madrid. Y ya está empezado.
Cuando lo haya terminado, en algún momento futuro (porque es el tipo de libro que me gusta leer poco a poco, a ratos), lo comentaré por entero. Hoy traigo una de las cuatro historias que llevo leídas. Podría haber elegido cualquiera pero me quedaré con la última por… ah, mejor lo cuento con detalle.
EL VIEJO CASERÓN. David Sedaris.
Como todos los contenidos en este volumen, el relato es autobiográfico, lo cual parece ser una seña de la identidad humorística de David Sedaris y lo que le dio a conocer: la disección sarcástica de sus propias experiencias.
Leyendo esta historia se podría pensar que lo extravagante de las vivencias narradas facilita el humor, pero yo no estoy de acuerdo: la voz es importante, la entonación. Y la forma de sacarle punta a los detalles que, de otra manera colocados, nos causarían un perplejo arquear las cejas. Sedaris me ha afilado la sonrisa convirtiendo lo cotidiano en ridículo y lo obsceno en grotesco.
Aquí, ese toque estrafalario lo pone el viejo caserón: una casa de huéspedes con unos habitantes de lo más peculiares (empezando por el autor). Podría crearse toda una sección en la biblioteca solo con la literatura de “huéspedes” de pensiones, hostales, hoteles y otros hábitats similares; la lista es muy larga**. Las ensaladas producen efectos inesperados. Expresado con sus propias palabras:
«Lo más inverosímil, sin embargo, era que fuéramos todos tan prototípicos. Parecía que hubieran agarrado una novela de Carson McCullers, la hubieran mezclado con un drama de Tennessee Williams y hubieran juntado los decorados y personajes de una y otra en una sola caja».
Con la salvedad de que en esta pieza el tono cambia: todo el drama se enfunda de visión mordaz. Y resulta.
Vestir la realidad con ironía tiene algo de higiene mental. Os recomiendo probarlo.
*Cuando te envuelvan las llamas, de David Sedaris. Random House, 2015. Traducción: Victoria Alonso Blanco.
*A bote pronto, me vienen a la cabeza unos cuantos títulos tan variopintos como sus autores y los huéspedes que los recorren: “En una pensión alemana” de Katherine Mansfield, “Mashenka” de Vladimir Nabokov, “Hotel Savoy” de Joseph Roth, “Gran Hotel” de Vicky Baum, “En el hotel Bertram” de Agatha Christie, “El resplandor” de Stephen King, “Hotel Paradiso” de Ramón Pernas, “Un hotel en ninguna parte” de Mónica Gutiérrez, “Pensión Leonardo” de Rosa Ribas, “L’Auberge” de Julia Stagg… Lo que decía, una sección aparte. Y para todos los gustos. 

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