No hacía falta más. Vi la rueda de prensa del Consejero de la Sanidad de Madrid y sabía que habían vuelto.
Más aún: oí al vice alcalde de Valencia y comprendí que nunca se habían ido.
El primero evoca directamente la chulería, el orden de los ganadores y el descrédito del esquilado; El segundo nos devuelve a la dialéctica de los puños y las pistolas. Al pelotón al amanecer en la tapia del cementerio.
El segundo es la chulería fascista, el heredero del “porque me da la gana, eh, es bastante” y el primero se reviste de las “razones” del falso acusador ante el tribunal militar y el juicio sumarísimo.
La sociedad tiene una hez. Lamentablemente estas heces, a veces nos gobiernan. En ninguno de sus modelos es fácil encontrar alguna virtud. Son la casta y la caspa. La “marca” y pelo de la dehesa. El cara al sol y la camisa azul.
Llevan siglos entre nosotros. A veces se llaman Franco, otras Fernando VII, Billy el Niño o Fraga. Pero son los de siempre: los matones de la raza, la furia hispánica corrupta, el toro de Osborne, los limpiabotas y los chulapones de todas las verbenas verbeneras.
Da la casualidad, que en esta manifestación temporal, los dos son cirujanos. A saber de qué.
Asombra la capacidad de sadismo que tienen algunas formaciones políticas para reclutarlos y para hacerlos convivir con cobradores de sobresueldos, o de comisiones, o montañas de alcohol subidas a un volante.
Si Goya viviese no compondría sus aguafuertes con manolos y cejijuntos con zapatillas de esparto. Su fuente estaría en estos laxos regidores del escaño y el sobre, que dan lustre a un tipo peculiar de nuestra raza: el lobo con corbata y la vida resuelta.
Verlos en la televisión nos puede dar un ataque de pánico o de rabia, pero nuestros sueños ya terminaran siempre en pesadilla.