Revista Deportes
Después de la novillada de ayer lunes me van a tener que reexplicar aquello que es vulgar y eso que es elegante. Resulta que a Victor Barrio, que es un novillero que parece un novillero -que en estos tiempos es todo un logro-, lo llaman vulgar. Por irse a portagaiola a dar trapazos, o quedarse más quieto que la una recibiendo al toro en los medios de aquella manera. Por no perdonar un quite, por desastrado que pueda salir. También por insistir más de la cuenta, por buscarle faena al manso, al inválido o al que sea, en definitiva, por querer ser alguién en esto, mostrando virtudes y defectos propios de la edad. Mientras el de las "buenas maneras" es aquel que torea como si tuviera encima cuarenta años de alternativa y las llaves de tres cortijos, que se conoce todas las trampas del toreo moderno de pé a pá y que no se sonroja al llevarlas a cabo en la Ventas con un novillo de triunfo gordo.
El mundo al revés. Me quedo con la vulgaridad de lo auténtico antes que con lo pomposo de la mentira.