Según hemos planteado varias veces en este blog y continuando con la idea de Castells sobre el concepto de Poder, una especie de contrapoder perpetuo se está estableciendo frenta al institucional. No parece que esté cercano el momento en que los políticos puedan volver a salir a la calle sin ser abroncados o insultados entre solicitudes de dimisión, abandono de la estancia o la expulsión del país.
Aún con todo, esa ceguera aparente con la que nuestros dirigentes siguen conduciendo sus vidas les sigue llevando a festivales de música o cine mientras recortan el gasto en enseñanzas artísticas, triplican el precio de las escuelas municipales o eliminan asignaturas de Bachillerato relacionadas con el sonido y la imagen. Una especie de actitud kamikaze que debe ser también muy útil como forma de galvanizarse frente a la furia de la masa recortada y ajustada, a juzgar por la insistencia con que siguen asomando el hocico.
Pero a veces sale el humano que llevan dentro. Los fluidos que desencadenan una reacción química dentro del organismo son del todo inevitables. Uno le puede pegar al Sumial, al Limován o a la Paroxetina, mas cuando la mala hostia viaja de las entrañas a la mente, los ojos hablan.
Quizá sea el momento de que las diferentes Castas de este y otros países empiecen a preguntarse sobre la utilidad de unos poderes económicos e institucionales cuyo control le está conduciendo a ser receptores del más amargo de los odios, desde el chófer que les trae de un lado a otro o el camarero que les pone el gin tonic, hasta el director de una organización de investigación científica y algún que otro Premio Nobel...
Aún con todo, esa ceguera aparente con la que nuestros dirigentes siguen conduciendo sus vidas les sigue llevando a festivales de música o cine mientras recortan el gasto en enseñanzas artísticas, triplican el precio de las escuelas municipales o eliminan asignaturas de Bachillerato relacionadas con el sonido y la imagen. Una especie de actitud kamikaze que debe ser también muy útil como forma de galvanizarse frente a la furia de la masa recortada y ajustada, a juzgar por la insistencia con que siguen asomando el hocico.
Pero a veces sale el humano que llevan dentro. Los fluidos que desencadenan una reacción química dentro del organismo son del todo inevitables. Uno le puede pegar al Sumial, al Limován o a la Paroxetina, mas cuando la mala hostia viaja de las entrañas a la mente, los ojos hablan.
Quizá sea el momento de que las diferentes Castas de este y otros países empiecen a preguntarse sobre la utilidad de unos poderes económicos e institucionales cuyo control le está conduciendo a ser receptores del más amargo de los odios, desde el chófer que les trae de un lado a otro o el camarero que les pone el gin tonic, hasta el director de una organización de investigación científica y algún que otro Premio Nobel...