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What’s?

Publicado el 21 enero 2014 por El Perro Patricia Lohin @elperro1970

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Foto: Pinterest

Viajar y detenerse.

Anclar en un lugar desconocido y apropiarse.

Recoger el mar en una botella.

Arrancar el asfalto del alma.

Arrodillarse en la hiedra.

Por las noches colgarse de las estrellas.

Dejar hamacarse por el destino que ya está escrito en el horizonte.

Negarse a  ser un número.

Reinar con mano suave y caricias de miel.

Honrar. Amarse.

Desaparecer del mundo conocido.

Volver. Nacer. Elegir.

SER

Uno quiere, desea, arrincona, despedaza, putea, respira, atosiga.

Uno ama y odia en el mismo plato. Uno intenta pero no es suficiente.

Uno quiere un cambio ya y cuando llega es mucho para un solo aviso, entonces uno muere.

Desperté por la mañana con la misma clase de pensamientos obsoletos de la mayoría de mis días. El pasado viene como un fantasma a invadir mis neuronas que intentan vivir el día a día, y cuando escuchan la mar de zonceras dicen “¿What’s?”.

Sacudo la cabeza y desparramo los pensamientos que salen de mi cabeza como insectos infecciosos a adosarse en la pared. Pronto sin proteínas morirán y yo habré ganado la batalla de la mañana en contra de mí misma.

Salgo a la calle, en un enero con calles platinadas, semáforos opacos, gente perezosa que se arrincona debajo de los carteles en búsqueda de sombra.

Somos pocos. El resto está vacacionando en la villa. Vinieron muchos de la gran ciudad a apurar el paso a éstos “paisanos” de acá, que se debaten brevemente entre estar tranquilos y ganarse la temporada.

Llego a mi trabajo. No hay luz. Espero. La espera me lleva a un libro y mis neuronas contentas danzan entre un montón de palabras que llegan a mi alma por medio de un conducto desconocido científicamente.

El protagonista vive aislado. Es como un sabio de la montaña por lo que leo hasta ahora.

Sueño con vivir en alguna clase de descampado, cerca del agua y las sierras,  viviendo de lo que cultivo. En alguna casa de barro tal vez. O sustentables como las llaman ahora.

Estoy derrapando. O tal vez no. Imagino por un instante en este silencio obligado por la falta de energía eléctrica, cómo sería necesitar menos, mucho menos. Cómo sería no tener la cabeza embotada de números y horarios, de mails, de cables, de luces de colores, de reproches y boletas de estacionamiento.

No  alcancé a caer. Tampoco a levantarme, sólo anoté dos o tres líneas sin conducción, que seguramente vendrán a hacer ruido otra mañana de éstas, cuando repita mi gesto con la cabeza en un intento vano de exiliarlas de mi propio país.

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