Menuda canción tan chula esta “What Will You Dream“, de Alondra Bentley. Reconozco que, por una simple cuestión de ignorancia, tenía ubicada a esta cantante en unas coordenadas bien distintas, junto a otras artistas (tambien chicas) de su generación por las que, espero que a nadie le parezca mal, en principio no tengo demasiado interés ¿Hace falta que diga sus nombres? No, creo que no hace falta, y además, mucho temo que la equivocada (y a todas luces, injusta) percepción es era bastante generalizada.
El caso es que la anglo-murciana (si no existe este término, mejor aún: sólo el concepto ya me parece una chulada) suena en este tema muy lejos del pop sazonado con el puntito justo de folk inofensivo que uno esperaría, y por el contrario ofrece un perfil mucho más sabroso. Claro que para registrar sus últimas canciones ha contado con un productor de lujo: detrás del sonido de las contenidas en “Resolutions” no está otro que el mismísimo (y por aquí muy querido) Matthew E. White, y aunque es evidente que el hombre al frente de Spacebomb es un tío muy fino, poco podría hacer si las composiciones de Bentley no valieran la pena.
Lo cierto es que, una vez escuchado el disco, queda la sensación de que hay que tomarse bastante muy en serio a esta artista, porque ciertamente ha conseguido ofrecer un repertorio muy variado y al mismo tiempo muy coherente; sin levantar la voz en ningún momento, y dejando que sea la sutil cacharrería de White -qué bueno es este hombre dosificando los ingredientes para que la receta salga exactamente como tiene que salir- la que imprima a los temas su particular groove. En la pista que da título a esta entrada coquetea con ritmos bailables, en “Remedy” o “Effort And Joy” rinde un bonito homenaje a algunas de las grandes intérpretes femeninas de los 70, y hasta cuando se arrima al soul (“When I Get Back Home”, por ejemplo) o al pop más twee (“Mid September“, algo así como una versión vitaminada el “Waiting For The Moon To Rise” de Belle & Sebastian) consigue salir airosa. Todo ello sin dejar de sonar a ella misma en ningún momento, y sin caer en el estéril ejercicio de retro por el retro. Puede estar contenta: los que la seguían desde el principio no dejan de repetir que a Alondra Bentley le ha salido el mejor disco de su carrera, y en la jugada ha ganado un buen montón de (ahí me incluyo yo) nuevos seguidores.
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