Sobre el papel, debería ser la co-jo-le-che: un disco que cuenta entre sus participantes con nombres tan rabiosamente vigentes como (agarraos, porque parece una lista de artistas de la década según Pitchfork) Andrew Wyatt (Miike Snow) Lana del Rey, Rufus Wainwright, Charlotte Gainsbourg, Dev Hynes, Sampha, Romy (The XX), Lykke Li, Julia Holter o Father John Misty; y que cuenta además con la colaboración de (sentaos en el suelo, directamente, porque lo que viene es apabullante) leyendas vivas de la historia de la música como ¡Brian Wilson! ¡Randy Newman! ¡Colin Blunstone! -vale, aquí alguno se me ha despistado: la maravillosa voz de The Zombies- debería ser algo así como un monstruoso alud de canciones perfectas, capaz de llevarse todo lo demás por delante. Debería. Sin embargo, en esto de la música las matemáticas no siempre funcionan como uno espera, y a veces (pero no siempre) 1 +1 es 2, y a menudo infinito dividido entre infinito sí que es algo indeterminado, pero desde luego, nunca lo que uno querría. Esto es exactamente lo que ocurre con este “We Fall“: el disco del productor Emile Haynie podría competir de pleno derecho en una hipotética competición por el título de “grabación con la mejor nómina de colaboradores de la historia”, pero en lo que respecta al resultado final, dudo mucho que ni siquiera sea demasiado destacado entre los mejores discos publicados en este 2015.
Quizá de todos los nombres arriba citados sea el de Emile el único que requiere de alguna clase de presentación: el productor ya había trabajado anteriomente con todas esas estrellas, y con otros muchos artistas (Eminem, Kanye West, The Roots, Bruno Mars, FKA Twigs… no está mal ¿no?) que si bien no aparecen acreditados en este disco, no dudaron en contar en algún momento con los servicios del norteamericano para dar lustre a sus famosísimos temas. Por lo que se ve (¿el efecto Mark Ronson?), ahora Haynie no ha podido resistirse a dar un paso adelante y ponerse él mismo bajo los focos, con un disco conceptual (sobre la evolución de una relación: vaya por Dios, qué original) al que como digo lo que le falla es un poco de concepto en lo estrictamente musical. Porque ni la impresionante agenda de Haynie (lo que pagaríamos muchos por echarle un vistazo, aquello debe ser un auténtico Who’s who de la más alta aristocracia musical), ni el detalle très chic de registrar todas las canciones en el hotel Chateau Marmont de Los Ángeles, ni la siempre sospechosa coartada sentimental (SÍ: a él TAMBIÉN le habían partido el corazón justo antes de encerrarse a grabar este disco) han servido para alumbrar el disco-para-caerse-de-culo que con semejante plantel hubiera cabido esperar.
Así, las críticas más generosas se refieren a la camaleónica capacidad del ahora músico para adaptar su sonido a las cualidades vocales/estilísticas de cada uno sus colaboradores, aunque un servidor se apunta a la teoría (algunas revisiones de las que he leído apuntan en este sentido) de que aquí lo que hay es un cierto problema de dispersión: los continuos y cuantiosos cambios de voz y género al final acaban lastrando al conjunto, y lo que podía haber sido una obra monumental (muy bien producida: eso no admite discusión) acaba muy por debajo de las suma de las partes. Además, hay altibajos, como no podía ser de otra manera en un disco tan condenadamente variado: en la zona baja de la tabla quedaría probablemente “Fool Me Too” (con Nate Ruess, el vocalista de aquella cosa insípida llamada fun.), mientras que el mejor momento lo proporciona sin duda ese adorable señor pelín cabroncete y una mijita embaucador llamado Randy Newman. La canción se titula “Who to Blame” y, albricias, es deliciosa: aquí si hay que reconocerle a Haynie el talento, porque el tío lo ha clavado a la hora de ofrecer a Newman un material al que no pudiera decir que no, y el veterano firmante de la mítica “Sail Away” se mueve como pez en el agua en esta canción que le permite lucir la sensibilidad y socarronería marca de la casa. (No en vano, el afamado compositor y cantante ya le había dejado bien clarito a Haynie que no contara con él para cantar nada en plan “I miss you, baby”, y como digo tanto el tema -la búsqueda de un culpable cuando la cosa amorosa se ha ido al garete- como el tono están hechos a su justa medida). Nuevo clásico, cada vez más arriba en mi listilla de canciones favoritas de este año, y un motivo más para quitarnos el sombrero ante el hombre que escribió (sí, fue él) “You Can Leave Your Hat On“.
Publicado en: RevelacionesEtiquetado: Pop, Interscope, 2015, Randy Newman, We Fall, Emile HaynieEnlace permanente2 comentarios