Hoy se entregó Julian Assange a las autoridades británicas, en momentos en que pesaba una orden de captura sobre el atribulado editor de Wikileaks por un asunto que nada tiene que ver con la difusión de los ahora famosos documentos diplomáticos.
Digo atribulado, porque el hombre no tiene tranquilidad desde que difundió esa especie de radio pasillo de la diplomacia mundial: le cancelaron la cuenta de PayPal con la que recauda los aportes para su proyecto, le cerraron sus cuentas en Suiza -algo bastante insólito, por cierto, si se tiene en cuenta las características del sistema bancario de ese país-, entre otras varias delicias. ¿El sistema entero contra el bueno de Julian? Mmm… puede ser.
La cuestión es que ninguno de los documentos revelados va a cambiar el estado actual de cosas, tal la entidad de ellos. Esta primera tanda de documentos, cargados de obviedades y cuestiones menores, sólo mantienen a la movediza Hilary dando más explicaciones que su esposo Bill en ocasión del famoso asunto del cigarro, y a los políticos de todo el mundo enmudecidos por el temor a lo pudieran decir los documentos que Wikileaks difunda en el futuro. Y claro, justifican las muchas caras largas de los políticos, quienes creyeron que la charla entre amigos era posible.
Pero no mucho más que eso. Es decir, nada que una buena novela de Graham Greene o John Le Carré no hayan dicho ya, y en forma mucho más entretenida por cierto. Otro notable silencio es el de las organizaciones de derechos civiles.
Tal vez lo único rescatable en todo esto, y que realmente tiene unas implicancias notables por lo novedoso, es la cuestión de la democratización de la información. “No more secrets”, pregonaba en una vieja película el personaje de Robert Redford, en la que el susodicho se enfrascaba en una sorda lucha con lo más subterráneo del poder. Ese parece ser el sentido de esta pequeña revolución en nuestra forma informarnos para entender para que lado gira el mundo.
Parece, digo. Cuando se difundan documentos que realmente digan cosas, tal vez podamos sacar alguna conclusión más seria.