
Era el partido con un pronóstico regalado. Aquel en el que los Saints viajarían hasta Seattle para masacrar a los pobres Seahawks y mandar un claro mensaje al resto de rivales. Se especulaba con una larga lista de récords que iban a ser hechos fosfatina por los Brees, Bush y compañía. El partido "del peor" contra el vigente campeón. El mayor error de los de Sean Peyton fue el de confiarse en sí mismos, creerse invencibles y permitir que los Hasselbeck, Lynch y Carlson levantaran la cabeza justo cuando estaban en la lona. Dejaron que los enanos se convirtieran en titanes y cuando se quisieron dar cuenta, ya estaban fuera de la competición. Porque con un 0-10 en el primer cuarto y un 7-17 a inicios del segundo, los de New Orleans lamentarán no haber echado el cerrojo al partido. Incluso si mucho apuramos, los Saints tuvieron la victoria al alcance de los dedos cuando en el último cuarto el marcador señalaba un ajustado 30-34. Pero no fue así, el ataque desapareció y la defensa brilló por su ausencia. Por cierto, me impresionó el grado de complicidad que Pete Carroll tiene con los suyos, muy alejado de esos head coach que únicamente se encaran con alguno de sus jugadores cuando éstos cometen un error.


