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William Kentridge. La expresividad del dibujo

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

William Kentridge. La expresividad del dibujo

"Prefiero dibujar a hablar. Dibujar es más rápido, y deja menos espacio para la mentira".
Le Corbusier

"Dibujar es como hacer un gesto expresivo con la ventaja de la permanencia"
Henri Matisse

La primera vez que vi en directo la obra del artista sudafricano William Kentridge fue en 1999 con motivo de una exposición que se celebró en el MACBA de Barcelona donde presentaba diversas películas de animación -una de sus principales actividades-, así como dibujos.

De esta muestra, la crítica de La Vanguardia Olga Spiegel destacaba que "su obra tiene constantemente presente la brutalidad de la sociedad del apartheid porque le preocupa la pérdida de la memoria histórica, pero su mensaje adquiere resonancia universal porque se refiere a la responsabilidad y la ética, el sufrimiento, la culpa, la confesión y las emociones humanas". De hecho, es exactamente lo que el público suele encontrarse en sus exposiciones.

Más tarde, concretamente en 2018, también tuve la oportunidad de ver Basta y sobra en el Reina Sofía de Madrid, en que se exhibían una serie de maquetas teatrales, grabados, dibujos animados, esculturas, películas, vídeos... En resumen, las diferentes maneras de expresarse de Kentridge. Ahora tenemos la ocasión de presenciar de nuevo su trabajo en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) a través de El que no està dibuixat (Lo que no está dibujado). La muestra se ha podido realizar gracias a la colaboración del CCCB con la Fundación Sorigué de Lleida y con el Eye Film-museum de Amsterdam, siendo el comisario el director de exposiciones y curador del museo holandés Jaap Guldemond.

William Kentridge. La expresividad del dibujo

William Kentridge nació en Johannesburg en 1955, ciudad en la que trabaja y reside actualmente. Se formó en la Universidad de Witwatersrand de la capital sudafricana, donde cursó estudios de Ciencias Políticas y Estudios Africanos.

A principios de los ochenta estuvo un año en París para estudiar teatro y mimo. Posteriormente se interesó por el teatro y el cine que, junto a su dedicación a las artes plásticas, le ha servido para ser considerado como un artista poliédrico. En 1995 su trabajo ya obtuvo un reconocimiento institucional cuando fue elegido para participar en la 1ª Bienal de Johannesburgo. También ha representado a su país en las bienales de Venecia de los años 1993, 1999 y 2005, aunque también estuvo presente en otras bienales, caso de Sidney (1997 y 2008), Sao Paulo (1998), La Habana (1997) y Estambul (1995). Asimismo, participó en la Documenta de Kassel, en 1997, 2002 y 2012.

Es miembro de la Academia Americana de las Artes y de las Ciencias. En el año 2016 fundó el Center for the Less Good Idea, con la intención de que fuera un espacio para las prácticas experimentales, colaborativas y multidisciplinarias en el terreno del arte, pero teniendo en cuenta la existencia de un pensamiento abierto y libre. En 2017 recibió el Premio Princesa de Asturias de las Artes.

Kentridge como hemos comentado anteriormente es un creador polifacético, ya que le interesan diferentes maneras de expresión, desde la óptica política y social a moverse en el terreno poético. Aparte del dibujo y el grabado, el cine y el teatro son otras formas de entender el arte, tanto si lo hace como director, guionista o actor. La temática del apartheid es el eje principal por donde circula la mayor parte de su producción, aunque la naturaleza y todo lo que concierne al ser humano también merece su atención.

Lo que no está dibujado

La exposición está compuesta de dos partes. Todas las salas de la primera planta del CCCB están ocupadas por 11 películas de animación que van desde 1989 hasta 2020, o sea tres décadas de fecunda producción audiovisual. Se trata de la serie Drawings for Projection que va acompañada de un grupo de tapices y dibujos que complementan perfectamente las imágenes que se exhiben, además de documentales y entrevistas sobre el artista. En la tercera planta se encuentra posiblemente la pieza más espectacular de todas como es la instalación More Sweetly Play the Dance que una vez terminada la muestra, se trasladará a PLANTA, un enorme espacio que contiene un granero en la localidad leridana de Balaguer, uno de los dos centros expositivos que posee la Fundación Sorigué. Allí se exhibirá junto con otras piezas de autores de renombre internacional como Bill Viola, Antonio López, Anselm Kiefer, Juan Muñoz y Chiharu Shiota.

Las películas que forman la serie Drawings for Projection tienen una duración entre 3 y 9 minutos. La última de ellas, City Deep, se terminó la pasada primavera, siendo la segunda vez que se exhibe, ya que se estrenó en la Goodman Gallery de la capital sudafricana. La colaboración con el compositor Philip Miller es fundamental para entender mejor cada una de las piezas, ya que la música forma parte de la propia obra, aunque la música local, o sea el folklore sudafricano, es igualmente importante en muchas de sus creaciones.

Las películas están formadas por dibujos animados dentro de un estilo muy expresionista, en que el detalle no es lo más importante, sino la expresión de los rostros de los personajes que aparecen, el movimiento y la música. Los protagonistas de la mayoría de las escenas son el magnate industrial de la minería Soho Eckstein y el poeta Felix Teitlebaum que, según su autor, se trata de dos personajes antitéticos y que son sus alter ego. Todos los acontecimientos transcurren en Johannesburgo en los años más difíciles del apartheid, ya que le interesa "un arte político, es decir, un arte de ambigüedad, de contradicción, de gestos incompletos y de finales inciertos".

Para Jordi Costa, responsable de Exposiciones del CCCB, Eckstein aparece "en las primeras películas como un depredador capitalista que parece salir de lo imaginario del cinema expresionista alemán". Respecto a Teitlebaum, poeta vitalista, poco a poco el autor "los va dibujando más parecidos el uno del otro. Incluso recuerdan autorretratos del mismo Kentridge, dos polos opuestos dentro de su personalidad: el hombre blanco que ha vivido en el privilegio, y el hombre blanco que toma conciencia política".

La primera película de la serie es Johannesburg. 2nd Greatest City After Paris. 1989, donde se aprecia como la ciudad va creciendo a medida que se va transformando incoherentemente, sobre todo por la ambición empresarial, en que la explotación de los mineros es bien evidente. La fecha de 1989 coincide con el advenimiento de Frederik de Klerk como presidente del país sustituyendo a Pieter Botha, uno de los más claros exponentes de la segregación racial. Aunque el problema del apartheid seguía existiendo, algunos cambios habían comenzado a aparecer.

En 1991 realiza Mine, donde se observa la explotación de los trabajadores negros y el absoluto desprecio por parte de los afrikáners blancos, o sea de los colonos de descendencia holandesa. Por ello, las imágenes donde aparece Eckstein en la cama realizando sus negocios desde la distancia mientras sus empleados están trabajando, es un claro ejemplo de desprecio hacia ellos. En Other Faces, 2011, se puede ver la evolución de la ciudad, ya que Kentridge "muestra un mundo sujeto al cambio constante, vibrante y plural, en un proceso continuo de desmantelamiento y reinvención".

En cambio, en su película más reciente City Deep, 2020 creada durante el confinamiento, después de haberse recuperado del covid-19, el artista regresa al mundo de las minas. Unas minas que ya no tienen nada que ver con las de los años precedentes. Ahora, son unas minas en las que apenas hay oro, lo que refleja su decadencia. Esta pieza cierra el círculo que empezó en 1989 sobre algunos de los episodios vividos durante los largos años del apartheid, que como señala la directora del CCCB Judit Carrera, no dejan de ser "cicatrices del pasado".

En cuanto a los nueve tapices de gran tamaño que se exhiben, todos ellos son de moher, o lana de cabra de Angora -de la que Sudáfrica es el mayor productor del mundo-, de los 40 que ha realizado en toda su trayectoria, los muestra a través de unas cartografías que le sirven de fondo, donde aparecen unas siluetas de personajes parecidos a los que surgen habitualmente en sus dibujos y películas animadas, así como caballos de carga. Son mineros, refugiados, manifestantes..., dentro de "un juego simbólico que encuentra elocuentes rimas entre las crisis y problemas que afectan Sudáfrica y el resto del mundo".

Son tapices creados para que exista un diálogo y que también sirva como elementos de colaboración con otros sectores, ya que Kentridge sule trabajar con el Stephens Tapestry Studio -fundado en 1949 en el norte de Swazilandia-, "que da trabajo a mujeres de la zona como tejedoras, devanaderas, encajeras, cardadoras hiladoras y tintoreras plenamente cualificadas.

More sweetly play the dance

La videoinstalación, o lo que es lo mismo un friso en movimiento como es More sweetly play the dance, creado en 2015, durante la epidemia del virus del ébola que tanto afectó al continente africano, convierte a esta enorme instalación en una danza macabra. La instalación está compuesta por ocho pantallas que ocupan poco más de 40 metros de largo, donde aparecen un numeroso grupo de personajes de dimensiones reales que van desfilando en procesión mientras una banda va tocando de modo reiterativo. Se trata de la banda africana Immanuel Essemblies.

En estas pantallas se ven enfermos conectados a un gotero, cadáveres, sacerdotes bailando como si fuera la danza de la muerte, refugiados huyendo del terror, esqueletos moviéndose, artefactos extraños, las coreografías de la bailarina Dada Masilo .... Todos estos personajes y objetos van saltando de pantalla a pantalla.

La causa de esta procesión obedece a "la alegoría de la caverna de Platón, a los frisos antiguos y a las pinturas medievales y renacentistas. Pero también recuerdan imágenes que nos golpean cada día a través de los medios de comunicación de personas que huyen del hambre, de la guerra o de la enfermedad". La película dura aproximadamente 15 minutos. La paradoja está en que, a pesar de tratarse de la danza de la muerte, el hecho de bailar nos hace sentir vivos. Al menos ésta es la idea central de Kentridge.

William Kentridge. La expresividad del dibujo

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