Siempre resulta más interesante el cine que muestra el reverso de la moneda que el que se queda obnubilado por el brillo del anverso de la medalla. Como el protagonista del clásico de Douglas Sirk, Interludio de amor (1957), el tenebroso director de orquesta prefiere a la chica que le observa discreta entre bambalinas que a su mujer, sentada en la primera fila del palco para aplaudirle y también brillar como legítima esposa del maestro (antes de volverse loca), el cine invisible prefiere la pesadilla del sueño americano, las historias que casi no encuentran cabida en el séptimo arte porque se alejan de la imagen oficial, a las películas próximas de una campaña de propaganda.
Debra Granik, en su segunda realización, ha adaptada la novela de Daniel Woodrell para captar el retrato de una América sin jardines perfectos, coches fabulosos y vestidos de alta costura. Este Missouri contemporáneo, atravesado por la mítica ruta 66, ha perdido su antiguo esplendor. Hoy es la tierra de los desheredados, repleto de caravanas o tugurios, en plena naturaleza, más infierno que paraíso, y donde duermen a la puerta de estos míseros hogares los restos de un próspero pasado que ya nadie recuerda, herramientas que ya no funcionan, chatarra acumulada y algún que otro juguete infantil desaparecido, desde hace tiempo, de los catálogos comerciales. En este lugar el conejo ha salido disparado, muerto de miedo, al mundo de Alicia en el País de las Maravillas para no acabar despellejado como las ardillas que habitan este bosque sin fin.
Por eso la protagonista de 17 años no puede arriesgarse a perder la casa donde sobrevive con su madre, anestesiada por los medicamentos, y sus dos hermanos pequeños. Su padre la hipotecó para pagarse la fianza, pero no se ha presentado al control judicial, y si en una semana no lo encuentra, su familia se verá de patitas en la calle. Si no se debe pedir lo que normalmente se da, tampoco se debe perder lo que legítimamente nos pertenece.
Un Twins Peaks actualizado, de hecho Sheryl Lee, la actriz que interpretó a Laura Palmer, aparece en este película en un sobrecogedor papel, bañado de una atmósfera de suspense a cortar con hacha, unas alucinantes imágenes rodadas con cámara numérica RED y objetivo 35 mm, un genial John Hawkes merecedor de su premio al mejor actor secundario de los Independent Spirit Awards, un guión perfecto y la confirmación de que Jennifer Lawrence, lo mejor de Lejos de la tierra quemada (2008), es una extraordinaria actriz. El fugitivo conejo, instalado confortablemente con Alicia, no tiene la más mínima intención de regresar. Lo que no sabe es que el maravilloso país de Alicia también puede convertirse en este Missouri y ya no le quedarán más lugares para escapar.