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‘Winter’s Bone’ – Empatizando con la pantalla

Publicado el 17 febrero 2011 por Cinefagos

‘Winter’s Bone’ – Empatizando con la pantalla

Qué pena supone saber de antemano que la excelente “Winter’s Bone” se va a ir de vacío y que las estatuillas a la Mejor Película, Mejor Actriz, Mejor Actor Secundario y Mejor Guión Adaptado (categorías en las que está nominada) recaerán en otras manos. Ojalá me equivoque y, al menos, sea premiada la labor de Debra Granik(también directora) y Anne Rosellini al adaptar la novela homónima de Daniel Woodrell, porque está claro que la brutal Natalie Portman y el fantástico Christian Bale vienen pegando fuerte.

“Winter’s Bone” es de aquellas películas que te producen un cóctel indescriptible de sensaciones que otras (con mucho más presupuesto, más publicidad y muchas más estrellas) no consiguen ni por asomo.

Ree Dolly es una joven de 17 años que debe hacerse cargo de su dos hermanos pequeños y de su madre enferma. Su padre, que ha pagado la fianza para su libertad condicional utilizando como aval la casa destartalada en la que viven, no se ha presentado en el juzgado y en una semana se quedarán en la calle. Sumidos en la miseria, a Ree solo le queda intentar encontrar a su progenitor aunque para ello se vea obligada a entrar en contacto con una peligrosa “mafia” dedicada a la elaboración de metanfetaminas a la que él pertenecía.

Cuando aparecieron los títulos de crédito, no pude evitar pensar en “Frozen River” o en “Deliverance” (qué recuerdos ese Cine de Medianoche). Con la primera comparte esa climatología helada que inunda de grises la pantalla en una perfecta metáfora de lo grisáceo de las vidas de sus protagonistas siempre al borde del abismo del deshaucio. Con la segunda, la aparición de seres humanos que viven codo a codo con la violencia hasta convertirse en crueles animales salvajes.

La tremenda historia de Ree no transcurre en una ciudad donde parece que todo se diluye y donde es fácil que el espectador distraiga su atención en elementos externos. En “Winter’s Bone” nos encontramos atrapados en el paisaje inhóspito, frío y solitario del territorio de los Ozarks, un reducto de seres asociales que sobreviven, inmersos en la inmundicia moral, a golpe de laboratorios ilegales, ajustes de cuentas y secretismo casi tribal.

Ese microcosmos agreste y peligroso, será el decorado por el que Ree deberá moverse para conseguir salvar a su familia de la ruina, un decorado marcado por ese frío invierno que sirve para acentuar lo gélido de las relaciones personales (algunas de ellas, sorprendentemente, consanguíneas) y la vida desesperanzada y marginal de los Dolly: malviviendo de la caridad de otros y mendigando comprensión.

Curiosamente Ree y Mattie (“Valor de ley”) se ven marcadas por una figura paterna ausente, aunque en el caso de la primera la historia que rodea a la desaparición del padre es mucho más escalofriante e impactante.

‘Winter’s Bone’ – Empatizando con la pantalla

Casi nada es agradable en “Winter’s Bone” (las leves sonrisas que presenciamos podrían contarse con una mano), pero es admirable observar la valentía de una joven desprotegida (magnífica la nominada Jennifer Lawrence) endurecida a golpe de reveses. En este sentido se me hace imprescindible volver a “Frozen River”, ya que las protagonistas de ambas películas son capaces de luchar contra viento y marea por salvar a su familia (aunque ello suponga poner en peligro su vida o su libertad) abocada a la perdición por culpa de un hombre. Por suerte ambas encuentran una esperanza final que no alberga ninguna posibilidad de avance futuro, pero que anestesiará (por un tiempo) el dolor del presente.

No quisiera pasar por alto tres apuntes más: la estupenda interpretación del secundario (¡menudo secundario!) y nominado John Hawkes (al que ya tocaba reinvidicar), la fugaz aparición de Sheryl Lee y una escalofriante escena final de la que debiera tomar buena nota Danny Boyle. Y es que es mucho más desasosegante lo que se intuye que lo que se muestra y sino que se lo digan al maestro Hitchcock.

Hecha con cuatro duros, la cinta dirigida por Debra Granik ya consiguió dos premios (Gran Premio del Jurado a la Mejor Película y Mejor Guión) en el festival de Sundance, pero (y lo más importante) es que ha logrado que el espectador empatice con lo que sucede en la pantalla y eso nunca es fácil. Merecería que se le reconociera.

Para ver la ficha de la película, pincha aquí.


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