Wolfgang von Goethe, poeta y novelista de finales del siglo XVIII, que supo unir a su profunda sensibilidad un erudito conocimiento de las bellas artes, la naturaleza y la política. Mientras que con su obra refleja una lírica aspiración de retorno a la Antigüedad clásica, en su talante mostró una verdadera capacidad para actuar de modo sereno ante los acontecimientos históricos. De ese modo fue testigo de la Revolución francesa, hacia la que mostró simpatías, desconfiando, no obstante, de su posible aplicación en Alemania, para la que anhelaba una reforma ilustrada. Con ese fin luchó como consejero del progresista Carlos Augusto, duque de Weimar y sobrino del emperador Federico Augusto.
Acontecimientos importantes en la vida de Goethe
1749 Nace en Frankfurt.
1772 Empieza a ejercer como abogado.
1774 Obtiene un resonante éxito con su Werther.
1776 Es nombrado consejero áulico.
1786 Viaja dos años por Italia.
1792 Participa en la batalla de Valmy.
1794 Encuentro con Schiller.
1806 Se casa con Christiane Vulpius.
1808 Encuentro con Napoleón.
1823 Pide la mano de Ulrica von Levetzow.
1832 Termina la segunda parte de Fausto y muere.
Del «genio» al «corazón»
Nació en Frankfurt del Main, el 28 de agosto de 1749, en el acomodado seno de una familia de funcionarios de élite. Su padre, Johann Kaspar Goethe, consejero áulico a título de honor y persona de gran cultura, redactó diversos libros sobre sus viajes, los cuales serían publicados en 1932 por Arturo Farinelli. Su madre, Katharina Elisabeth Textor, descendía de una respetable familia de juristas de Alemania meridional. De niño, Goethe frecuentó los salones de la familia imperial y recibió una esmerada educación con profesores particulares. Antes, pues, de marchar a estudiar derecho a Leipzig, el joven Goethe tenía notables conocimientos de música y dibujo (una de sus pasiones favoritas), conocía las lenguas clásicas, incluido el hebreo, y hablaba francés, inglés e italiano.
Permanecerá tres años en Leipzig, de 1765 a 1768, durante los que, amén de seguir con brillantez sus estudios, encontrará tiempo para escribir dos libros de poemas (Annette, a raíz de sus apasionadas relaciones con la hija de su casero, y El capricho del amante). Regresó a Frankfurt para restablecerse de una enfermedad. Durante dos años, su buhardilla no sólo será la de un escritor, sino también laboratorio químico y centro de reuniones pietistas. En 1770 prosiguió sus estudios de derecho en Estrasburgo, donde tuvo la fortuna de entrar en contacto con Herder y frecuentó los círculos rebeldes y juveniles del movimiento del Sturm und Drang (Tormenta e impulso). La majestuosa catedral de Estrasburgo le inspira un himno en prosa, De la arquitectura alemana, dedicado al genio de uno de sus constructores: Erwin von Steinbach, a quien califica de nuevo Prometeo. El impacto es considerable, no sólo por su recuperación del gótico, tenido entonces por arte despreciable, sino también por su exaltación del impulso creador del genio individual. Estos fructíferos años fueron también los de sus amores con Frédérique Brion, hija del pastor de Sesenheim.
En 1772 lo encontramos en Frankfurt, empezando a ejercer como abogado de la corte imperial de Justicia. De esta época data su primera aproximación al tema de Fausto, obra central de su vida, y en cuyas tres entregas trabajará a lo largo de sesenta años. También es entonces cuando se enamora de Charlotte Buff, la novia de su amigo Kestner, extrayendo de este amor imposible la materia prima de Los sufrimientos del joven Werther, novela que, por vez primera en su obra, exalta la superioridad espiritual del sentimiento por encima del impulso creador del genio y ennoblece el suicidio. El ideal titánico de Goethe se ha dulcificado con el amor, hasta el extremo de la más radical de las renunciaciones. El impacto de Werther entre las jóvenes generaciones es indescriptible. Ya famoso gracias a la «fiebre wertheriana», inicia la composición de una serie de dramas menores aparecidos en 1773. Su escritura se vio motivada por la lectura de las obras de Hans Sachs, el maestro cantor de Nuremberg, que le inspiró la creación de un metro propio, el knittelvers con el que redactó algunas obras dedicadas al tema del «genio»: Mahoma, Sátiro, Prometeo, y otras dedicadas al culto del «corazón»: Stella, Clavijo. Estos dramas nacieron de su necesidad por calibrar sus propias fuerzas en la composición de obras teatrales, género al que no estaba acostumbrado y que le permitía crear personajes y vivencias alejadas de sus propias experiencias.
No es éste el caso de Erwin y Elmire (1775), cuyo lirismo sublima, sin duda, su dolorosa ruptura con Lili Schónemann, con la que había llegado a establecer relaciones formales, y a la que renuncia por su pretensión de vida tradicional y conformista. A esta época, como a cualquier otra etapa de su vida, desde la adolescencia hasta la muerte, le es aplicable a Goethe su observación de 1806: «No estoy bien, ya que no estoy enamorado de nadie ni nadie está enamorado de mí». No se trata de que Goethe haya producido una literatura estrictamente amorosa —aunque también en este terreno rige, para él, el entonces novedoso principio de no hablar de lo que no se conoce—, sino de que Goethe parece extraer de la experiencia del amor, presente o ausente, feliz o doloroso, la fuente de su portentosa creatividad y energía. En este sentido, incluso el gran poema filosófico de Fausto está íntimamente relacionado con los diversos avatares de su vida privada.
Goethe, político y científico
En 1776 Carlos Augusto, el joven duque de Weimar, reclama la presencia del famoso escritor en su corte, como consejero. Goethe cumple con rigor y entusiasmo sus funciones, iniciando una etapa de estudios económicos y de investigaciones científicas en el terreno de la geología y la botánica, que disminuyen su capacidad poética al punto de considerarse en muchas ocasiones como «un sacrificado a su profesión». En cualquier caso, su carrera política es meteórica: consejero de legación en 1776, consejero secreto en 1779, ministro de Finanzas en 1782, año en que es ennoblecido.
Fausto de GoetheEn la corte de Weimar surgió una relación platónica entre Goethe y Charlotte von Stein, que ejerció sobre él una poderosa influencia. A los arrebatos del sentimiento, Charlotte impone un principio de autodominio, equilibrio y paz. Incluso en el caso, que sostienen algunos biógrafos, de que las relaciones con Charlotte no fueran tan platónicas, la nueva divisa moral en la vida de Goethe se plasmará en los nuevos cánones estéticos de su obra.
El 3 de septiembre de 1786 Goethe decide escapar de la corte, de la política y de las urgentes responsabilidades cotidianas, para cumplir su gran sueño: conocer Italia, donde espera reencontrar las fuentes del clasicismo y resucitar al poeta dormido. La decisión no puede ser más acertada. En el otoño de ese año, sin embargo, quizás ignore todavía hasta qué extremo el choque con la realidad y las responsabilidades colectivas de su etapa política ha depurado los arrebatos individualistas de su obra juvenil y va a conceder una dimensión más profunda y serena a su obra futura.
Durante dos años, de 1786 a 1788, Goethe vive en Italia, sobre todo en Roma, los años más felices de su vida. Ha conquistado todos sus objetivos y cumplido sus sueños: la presencia de la sobriedad clásica ya no le abandonará en su vida. No ve en Italia la picaresca ni la decadencia de un país latino, sino la grandeza de una antigüedad, puesta de relieve por la lectura del historiador del arte Winckelmann. Bien puede afirmarse que el espíritu de Goethe ha poetizado la realidad italiana. En Roma frecuenta el ambiente de los artistas alemanes, sobre todo entabla amistad con los pintores Heinrich Wilhelm, Tschbein y Philipp Hackert. Por esos días es célebre su unión con la bella joven milanesa Maddalena Riggi. Estos contactos despiertan de nuevo su capacidad creativa, fruto de la cual surge una ingente producción lírica, dramática y narrativa: Ifigenia en Táuride y Torquato Tasso, escritas ambas en versos yámbicos, la «novela de formación» Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, el diario lírico Viaje a Italia, e incluso Egmont, considerado el menos clasicista de sus dramas del período romano.
El regreso no puede ser más prosaico. Goethe debe incorporarse al ejército prusiano en su campaña contra la Francia revolucionaria y asiste a la derrota de Valmy. Contrario a la Revolución, no ocultará, sin embargo, sus simpatías por Napoleón, con quien llegará a entrevistarse en 1808. De este difícil período data, sin embargo, la primera parte de Fausto (1790) y sus amores con Christiane Vulpius, con la que tuvo un hijo, Augusto, ese mismo año y con la que se casará finalmente en 1806.
En 1794 tuvo lugar el nacimiento de su fructífera amistad con el joven Schiller, que renueva los impulsos creadores de Goethe. Su obra de este período de madurez es numerosa. Abarca desde la investigación científica (Metamorfosis de las plantas, La teoría de los colores, Teoría de la óptica, Metamorfosis de los animales), en las que intenta demostrar la unidad de la materia y el origen de sus mutaciones a partir de una estructura original muy sencilla, en una prefiguración de la ciencia futura; pasando por los más inspirados Sonetos, hasta la novela de costumbres (Las afinidades electivas), o los poemas persas de El diván occidental y oriental, inspirados por su encuentro con Marianne von Willemer.
Ya septuagenario, se enamora en Marienbad de Ulrica von Levetzow, de diecisiete años, y escribe sobre tan patético tema una obra de equilibrio y lucidez ejemplares: La trilogía de la pasión. Ultima, entretanto, la obra de su vida, en la que Fausto, pese a su pacto con el diablo, merece, en virtud de la grandeza de sus esfuerzos, el perdón de Dios.
Goethe es el poeta universal que ha cantado a Dios, la materia, el amor, la amistad, el renunciamiento y la misión del propio poeta. Murió el 22 de marzo de 1832, corrigiendo su recién concluida segunda parte de Fausto, que se publicaría al año siguiente.