Revista Deportes

¿Y ahora qué?

Por Malagatoro

Arenas

Paseíllo en la plaza de las Arenas


“Ahora bien, tras de esto ¿qué hacemos? Porque la Fiesta necesita, y de qué manera, una importante inyección que la revitalice. No creemos que se haga a golpe de triunfalismos y desbordamientos pasionales de fin de semana. Aquí hace falta algo más y no podemos esperar a que en otra parte hagan otra ley que la prohíba y, de esa forma, echarnos todos a la calle y aprovechar para hacer un viajecito de fin de semana.

Esto es muy serio y lo de los fines de semana no deja de ser una forma de tomarlo a la ligera. Cataluña ha legislado, atropellando derechos, contra los toros, pero no olvidemos que en esa plaza de Barcelona se escenificaban ya los restos de lo que fue el esplendor de otras épocas. Sólo José Tomás trajo los llenos a su plaza que se ofrecía casi vacía cada día de festejo. Tomemos nota y no nos dejemos llevar por la pasión del momento. Quedan muchas plazas en muchos países donde se dan toros y es ahí donde debemos volcar nuestros esfuerzos.

Sabemos de que el interés por ellos está a la baja y de eso no tiene ninguna culpa el gobierno catalán, que ha conseguido todo lo contrario en Barcelona, y sí, y mucho, el conjunto de profesionales que la denigran y pisotean. Nos falta el toro íntegro, al que nadie pregunta, y falta con él el toreo verdadero, el auténtico. El que representaba el poder de la inteligencia del hombre sobre la fuerza bruta del animal. Esa era, y debe ser, la esencia de la Fiesta. Sin toro no hay fiesta posible. Y lo que se ofrece hoy en las plazas, casi siempre y por desgracia, es un sucedáneo, apto solo para turistas despistados o aficionados de baja auto estima.”

 Antolín Castro en Opinión y Toros


“Siento pena a medias, la verdad, ni mi afición luce luto, ni perdería el tiempo en dar el pésame al aficionado catalán -especie en extinción y que pocos han visto en primero persona-. Principal culpable, junto a taurinos y otras ratas de alcantarilla, de la debacle taurina en Qatarlunya. Lloran como nenazas lo que, en vida, no han sabido defender como hombres. La llibertat también hay que trabajársela. Dejando el fenómeno JT aparte, no han llenado la Monumental en una sóla ocasión, y cuando han dicho de ir a los toros han demostrado no haber aprendido nada en todo este tiempo: al toreo, que es grandeza, lo han puesto a mendigar, con indultos de medio pelo, triunfos de chicha y nabo, alborotos ridículos, más propios de internado de señoritas que de locos enfervorizados con y por el Toro, que han ido convirtiendo una liturgia seria, ancestral y centenaria en una comedia para echar el rato. Se lo han ganado a pulso. ¿Pasaría eso en Andalucía, por muy malos malísimos políticos que aquí tuviésemos -que también los tenemos-? ¿Navarra, Euskadi o Valencia, que también sufren el azote de nazionalismos, caerían sin ser defendidos? La respuesta es obvia: eso no pasaría nunca. En Sevilla antes ardería la Giralda, y el Giraldilllo se haría perroflauta indignado; Valencia sería una falla tan grande que se pensaría que es cosa de Nerón; y en Bilbao, con Anselmi y compañía harían alimento compuesto vegetal para las mojarras del Nervión.

Sólo espero que lo que ha pasado con Catalunya sea el inicio de la rebelión callada del toreo. Que los públicos pidan el Toro, exijan su lidia y empujen a los que se ponen delante a actuar con ética; que las figuras no huyan de ese Toro, ni de esos públicos; y que la crítica actúe con honestidad, que cada tarde, desde el cero, pongan en la balanza el valor y oficio de unos, y la bravura y trapío de otros. Y que lo cuenten, que expliquen el toreo, que lleguen dónde el resto de la sociedad, más analfataurina que nunca, jamás podrá llegar por sí sola.

Y si todo sigue igual, si ni con éstas el mundo del toro recupera la honestidad, doy por justa y merecida la abolición de la tauromaquia. Y luego no vale llorar.”

Antonio Díaz en Hasta el rabo todo es toro


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