Revista Cultura y Ocio

Y ahora, ¿qué? – @sor_furcia

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

CAPÍTULO 1

Tendemos a frivolizar mucho con la utilidad de twitter. Lo tenemos por una página donde te puedes informar de lo que pasa en el mundo a tiempo real, donde puedes reírte con algunos chistes ingeniosos, ver fotos que te gustan… y sí, pero muchas veces se nos olvida que esta red social es eso, social. Nos pasamos los días leyendo a personas, porque detrás de cada tuit hay unas manos que lo escriben, y conociendo un poco más a quienes se esconden tras esas palabras. Nunca antes tan pocos caracteres nos habían permitido expresar y reconocer tantos sentimientos, enfados, ilusiones, alegrías, anhelos, amores, dolor… Y, sin darnos cuenta, un día estamos metidos hasta las trancas en una gran familia donde, más o menos, sabes de qué pie cojea cada uno.

Todavía, a día de hoy, cuando comento que quedo con gente de twitter, o que a fulano o mengana les conocí aquí, quien me escucha se extraña un poco, como si esta plataforma no estuviese creada para eso, como si quienes participamos en ella no fuésemos también seres sociales. Incluso yo muchas veces me sorprendo de dónde ha derivado mi inicial curiosidad por entrar a mi perfil y soltar gilipolleces a sabiendas de que nadie, o casi nadie, me iba a hacer ni puñetero caso entre tanta marabunta. La vida te da sorpresas y twitter es eso, vidas.

Pues bien, poco a poco vas conociendo las reglas, jugando, ganando, a veces perdiendo, te vas, vuelves… y de repente, un día, recibes un DM de un tal @Mous_Tache (un tío que te cae bien, sobre todo por un tuit que te encanta “¡Qué cuerpazo te hace ese cerebro!”) y ese mensaje te pone los esquemas patas arriba. “Hemos creado un blog ¿Te gustaría colaborar con nosotros?” te dice, y tú piensas “¡¿Yo escribiendo en un blog?! ¡Pero si soy una mindundis!” y, casi sin darte cuenta, te ves ilusionada, emocionada y acojonada a partes iguales, delante de un papel en blanco donde solo has escrito un título que él te ha dado, y tras el que no sabes cómo seguir ni, si lo consigues, si será algo digno de leer o de acabar en la papelera. Pero lo haces. Y lo mejor de todo, te lo publican, y la gente te lee, y les gusta. Y tú alucinas.

Va pasando el tiempo, van pasando los títulos, las personas con las que compartes cabecera, la gente que te lee (algunos de vez en cuando y otros, especiales, siempre), y te descubres sintiendo que tienes una afición que desconocías, que tenías ahí escondida y que te encanta. Y aprovechas ese espacio para contar tus historias, o para inventarte otras que son auténticas piradas de pinza, o alguien te cuenta algo que le ha pasado y te inspira para hablar sobre algún tema que te toca la fibra… Algunas veces te pasas semanas dándole vueltas al título sin saber por dónde tirar, otras sin embargo te sientas y en un rato ya sabes exactamente sobre qué tratará… Escribir es maravilloso porque es imprevisible, tú no mandas, las letras te llevan, y tú te dejas. Y, recorriendo ese camino de miguitas de pan que te van dejando las palabras para que las sigas, de repente levantas la vista y ha pasado más de un año. Llevas ya muchas historias a tus espaldas, algunas alegres, otras tristes, otras controvertidas, o picantes… Y ves como, igual que tú, el blog también ha ido creciendo, y se ha convertido en una página con muchísima gente que comparte su talento con los miles de personas que la visitan a diario.

Un día, navegando en ese barco en el que te enrolaste, te das cuenta de que dejar las cosas en lo virtual, a veces, no es suficiente. Sabes que hay algunos krakens y algunas sirenas a los que lees y que te encantaría poder escucharles, abrazarles, olerles, besarles, reírte con ellos, emborracharte… quién sabe. ¿Y si lo haces? Porque después de un capítulo, siempre viene otro y, como dijo Annie Dillard en su libro Vivir, escribir: “Gástalo todo, dispáralo a bocajarro, piérdelo sobre la marcha, una y todas las veces que sea preciso. No conserves lo que parece provechoso para más adelante, para otra fase del libro: dalo, dalo todo, dalo ahora”… así que, tras este punto y seguido, pasas otra página y te preguntas a ti misma “y ahora, ¿qué?”.

[ Puedes leer el CAPÍTULO 2, aquí ]

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