Revista Arte

¡Y dale con las selfies!

Por Lasnuevemusas @semanario9musas
Mucho se ha escrito acerca del fenómeno de las selfies, esta singular forma de tomase una fotografía que inunda las redes sociales, tanto desde puntos de vista psicológicos como sociales.

Yo quiero dar mi opinión más como espectador, ya que no soy afecto a tomarme este tipo de autofotos, aunque reconozco haber participado como coprotagonista en muchas de ellas.

¡Y dale con las selfies!

Si bien la gente suele tomarse selfies por diversas razones, como ser para presumir de alguna experiencia, o meramente por diversión, a mi me interesan particularmente aquellas selfies más mundanas, que simplemente se toman como recuerdo de un momento vivido.

¿Qué es una selfie?

Según el diccionario de Oxford, una selfie es una fotografía que uno ha tomado de sí mismo, típicamente con un smartphone o webcam y subida a una red social.

De esta definición se desprenden dos aspectos, la selfie como autorretrato, y el medio idóneo para difundirla.

Pero, si bien el autorretrato existió desde los inicios de la fotografía, la selfie difiere de un autorretrato tradicional en varios aspectos.

Por un lado, la técnica usada para lograr una foto de uno mismo. Uno de los métodos comúnmente disponibles para autorretratarse podía ser ubicarse frente a un espejo, logrando una imagen invertida, donde aparece también la cámara fotográfica. Otra opción era contar con un cable disparador lo suficientemente largo como para posar frente a la cámara con el mismo en la mano. Finalmente, está la alternativa de utilizar el temporizador para tener tiempo de ubicarse en posición antes de que se realice el disparo.

Para lograr una selfie, solo basta con extender un brazo.

Por otra parte, el fin último también es diferente. Típicamente, los autorretratos se realizan con fines documentales o artísticos. Las selfies, en cambio, son una forma de dejar evidencias de nuestra presencia en determinado tiempo y lugar. Lo importante no es cuál es ese tiempo o lugar, sino enfatizar el hecho de haber estado allí. Como dijo Fontcuberta "no queremos tanto mostrar el mundo como señalar nuestro estar en el mundo". Y, por supuesto, las redes sociales constituyen la vidriera ideal para exhibirlo.

¿Por que una selfie?

No es nueva esta idea de querer dejar constancia de un momento preciso. Siempre lo hemos hecho, y la fotografía ha servido desde siempre a este fin. Pero por regla general, quien oficiaba de fotógrafo, no salía en la foto. Para que todo el grupo saliera fotografiado, o si estábamos solos, debíamos utilizar el recurso de entregarle la cámara a alguien para que tomara la foto. Entonces, ¿por qué elegimos tomarnos una selfie? ¿Por qué preferimos esas fotos deformadas por el gran angular y la cercanía a la cámara? ¿Por qué, en vez de elegir libremente la pose, optamos por la selfie, que nos obliga a ubicarnos en extrañas posiciones para salir en el cuadro? Incluso ya aceptamos que quien toma la selfie deba aparecer sin un brazo, que escapa por el borde de la imagen (a menos que se utilice el famoso "palito para selfie ")

La primera respuesta que se me ocurre es: porque ahora se puede. Los teléfonos celulares evolucionaron sus cámaras frontales a medida que las selfies cobraron popularidad, por lo que podemos utilizarlas para tomarnos una selfie, mirando en la pantalla el futuro resultado, sin resignar demasiada calidad. Pero ni la selfie nació gracias a que a alguien se le ocurrió poner una cámara en la parte delantera del teléfono, ni la idea de ubicar la cámara allí fue para facilitar las selfies. A la pregunta de quién fue primero, en este caso, ni el huevo, ni la gallina.

Bueno, sí, la selfie fue primero. De hecho, hubo alguna vez algunos celulares que traían, al lado del objetivo de la cámara, una plaquita metálica brillante y algo convexa, que actuaba a modo de espejo para verse al tomarse una selfie ... con la cámara trasera.

Por otra parte, la cámara delantera no fue puesta allí por las selfies. Su objetivo era poder realizar videollamadas, por lo que no se esmeraron mucho en la calidad que debía proporcionar.

Otro motivo para preferir una selfie puede ser la comodidad. Es más práctico hacerte tu propia selfie, que tomarse la molestia de pedirle a alguien que te saque una foto (para alivio de los mozos en los restaurantes, que ya estaban resignados a cumplir esta función cuando en alguna mesa, alguien sacaba una cámara de fotos). Adicionalmente, con la selfie, nosotros tenemos el control del encuadre. Aunque generalmente forzado, por las limitaciones que impone la longitud del brazo, qué entra y qué queda fuera de la foto, queda bajo nuestra exclusiva responsabilidad. Al entregarle la cámara a un extraño, podemos posar más relajados, pero debemos confiar en sus capacidades como fotógrafo, y no siempre es garantía de que la foto salga como la imaginábamos.

Pero más allá de la posibilidad técnica y la practicidad, seguramente hay otras razones para que la selfie sea el método actualmente elegido para registrar nuestro paso por el mundo, pero de alguna forma, escapan a mi entendimiento.

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Ariel Till

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